El Cultural

"A lo mejor soy escritor porque estoy muerto"

Gustavo Martín Garzo

16 mayo, 1999 02:00

A pesar de la euforia que se le supone a un premio Nadal, Gustavo Martín Garzo rezuma serenidad y desengaño. Asegura que vivir resulta a veces muy fatigoso y decepcionante, y que no hay que desdeñar la tristeza: "lo único terrible es la desesperación"

Pregunta: Sus Historias de Marta y Fernando (Destino) han obtenido el premio Nadal. Antes, era un escritor casi secreto, de culto. ¿Cómo ha mantenido la serenidad?
Respuesta: Se da demasiada importancia a los premios. No creo que tengan el poder de cambiar a nadie.
P: ¿Se ha sentido en algún momento la parte más insignificante de un montaje comercial?
R: Me presenté al premio Nadal pensando que podría acceder a un público más amplio. Estoy muy satisfecho de haberlo hecho.
P: La edición anterior del Nadal fue tan exitosa como turbulenta. ¿Qué estaría dispuesto a hacer para vender más?
R: Nada distinto a lo que siempre he hecho. Escribir mis libros y ofrecérselos a los demás lleno de expectación y orgullo.
P: El libro ha tenido una crítica, cuando menos, desigual. ¿Cree que le han pasado factura por las buenas críticas a libros anteriores?
R: La lectura se rige por las leyes de la afinidad. No creo que sea posible complacer a todo el mundo.
P: ¿La crítica en España es justa o atrabiliaria? ¿Y profesional?
R: Los críticos, como los escritores, tratan de hacerlo lo mejor que saben. Lo que por desgracia, en ninguno de los dos casos, es garantía de acierto.
P: ¿Y los escritores?
R: Escribir un libro es una labor bastante ardua. Cualquiera que logra culminarla merece mi respeto.
P: Nunca se había publicado y leído tanta novela española contemporánea ¿Nuestros narradores son tan buenos o es en gran parte una moda?
R: Creo que los hay muy buenos. Sí, además, la gente los lee debemos felicitarnos por ello.
P: ¿Quiénes quedarán de todos estos novelistas?
R: No lo sé y tampoco me importa. Como lector, sin embargo, ser contemporáneo de algunos de los autores españoles actuales me llena de orgullo.
P: Su novela es una historia de amor correspondido. ¿Estaba cansado de historias de amores imposibles? ¿Dónde quedan la incertidumbre y el dolor?
R: El amor, aun el correspondido, es siempre imposible. Es la memoria de lo que no ha sucedido ni puede suceder.
P: Al presentar el libro, mencionaba la frase de Kafka "La paradoja está en que hemos sido expulsados del paraíso pero permanecemos en él" ¿Cuál es su paraíso?
R: Lo paradisíaco no se puede definir, aunque se reconozca al instante cuando aparece.
P: ¿Y su paraíso perdido?
R: Aquél en el que la muerte aún no existía.
P: Ha afirmado en alguna ocasión que "cuando ya no somos niños, estamos muertos". ¿Cómo lo ha conseguido?
R: ¿Quién dice que lo he conseguido? A lo mejor soy escritor porque estoy muerto.
P: ¿No es demasiado mayor para seguir jugando a Peter Pan?
R: Habíamos quedado en que estaba muerto. Los niños y los muertos siempre se han comunicado entre sí.
P: ¿Realmente su vocación frustrada ha sido escribir "El patito feo"?
R: De los cuentos de Andersen mi preferido es "La sirenita". Es una historia que me conmueve como ninguna otra es capaz de hacerlo.
P: ¿Cuándo y quién le ha hecho sentirse como un patito feo?
R: No es malo ser un patito feo. Siempre tuve la sospecha de que los cisnes son símbolos de lo que se acaba.
P: ¿Quiénes son los "patitos feos" de nuestras letras"?
R: Hay escritores no valorados como se merecen. Por ejemplo, Francisco Pino. Tiene 89 años y su último libro, "Pasaje de la muerte niña", es literalmente un milagro.
P: Dice que escribe por adicción...
R: Escribir te devuelve al reino de la posibilidad, que es el reino de los amantes y de los niños. Me sorprende que no le dé a todo el mundo por hacerlo.
P: También que cada libro es "una guarida": ¿de qué necesita refugiarse?
R: Los seres humanos somos taimados, envidiosos y maledicentes. Vivir, a veces, es muy fatigoso y decepcionante.
P: Hace unas semanas, Muñoz Molina decía en esta página que eso de escribir para ser querido le parecía una estupidez. ¿Y a usted?
R: Puede que lo sea. En todo caso es de las estupideces menos dañinas.
P: En sus novelas, incluso en esta última, tan realista, abundan los detalles mágicos, la fantasía: ¿Es el único remedio contra la tristeza?
R: No debemos desdeñar la tristeza. Lo único terrible es la desesperación.
P: Con El lenguaje de las fuentes obtuvo el premio Nacional de Literatura, que concede el Ministerio de Cultura: ¿cree que realmente debe ser quien establezca cuál ha sido el libro del año?
R: Yo pensaba que ese Premio no lo concedía un Ministerio sino un jurado compuesto por críticos y escritores.
P: ¿Para qué sirven los premios, son algo más que un recurso publicitario?
R: Los hombres necesitamos el juego de la excelencia. El problema no es el juego en sí, sino llegar a creérselo demasiado.
P: Está usted muy vinculado con la revista "El signo del gorrión": ¿forma parte de la llamada "mafia de Valladolid"?
R: "El signo del gorrión" es una revista que no recibe financiación alguna, que se hace de una forma artesanal, en la que nadie obtiene ningún otro beneficio que los derivados de la amistad, y que finalmente se publica para casi nada, pues apenas tiene lectores. ¿A eso se puede llamar una mafia? Más bien sería una ONG.
P: A pesar de todo, se mantiene al margen de polémicas: ¿cuál es su secreto?
R: Yo no tengo secreto, ni voy de puro por ahí. Me gusta escribir y me gusta leer. La vida nos da cosas, y a través de los libros los escritores tratamos de devolverle una parte de lo que se nos entregó. Escribir, para mí, es pagar una prenda.