Nadal arranca con lluvia y sin florituras
El mal tiempo suspende el estreno del número uno en Roland Garros, que ganaba a Simone Bolleli (6-4, 6-3 y 0-3) sufriendo desde el principio del partido.
28 mayo, 2018 21:31Noticias relacionadas
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A la amenaza de las nubes grises cargadas de agua, esperada desde primera hora de la mañana, la amenaza de Simone Bolelli, completamente repentina y sorpresiva. En su estreno en Roland Garros, Rafael Nadal se enfrenta a un rival que juega sin complejos la primera manga (4-4 en 43 minutos), que le rompe el saque en la segunda y no lo pierde inmediatamente (el italiano llega a tener 3-1 y 30-40 para 4-1) y que incluso al final tiene fuerza para intentar algo (3-0 en el comienzo del tercer set) que aún tiene que demostrar porque la llegada de la lluvia aplaza el duelo hasta el martes por la mañana (6-4, 6-3 y 0-3 del balear), cuando está prevista su reanudación. [Narración y estadísticas]
El jueves, Bolelli se acerca a la pista Suzanne Lenglen para ver el primer entrenamiento de Nadal en París, aunque no sabe que el destino le citará luego con el número uno como lucky loser tras la baja de Alexandr Dolgopolov. Bajo un sol que pica, el español está jugando un set con Pablo Cuevas y acaba de conectar una derecha paralela demoledora. Como la mayoría de los espectadores que están en una de las gradas laterales, el italiano se asombra. Son muchos años viendo a Nadal hacer tiros como ese, mucho tiempo contemplando las barbaridades que produce su raqueta, pero da igual. “Incredibile!”, le dice Bolelli en italiano a su acompañante, que por supuesto también alucina.
Increíble también es lo que pasa el lunes por la tarde cuando Nadal pone un pie en la Philippe Chatrier para debutar en el torneo y se encuentra a un contrario en estado de gracia, que le come terreno pegando muy profundo, muy recto, muy directo, y que de ganador en ganador (firma 26 cuando se aplaza el partido) se hace grande, tanto que por momentos su banquillo llega a pensar que arrebatarle un set al balear es posible, y eso ya es mucho tratándose del rey de la tierra, el mejor de todos los tiempos sobre arcilla, el tenista que busca una undécima Copa de los Mosqueteros en París.
Desde el principio de la segunda manga, después de que el español haga suya la primera evitando el desempate por los pelos (rompe al italiano con 4-4 tras más de 40 minutos de batalla), la victoria se discute con paraguas en la tribuna. Eso es un gran problema para Nadal, que se encuentra peleando el pase a la segunda ronda en condiciones lentas y pesadas, con una bola que no responde a sus órdenes de siempre (ni rastro de su tradicional efecto combado) y bajo una lluvia que pone en peligro la continuidad del duelo en varias ocasiones de la tarde, hasta que finalmente cerca de los ocho los tenistas se van a vestuarios para volver mañana.
La primera hora del cruce, el italiano aguanta a Nadal jugando al límite. A la mínima, Bolelli suelta un zarpazo que pone en situaciones defensivas a su rival (qué bien abre la pista con su revés a una mano para desplazar al español) o que directamente le lleva hasta el error (cómo carga el italiano una y otra vez su juego sobre la zona del revés de su oponente). El número 129, con su muñeca viviendo de la inspiración, provoca los aplausos de la gente, se queda los puntos más espectaculares y compite con una fluidez que hipnotiza, muy fácil la ejecución de cualquiera de sus golpes.
Aunque el marcador le favorece a Nadal, que se marcha con una buena ventaja a descansar, Bolelli consigue alertar a los demás de cómo hay que jugarle al español en tierra. Es verdad que hace falta unir muchas cosas (puntería, decisión y un poquito de suerte), pero no hay otra manera de intentar ganarle al mallorquín que la del italiano: ir a saco desde la primera bola y arriesgar hasta el extremo en cada tiro. Y la mayoría de las veces ni eso es suficiente.