“Estaba entrenando muy bien, pero esto puede ocurrir”. “No he tenido buenas sensaciones en ningún momento”. “Ha sido uno de esos días en los que las cosas no salen”.
Philipp Kohlschreiber eliminó el martes a Novak Djokovic en la tercera ronda de Indian Wells (6-4 y 6-4) y confirmó que incluso los mejores sufren batacazos en un suelo plano. El serbio, que llevaba sin jugar desde que ganó el Abierto de Australia el pasado mes de enero, reapareció el sábado en el primer Masters 1000 de la temporada ganando a Bjorn Fratangelo y se la pegó el lunes ante Kohlschreiber, que había acabado derrotado en sus 11 encuentros anteriores ante un número uno del mundo.
Así es el tenis. Así es el deporte. Así es la vida.
“Estaría mintiendo si dijese que no me molesta perder, y más en un torneo como este, en el que he tenido tanto éxito en el pasado”, reconoció el serbio. “Es imposible no darle vueltas a una derrota como la de hoy, pero hay que pasar página, seguir adelante y pensar en Miami. Es parte de nuestro mundo”, añadió el campeón de 15 grandes. “Hay cosas en las que trabajar. No estoy en mi nivel de juego más alto, soy consciente, pero ojalá lo consiga en el próximo torneo. Sé de lo que soy capaz y conozco la calidad de mi tenis”.
Djokovic cayó en una mala tarde. Tibio con la derecha y helado con el revés, el serbio cruzó los dedos para que su contrario no viese la oportunidad y se lanzase a por ella. A los 35 años, Kohlschreiber supo interpretar bien la ocasión y removió las dudas de su rival abusando de los ángulos y los efectos, dos armas que domina a la perfección desde hace mucho tiempo, para inclinar la rodilla del mejor tenista del mundo.
Hace más de un mes, Djokovic asustó al hacerse con el trofeo de campeón en Melbourne atropellando a Rafael Nadal en la final. Entonces, gran parte del vestuario se llevó las manos a la cabeza, imaginando una nueva etapa de dominio ininterrumpido del serbio, como las que protagonizó en el pasado (2011, 2015, 2016…). La realidad, sin embargo, es que Nole cayó en las semifinales de Doha (con Roberto Bautista), ganó el Abierto de Australia y volvió a descarrilar ante Kohlschreiber en el desierto, dejando señales de vulnerabilidad.
Mientras el serbio caía, Rafael Nadal (6-3 y 6-1 a Diego Schwartzman) y Roger Federer (6-3 y 6-4 a Stan Wawrinka) avanzaban a octavos sabiendo que si llegan a semifinales chocarían entre ellos en otro capítulo de una de las mejores rivalidades de la historia.
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