Nadal: “Estar bien de las rodillas no me garantiza jugar bien, no estarlo me garantiza jugar mal”
El mallorquín, que debuta el lunes en Wimbledon ante John Millman, asalta la hierba pendiente de los tendones, que tanto le han condicionado en el pasado.
1 julio, 2017 20:59Noticias relacionadas
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La sorpresa llega de respingo en respingo. Es 2013 y Rafael Nadal acaba de decir adiós en la primera ronda de Wimbledon. Steve Darcis, el 135 del mundo, ha derrotado al español, que se marcha del torneo cojeando y bajando con precaución las escaleras, con miedo a hacerse más daño. Los periodistas han visto caer a un jugador con problemas para moverse, sin poder flexionar las piernas y falto de velocidad en los desplazamientos, y han escuchado luego sus explicaciones (“poca fuerza”, “baja intensidad”, “mala adaptación”). Todo eso lleva a la misma conclusión: las opciones de Nadal en Wimbledon, que entre 2006 y 2011 jugó cinco finales consecutivas (títulos en 2008 y 2010) y sufrió los cinco años restantes para volver a ser competitivo, van de la mano de la salud de sus rodillas.
“Estar bien de las rodillas no me garantiza jugar bien en Wimbledon, no estarlo me garantizar jugar mal aquí”, cuenta el campeón de 15 grandes, que se estrenará este lunes con el australiano Millman. “Si no tengo seguridad y estabilidad en mis apoyos es imposible en hierba”, prosigue el número dos del mundo. “La superficie ya es inestable. Uno necesita tener el control de sus piernas y con más dolor de la cuenta es muy complicado. De momento les he exigido bastante estos días y están aguantando bien”, celebra el balear, que durante las dos últimas semanas se ha entrenado casi tres horas diarias. “Han sido unas semanas positivas, pero cuando empiece a competir llegará el momento en el que necesite un esfuerzo extra. Entonces sabré realmente cómo están mis rodillas”.
Nadal ha convivido la mayor parte de su carrera con problemas en las rodillas, sufriendo dolor desde hace mucho tiempo en los tendones cuadricipitales y rotulianos de ambas articulaciones. El mallorquín, que entre 2012 y 2013 se pasó siete meses en blanco para recuperarse de una rotura parcial del tendón rotuliano de la rodilla izquierda y una hoffitis (inflamación de la zona de grasa situada detrás del tendón y debajo de la rótula), tiene los sentidos alerta para detectar cualquier señal que le envíe su cuerpo. Por ejemplo, esta temporada jugó varios encuentros con la rodilla derecha vendada en el torneo de Acapulco porque sintió “algo”, que finalmente no fue nada. En hierba, la peor superficie para las articulaciones (se juega agachado, con el culo pegado al suelo), el español necesita estar sano si quiere aspirar a algo que no sea una derrota prematura.
“Los tendones rotulianos sufren mucho más en hierba”, explica la fisioterapeuta Blanca Bernal, que durante muchos años se recorrió el circuito trabajando para la WTA. “Al golpear la bola, el apoyo que realiza el jugador con la rodilla en flexión genera una sobrecarga excéntrica en el tendón rotuliano. En césped, al tener que jugar más agachado, la sobrecarga es mayor”, prosigue. “Por eso, la carga total que soporta el tendón rotuliano en un partido en hierba es bastante más alta que en ninguna otra superficie. Además, las frenadas y las arrancadas nunca son limpias y eso genera todavía más carga en el aparato extensor de la rodilla”, añade. “Los jugadores que sufren de la rodilla tienen que ser más precavidos en esta superficie. Un tendón sano está preparado para soportar una determinada carga, y puede adaptar una sobrecarga sin mayores consecuencias; pero un tendón con una lesión crónica, como puede ser la tendinopatía, sufre mucho cuando tiene que adaptar más carga de la que está acostumbrado”.
Nadal está de sobra familiarizado con esos términos médicos. Para minimizar los problemas de sus rodillas, el mallorquín ha pasado por todas las etapas posibles en su carrera: jugar vendado, dejar de jugar varios meses y reposar, someterse a un tratamiento de plasma rico en plaquetas, entrenarse en una cinta de correr antigravedad o probar con las células madre. Así, y después de intentar mil cosas distintas, el balear ha llegado a los 31 años con muchos golpes encima, pero también con una vitalidad renovada.
“He tenido entrenamientos muy buenos, con momentos mejores y peores”, reconoce el español. “En general he entrenado bien, con intensidad y mucho. He hecho las cosas de la mejor manera que sé. He dado los pasos adecuados para intentar llegar bien a la competición. En Mallorca fueron entrenamientos progresivos y en Londres he enterado intensamente todos los días”, prosigue. “Yo creo que estoy preparado: he hecho los deberes y estoy listo para competir”.