Rafael Nadal apurará hasta el último momento para decidir si juega el Masters 1000 de París-Bercy (desde el próximo 29 de octubre), donde tenía previsto reaparecer tras retirarse ante Juan Martín del Potro en las semifinales del Abierto de los Estados Unidos por una lesión en el tendón rotuliano de la rodilla derecha que le obligó a renunciar también a las semifinales de Copa Davis entre España y Francia y a la gira asiática, compuesta por los torneos de Pekín y Shanghái. Si no llega a París, lo que dejaría a Novak Djokovic como nuevo número uno del mundo (la distancia actual entre ambos es de 315 puntos), Nadal intentará disputar la Copa de Maestros en Londres (desde el 11 de noviembre), la cita que reúne a los ocho mejores del curso. Así, sus intenciones van en una dirección clara: el español no ha bajado los brazos y en su equipo son optimistas con verlo compitiendo muy pronto.
Esto es lo que ha ocurrido en los últimos 46 días. Desde su abandono del pasado 7 de septiembre en el último grande del año, Nadal ha seguido rigurosamente las instrucciones del doctor Ángel Ruiz Cotorro, al que ha visitado periódicamente en Barcelona y con el que volverá a pasar consulta antes de sentarse a decidir si juega en París la próxima semana. Al tratamiento elegido para recuperar la lesión en la rodilla, más conservador que agresivo, el tenista le ha sumado un puñado de horas de trabajo semanal entre el gimnasio y la camilla con Rafael Maymò, su fisioterapeuta, y Joan Forcades, su preparador físico.
Durante todo ese tiempo de inactividad obligada, el número uno ha ido actualizando con cuentagotas su estado (“si bien las molestias en mi rodilla no son nada nuevo, hemos decidido junto con mi equipo médico y técnico la no participación en la gira asiática para recuperarla de la manera que siempre hemos hecho”, fue lo último que escribió sobre la lesión en su cuenta de Twitter el 19 de septiembre, cuando renunció a jugar en Pekín y Shanghái), ha sido noticia en el mundo entero por calzarse unas botas y agarrar un cepillo para ayudar tras las inundaciones de Sant Llorenç y ha participado en distintos actos de su academia, como en el segundo aniversario que se celebró este martes con el anuncio de la expansión a México abriendo un nuevo centro en el mes de noviembre.
De aquí a final del año queda la parte más complicada e incómoda de la temporada para Nadal: la gira de pista dura bajo techo, en la que suma su peor porcentaje de victorias (68,1%), y que finaliza con la Copa de Maestros, el único gran título que le falta al balear en su currículo. En blanco desde las semifinales del pasado Abierto de los Estados Unidos, el mallorquín podría haber optado por volver en 2019, pero su instinto competitivo y los alicientes que le ofrecen las últimas citas del curso (oponer resistencia al ascenso de Djokovic a la cima de la clasificación o no haber ganado nunca el Masters 1000 de París-Bercy ni tampoco la Copa de Maestros) han mantenido vivo el objetivo de regresar para cerrar el curso en la pista.
En consecuencia, Nadal volvió a entrenarse hace unos días acompañado por Carlos Moyà, uno de sus entrenadores. Lo hizo en silencio, sin dejarse ver por sus redes sociales como otras veces para anunciar que estaba preparando el regreso. El movimiento tuvo una lógica aplastante: a día de hoy, el jugador desconoce si jugará París y Londres, solo Londres, o ninguno de los dos torneos que le quedan para ponerse a pensar en la próxima temporada.
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