Los números hablan de un 2018 desagradable para Rafael Nadal, vivido de sinsabor en sinsabor, pero en cualquier caso sobresaliente cada vez que ha podido competir sin problemas físicos porque en esas condiciones ha ganado cinco títulos, incluyendo su undécimo Roland Garros.
Esto, sin embargo, es lo que ha sucedido cuando han aparecido las lesiones. Hasta ahora, el español ha terminado siete torneos (cuatro títulos), ha jugado nueve (se ha retirado en dos grandes, en cuartos del Abierto de Australia y en semifinales del Abierto de los Estados Unidos) y se ha perdido nueve de las 18 citas que tenía programadas inicialmente, a falta de ver lo que ocurre con la Copa de Maestros de Londres (desde el próximo 11 de noviembre).
La renuncia al Masters 1000 de París-Bercy por una sobrecarga abdominal engordó la lista de lesiones del curso y dejó una consecuencia que se veía venir en los últimos meses: Novak Djokovic se convertirá en el nuevo número uno del mundo el próximo lunes, cuando se actualice la clasificación.
"Un milagro es estar número uno a día de hoy habiendo jugando nueve torneos y tras retirarme en dos de los cuatro grandes", dijo el balear tras anunciar su retirada del último Masters 1000 de la temporada, buscando evitar que la sobrecarga abdominal se convirtiera en algo mucho peor, como una rotura.
"El que me supera es alguien que lo merece, que es muy bueno y que ha podido jugar muchos meses de forma continuada", añadió sobre Djokovic, que ocupará la cima de la clasificación por primera vez desde el 6 de noviembre de 2016. "Sinceramente, se hace complicado estar número uno habiendo jugado siete torneos completos durante todo el año. Estar donde estoy es una gran noticia: quiere decir que he hecho las cosas dentro de la pista de forma casi mejor imposible".
Nadal abrió su temporada descartando jugar en Brisbane porque no estaba recuperado de la carga de estrés que sufrió en el tendón rotuliano de la rodilla derecha en el tramo final de 2017. Unas semanas después, el mallorquín se retiró ante Marin Cilic en los cuartos de final del Abierto de Australia por una lesión de grado 1 en el psoas-ilíaco de la pierna derecha, de la que recayó cuando pretendía regresar en Acapulco, cerrándole también las puertas de los Masters 1000 de Indian Wells y Miami.
Si la gira de tierra fue un éxito (cuatro títulos de cinco posibles), el verano machacó otra vez al tenista. Tras ganar Roland Garros, Nadal se bajó de Queen’s (previo a Wimbledon) y de Cincinnati (tras ganar en Canadá) por precaución y se rompió de nuevo en las semifinales del Abierto de los Estados Unidos, donde sufrió otro episodio de su histórica lesión en tendón rotuliano de la rodilla derecha. En consecuencia, también se perdió Pekín y Shanghái, intentó reaparecer en París y… se marchó antes de empezar.
Mientras el cuerpo frenaba a Nadal, Djokovic sufría una recuperación fantástica. Desde mitad de año, y tras meditar una retirada que finalmente no llegó, el serbio ganó dos grandes (Wimbledon y Abierto de los Estados Unidos), otros dos Masters 1000 (Cincinnati y Shanghái), se plantó en París con 27 partidos ganados de los últimos 28 disputados (28 de 29 después de imponerse al portugués Sousa el martes) y con el número uno a tiro, un objetivo que hizo suyo antes de tiempo tras la retirada del español.
El ascenso de Nole a la cima es una muestra de voracidad implacable: el serbio estaba fuera de los 20 primeros en el mes de julio (número 21) y en noviembre ya es el mejor tenista del planeta.