El pasado viernes, Rafael Nadal se montó en un avión rumbo a París sin haber tomado la decisión de jugar el último Masters 1000 de la temporada, que comenzó este lunes. El español, que aterrizó en la capital francesa con la intención de probarse sobre la pista cubierta del Palacio de los Deportes, tardó muy poco tiempo en dar luz verde a su estreno, que será el miércoles ante Fernando Verdasco (6-4 y 6-4 a Jeremy Chardy) en un cruce bien exigente para volver a empezar tras 54 días ausente por la lesión en el tendón rotuliano de la rodilla derecha que le obligó a retirarse de las semifinales del Abierto de los Estados Unidos, a renunciar luego a la eliminatoria de Copa Davis contra Francia y también a la gira asiática, en su caso compuesta por los torneos de Pekín y Shanghái. Ahora, a falta de dos citas para cerrar el calendario de 2018 (París-Bercy y la Copa de Maestros de Londres), Nadal está de vuelta con ganas de pelear por todo, pero sin ninguna presión después de enfrentarse a otra importante lesión que amenazó con cerrarle las puertas del circuito hasta 2019.
“Estar en París me hace muy feliz”, reconoció el mallorquín en su primer encuentro con los periodistas. “Paré durante un tiempo tras el Abierto de los Estados Unidos y he tenido que volver a los entrenamientos paso a paso”, prosiguió Nadal. “No es una situación nueva para mí. Es algo que ha ocurrido en mi carrera en varias ocasiones, así que conocemos el proceso y las cosas que funcionan”, continuó el tenista. “Intentaremos seguir nuestro camino con calma y manteniendo el optimismo cada jornada. Sabemos que las cosas no van a cambiar de un día para otro con este tipo de lesiones. Vamos a ir día a día”, insistió. “De momento, he podido completar los entrenamientos y es algo que me llena. Mi cabeza no se centra en grandes mejoras sino en hacer pequeños progresos cada día”.
Nadal aterrizó el viernes a mediodía en París, dejó su equipaje en el hotel Plaza Athénée y se marchó a cenar con su equipo. Desde el sábado hasta el martes, el balear inició una preparación programada y estudiada en la que buscó incrementar el nivel de exigencia, recurriendo a jugadores de nivel (Grigor Dimitrov, Marco Cecchinato o Stefanos Tsitsipas) para preparar su estreno en el torneo mientras veía a Novak Djokovic debutar con paso firme (7-5 y 6-1 a Joao Sousa) y a Roger Federer apuntarse a última hora tras ganar Basilea el pasado domingo (no compite en París desde 2015).
“Como todos sabemos, Rafa lleva desde el Abierto de los Estados Unidos sin jugar y no conocemos muy bien cómo va a volver”, dijo Verdasco, que se ha llevado tres de los últimos seis encuentros con el campeón de 17 grandes. “No sabemos si vendrá jugando impresionante o bien. No va a volver jugando fatal, eso ya lo puedo asegurar. Si no, no jugaría”, avisó el madrileño, que puede calificar su 2018 con un notable alto porque no lograba tantas victorias (33) desde 2011, cuando sumó 36. “Sé que va a pelear por cada punto, pero yo voy a intentar luchar también cada pelota. Va a ser una batalla muy dura. Desde el momento en el que le estrechas la mano sabes que va a dar todo ante ti. Jamás se va a rendir”, reiteró. “Pienso dejarme todo ahí fuera”.
Nadal está en París con un objetivo claro, que no es ni defender el número uno (lo perderá si Djokovic llega más lejos) ni tampoco ganar un título que se le ha resistido históricamente (llegó a la final en 2007, que perdió ante el argentino Nalbandian). El español regresa en la parte más complicada del año para él (la gira de pista dura bajo techo, en la que suma un 68,1% de victorias) porque necesita sentirse competitivo. Eso es agarrar la raqueta, quitarse el óxido, sentir la adrenalina de la competición. En consecuencia, algo tan sencillo como volver a jugar a tenis.