El Cultural

"Al periodismo le sobran presiones"

Juan Eduardo Zúñiga

27 junio, 1999 02:00

La última novela de Juan Eduardo Zúñiga, Flores de plomo (Alfaguara), es un círculo de esos que traza el destino, un círculo que comienza y acaba con un suicidio. El primero, el de Larra. El escritor y traductor se confiesa admirador del periodista y asegura que fue más allá del romanticismo.

Pregunta: No sólo por su dramático final, Larra ha sido considerado como el arquetipo de hombre romántico, ¿el último romántico?
Respuesta: Más bien yo diría que fue, pese a las naturales contradicciones de su temperamento, uno de los primeros escritores comprometido: superó el romanticismo.
P: Al leer su último libro, Flores de plomo, se pueden sentir la inquietud y el desasosiego, ¿es, en realidad la fuerte personalidad de Larra la que ambienta la novela?
R: Sí, como un imperativo que desazona las conciencias.
P: El desamor es el detonante de la muerte del joven periodista, para usted, ¿es el amor un veneno que mata lentamente o es más positivo al respecto?
R: El amor, único maravilloso contraveneno, infunde vida y esperanza, incluso en el desamor.
P: ¿Usted, como Larra, sería capaz de dejarlo todo para entregarse a la "dulce muerte"?
R: No, el poeta catalán Miquel Martí i Pol dice: "La verdadera muerte es desertar". Esa puede ser mi réplica a tan inútil renuncia.
P: Flores de plomo empieza y acaba con un suicidio, ¿qué es lo que tanto le atrae de esta actitud hacia la vida y hacia la muerte?
R: No me atrae el suicidio sino como un hecho que incriminaba a una sociedad.
P: ¿Para usted, el destino humano está escrito de antemano o puede cambiar?; ¿depende esto de la actitud de los que nos rodean?
R: Algunas personas parecen llevadas, hacia la felicidad o la ruina, por ese destino ineludible; luego, pienso que son ellas mismas las que se dan, sin percibirlo, esos fatales mandatos según las fluctuaciones de la convivencia.
P: ¿Cree usted en los augurios de desgracia, tan presentes en su recién publicada novela?
R: Los augurios son únicamente un deseo, un sueño de los humanos para intuir el terrible secreto de lo porvenir.
P: El olvido, presente también en Flores de plomo, es la desaparición absoluta, ¿querer olvidar es odiar?
R: Querer olvidar es temer el recuerdo, no odiarlo. Al olvidar damos muerte a hechos, a seres que deberían sobrevivir.
P: Como periodista, Larra supuso en su época un cambio y una renovación del género. ¿Qué le falta y qué le sobra al periodismo español actual?
R: Le sobran presiones que mediatizan su libertad; le falta valentía para romper la imposición de costumbres e ideas convencionales.
P: Además de escritor es también experto traductor (en 1987 obtuvo el Premio Nacional de Traducción), ¿qué se pierde de un texto al traducirlo, al privarle de su idioma original?
R: Se pierden los matices propios del alma que singularizan cada lengua, pero la traducción, no obstante, acerca a otros países, a otra gentes.
P: Mariano José de Larra nunca se imaginó pasar a la historia como periodista, ¿cómo le gustaría a Juan Eduardo Zúñiga ser recordado, como novelista o como traductor?
R: Ni una cosa ni otra. Ser recordado como un contador de historias.
P: De todos es sabido su admiración por la literatura rusa del siglo pasado, ¿qué es lo que más le atrae de ella?
R: En Pushkin, su lengua poética; en Gogol, la burla de los mediocres; en Dostoievski, su análisis de la crueldad; en Chejov, el sutil testimonio del sufrimiento: en todos, el respeto por los débiles.
P: ¿Qué escritor de esta época le ha marcado más, personal y literariamente?
R: Siempre he dicho que fue Iván Turguéniev quien me impulsó en el sendero de las letras por su maestría en sondear las almas.
P: ¿Cuál es su consejo para el lector que se inicia en la literatura rusa del XIX?
R: Mi consejo sería leer a Konstantin Paustovski, escritor de nuestros años, por sus obras consagradas a la exaltación de la naturaleza.
P: ¿Usted qué es lo que busca en las páginas de un libro?
R: Según el momento que vivo: en unos, la pasión por las palabras hermosas y los pensamientos inteligentes; en otros, el conocimiento; en otros, la identificación afectiva con el autor.
P: Para usted, escribir es sinónimo de...
R: Hacer que perviva alguna experiencia que tuve; informar de algo que pensé; imaginar historias enmascaradas. ¿Y por qué hago esto?
P: Haciendo alusión a su primer libro de relatos, ¿alguna vez será la tierra un paraíso?
R: No es posible donde impera el culto a la depredación como modelo de triunfo.
P: ¿Cuál es su paraíso particular?
R: Quizá "El jardín de las delicias", de El Bosco.
P: Para muchos, es usted un escritor muy discreto (sin ferias ni firmas), ¿qué secreto quiere preservar?
R: Preservar mi tiempo para contemplar las nubes, para leer, para escribir.
P: En pleno apogeo poselectoral y electoralista me atrevo a preguntarle: ¿qué sentido tiene hoy el compromiso político?
R: Hoy se intenta desprestigiar el compromiso político pero, a cada uno, por ser ciudadano, le mueve una ideología que determina fatalmente ese compromiso.
P: Un buen presagio para poner punto y final...
R: Que cada día la ciudad sea más acogedora para todos, que sean aún más seductoras las mujeres; que se oiga el vals en Do sostenido menor, de Chopin, en lugar del trueno de los misiles.