Arde Nueva York, sigue el tenis
- El Abierto de los Estados Unidos se convierte en el primer torneo que aplica la regla del calor en el cuadro masculino, pero la primera ronda sufre nueve abandonos como consecuencia de las altas temperaturas.
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Una enorme toalla de hielo cuelga del cuello de Novak Djokovic, que acaba de pedirle un cubo al juez de silla de su partido porque tiene ganas de vomitar. Es el estreno de Nole en el Abierto de los Estados Unidos, pero parece una prueba de supervivencia. Las gradas del torneo están vacías, las calles desiertas y las botellas de agua agotadas. Eso no es ninguna sorpresa: los termómetros hablan de un infierno por el que no corre ni un soplo de aire (picos de 36 grados y un 70% de humedad, una combinación insoportable y asfixiante). Entre esas llamas emerge dando tumbos Marton Fucsovics, que gana 3-6, 6-3 y 4-2 a Djokovic en el estadio Arthur Ashe. Todavía un poco grogui, aunque más recuperado tras ser atendido por el cardiólogo y tomarse una pastilla que le asienta el estómago, el campeón de 13 grandes suma 10 juegos seguidos, vence 6-3, 3-6, 6-4 y 6-0 al húngaro y lo celebra por todo lo alto: ha ganado un cruce que se juega en una sartén.
“Hemos jugado en unas condiciones brutales”, dice luego Djokovic. “Ha sido un partido muy duro. Nos ha costado a los dos, pero no hemos sido los únicos. Creo que ha habido casi 10 retiradas en el cuadro masculino”.
El martes por la mañana, tras una primera jornada de condiciones extremas que termina con tres retiradas en el cuadro masculino y otros tantos jugadores afectados (por ejemplo Roberto Carballés, que vomita dos veces durante el encuentro ante Mitchell Krueger), la federación estadounidense se sienta con el equipo de médicos del Abierto de los Estados Unidos y los directivos salen de la reunión decididos a cumplir con la recomendación de los doctores: aplicar por primera vez la regla de calor entre los hombres, hasta hoy un privilegio de las mujeres. Así, y a partir de la una del mediodía, los jugadores se van enterando de la novedad: con la regla activa, para lo que es necesario que el índice WBGT (Wet Bulb Globe Temperature, por sus siglas en inglés, conocido como barómetro de bulbo húmedo) rebase la cifra de 32,5 grados, tienen 10 minutos entre el tercer y cuarto set para irse al vestuario.
“El descanso de 10 minutos ha sido genial y necesario para los dos tras estar luchando dos horas y media”, reconoció Djokovic, que eligió darse un baño de hielo mientras su oponente hacía lo mismo a escasos metros de distancia. “Poder volver al vestuario, cambiarte de ropa, ducharte, comer algo, refrescarte y luego salir hace que sea bastante diferente. Te sientes renovado”, cerró el serbio, citado ahora con el estadounidense Sandgren (6-3, 6-4 y 6-2 a Viktor Troicki) por el pase a tercera ronda.
“Esta mañana estaba con [Diego] Schwartzman en el vestuario cuando empezaban los partidos y hablábamos con los fisioterapeutas sobre si existía alguna norma por el calor, pero nos han dicho que solo en el circuito femenino”, confesó Pablo Carrerño, vencedor 7-5, 6-2 y 6-2 de Malek Jaziri. “Al poco tiempo, han venido a informarnos de que la regla de calor se había instaurado para hoy entre el tercer y cuarto set”, continuó el español, al que le espera Joao Sousa (6-2, 6-2 y 6-3 a Marcel Granollers) en la segunda ronda. “Entre el calor, la humedad y la tensión, es normal que se produzcan pájaras”.
Algo más que una pájara tumbó a Leonardo Mayer en la pista número 8. “Lo que me pasó fue un golpe de calor”, dijo el argentino, que se retiró en el cuarto set de su partido ante Djere (4-6, 4-6, 6-4, 2-1 y abandono). “Yo sudo mucho y eso hizo que perdiera mucho líquido. He jugado otras veces con mucho calor, he aguantado bien, pero esta vez no podía”, insistió Mayer. “Pusieron 10 minutos de descanso, pero yo necesitaba una hora y media. No hay que jugar más a cinco sets. Hasta que no se muera alguien no van a parar”.
A las tres retiradas del lunes se le sumaron las seis del martes, la mayoría consecuencia de la ola de calor que asola Nueva York. El miércoles se espera que sea todavía peor, pero una cosa está clara: el tenis no se detiene.