Ni un gesto de tensión en la grada, ni un puño cerrado con rabia tras escapar de una situación peliaguda en la pista. Tranquilidad y calma, las palabras que acompañan a Rafael Nadal en su estreno en Wimbledon, hablan de un debut sin sobresaltos, controlado en todo momento y coronado con un claro 6-3, 6-3 y 6-2. Incluso al final del partido, cuando Dudi Sela le rompe el saque en el arranque del tercer set, el mallorquín reacciona de forma incontestable: suma cuatro juegos consecutivos (de 0-1 a 4-1) y accede a la segunda ronda (le espera el kazajo Kukushkin, vencedor 6-4, 2-6, 6-2 y 6-3 de Vasek Pospisil) pidiendo paso. Cuidado, que Nadal está con muchas ganas. [Narración y estadísticas]
“Para jugar bien en esta superficie lo que necesito son horas y hoy he ganado un partido”, explica luego Nadal en una sala de prensa medio llena. “Esto me permite volver a jugar pasado mañana otro partido contra Kukushkin, y a partir de ahí cada día es un test, cada partido que vaya jugando espero encontrarme mejor”, prosigue el balear. “Ojalá pueda seguir en una línea ascendente, pero no estoy totalmente adaptado aún. Cada día en hierba es una aventura”.
“Está bastante adaptado en cuanto a golpes, pero no en cuanto a situaciones de juego”, le sigue Francis Roig, uno de sus entrenadores. “Hay jugadas en los partidos que son mucho más reales que en los entrenamientos. A la hora de llegar a la pelota está bien, los golpes que debe hacer en cada momento es algo que le irá dando la competición”.
Sela es el rival perfecto para Nadal, el que seguramente elegiría el español para debutar en Wimbledon si tuviese la oportunidad. Con su 1,75m y su revés a una mano, el israelí está muy lejos de ser el prototipo de tenista que genera nerviosismo en el número uno. En una primera ronda sobre hierba, ya se sabe, un saque potente y unos golpes poderosos pueden hacerle un roto a cualquiera. Afortunadamente para el mallorquín, desgraciadamente para su contrario, Sela no tiene nada de eso. El 127 del mundo, un jugador cerca del ocaso (33 años), vive de su talento, de una muñeca ingeniosa, y de ser el más listo de todos, un pillo encerrado entre las líneas de una pista.
Como espera, el balear se enfrenta a un estreno agradable, aunque tarda un poquito en despegarse del marcador. Al comienzo, Nadal necesita seis juegos para encontrarle el pulso a la superficie. Sí, el español llega a Wimbledon tras una semana de entrenamientos en las pistas del Mallorca Open, después de apurar otros siete días en Londres y con dos encuentros de exhibición disputados en Hurlingham para exponerse a situaciones parecidas a las de la competición. Lógicamente, ninguno de esos tres escenarios puede preparar del todo al español para lo que se encuentra cuando pisa la central de Wimbledon, el lugar más importante de su deporte.
Pasa la hora del té y Nadal juega en una pista preciosa, con el sol dando brillo a una hierba aún impoluta. Según avanzan los minutos, el campeón de 17 grandes va ganando confianza para jugarse los peloteos en las tres primeras bolas. A partir del 3-3 de la primera manga, cuando consigue un break que inclina el encuentro (4-3 y saque), el español se demuestra que puede usar todas las armas que exige la superficie, que tiene decisión, valentía y mucha puntería, aunque todavía le falta bastante al resto.
En consecuencia, el jugador que se marcha de la central de Wimbledon es uno que dispara un 74% de primeros servicios, que sube 29 veces a la red impulsado por un revés cortado maravilloso (se lleva 24 puntos en la cinta) y que conecta 31 golpes ganadores por solo 17 errores no forzados. Los números no engañan: Nadal ya juega como manda la hierba.
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