"Lo ha hecho ya muchas veces en su carrera". A Novak Djokovic no le sorprendió el nivel de Rafa Nadal (Manacor, 1986) en su partido de cuartos de final de Roland Garros. No quita eso que lo que hiciera el tenista balear en la Philippe Chatrier de madrugada volviera a superar los límites de lo racional.
Hace tres semanas, Nadal se iba de Roma saltando todas las alarmas. Los dolores de su pie izquierdo podían con él. Para su viaje a París, las dudas eran lógicas y él se ha encargado de disiparlas: tres partidos sin perder un set (ante Thompson, Moutet y Van de Zandschulp) y dos batallas de exigencia ganadas (ante Aliassime y Nole).
4 horas y 21 para derrotar a Félix y otras 4 horas y 12 minutos para hacerlo con Novak. En total, casi nueve horas jugadas entre octavos y cuartos del Torneo de los Mosqueteros. Y Nadal, pese a su pie, ha sido capaz de obrar una vez más el milagro.
Djokovic, tras su derrota, daba voz a la obra de Nadal en el presente Roland Garros: "Es capaz de, pocos días después de estar lesionado y apenas poder caminar, volver al cien por cien a nivel físico". Nadal, en cambio, era tan cauto y enigmático como lo ha sido la última semana y media: "Tengo lo que tengo en el pie y si no encontramos una solución es difícil para mí".
Rafa reconocía que el de cuartos fue su mejor partido "en los últimos cuatro meses". Lo fue por lograr mantener la intensidad mental y la física pese a la irregularidad que le ha tocado sufrir los últimos meses. Y precedido de otra batalla durísima. Contra Aliassime, la media de duración de los juegos fue de 5,9 minutos y contra Djokovic, subió a 6,46'.
En el partido contra el serbio hay que destacar la duración de los juegos en la primera fase del partido. Hasta tres se fueron por encima de los diez minutos en los dos primeros sets y otros cuatro lo rozaron durante todo el choque.
La exigencia del partido de este martes queda demostrada con las once rupturas que intercalaron Rafa y Novak. En lo que respecta al español, hizo de todo: desde arrasar en el primer set y reponerse en el tercero a lograr en el cuarto otra gran remontada, de la que luego hablaremos.
Lo que hizo más difícil para Nadal el partido contra Djokovic fue el hecho de que se jugara de noche. Se quejó el español en la previa: "Prefiero jugar de día. Conozco este torneo de día, así lo he jugado toda mi carrera (...) Puede ser mi último partido en Roland Garros y me gustaría jugarlo de día". El hecho de que Carlos Alcaraz y Zverev, los protagonistas del otro partido de cuartos de la jornada, ya hubieran jugado dos veces en el turno de 'tarde' hizo que los deseos del manacorí se incumplieran.
Roland Garros no es el mismo de noche. La humedad llega a la tierra batida y las bolas ya no botan igual, a lo que se suma el frío y hace que el Grand Slam de arcilla pierda muchas de sus peculiaridades. Aún así, Nadal demostró una gran capacidad de adaptación para imponerse al número uno del mundo.
¿Cómo está jugando Nadal?
Lo primero es la sensación que da, que es la de no estar sufriendo por su lesión crónica. "Si le dolía el pie, no lo mostraba", decía Aliassime tras ser derrotado. La realidad es otra para un futbolista que desde 2005 sufre el síndrome de Müller-Weiss, lesión degenerativa que debilita el hueso y la articulación astrágalo-escafoidea de su pie izquierdo.
Del lado de Rafa no se mueve su médico de confianza, el doctor Ángel Ruiz Cotorro. El galeno ha viajado con él a París para Roland Garros y le está ayudando a sobrellevar el dolor. En ciertos momentos de su carrera, Nadal ha estado jugando infiltrado para 'dormir' su pie.
La agresividad en su juego sigue patente. Contra Aliassime hizo un total de 46 winners (tres fueron aces) y contra Djokovic firmó hasta 55 (otros tres aces). Ambos partidos, por supuesto, fueron batallas que se jugaron desde el aspecto mental.
El que más pagó la diferencia de fortaleza anímica fue el canadiense, por su inexperiencia: de los seis puntos de break que ganó Rafa, cinco fueron por errores de su rival. "Se necesita mucho esfuerzo, mucha concentración", decía sobre jugar contra el español. Desde la zona del público siguió atento el partido Toni, el tío de Nadal y actual entrenador de Aliassime, que no quiso ser partícipe en la batalla contra su sobrino.
Contra Djokovic, por la exigencia de unos juegos más largos y el cambio en la pista al jugarse de noche, Nadal tuvo que sacar su mejor repertorio. Hizo 55 winners, que son casi dos decenas más de los que promedia en el presente Roland Garros (36).
El dato a destacar fueron las 29 dejadas que intentó el manacorí, que distan de los 15 drop shots (como se conocen en inglés) que realizó contra Aliassime. Ante el canadiense, sin embargo, se lució con más passings (26) que contra el serbio (18).
El milagro de Nadal tuvo en el cuarto set del partido contra Djokovic, el definitivo, su punto álgido. Empezó 3-0 arriba el serbio bastándose de poco más de diez minutos de juego. A remolque, Rafa ganó fáciles sus dos siguientes saques tras el break inicial. Lo hizo también Nole hasta ponerse 5-2 por delante y amarrar un set que, a su pesar, se le acabaría escapando de las manos.
Con 5-3, tras otro saque sencillo para Rafa, llegó el juego determinante del partido. Sacó Djokovic y todo el rally de puntos fue un pulso espectacular. Lo tuvo el serbio a su favor, con un 40:30 con punto de set. Igualó el español y, tras el deuce, otra vez Nole tuvo la oportunidad de empatar el partido. Pero el espíritu indomable del ganador de 21 Grand Slam volvió a prevalecer y se llevó el saque de su rival.
Tras el punto de inflexión, Nadal selló su gran remontada en un espectacular tie-break. Rompió a las primeras de cambio a Novak y se puso 0-3. Después de otro break a su favor, Rafa gozó de cuatro puntos de partido y no fue hasta el último, con su propio saque, con el que confirmó su impresionante victoria.
Otro acto de superación. Salvando las distancias, a muchos recordó al de la final del último Abierto de Australia contra Daniil Medvedev. Entonces iba 0-2 abajo en el marcador general y con tres puntos de break en contra, para el 2-4, en la tercera manga. Obró el milagro. En París, el milagro está siendo la lucha contra su pie.
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