El Cultural

Fernando García de Cortázar

"La historia se alimenta de carne humana"

12 diciembre, 1999 01:00

Fernando García de Cortázar demostró con su Breve Historia de España que el pasado podía ser el relato más fascinante. Miles de ejemplares más tarde, acaba de publicar una Breve Historia del siglo XX (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg) que recorre un siglo "de intranquilas dudas" que ha tenido sólo una consigna: vender

Pregunta: Un poema de Valente abre su último libro: "Escribo desde un naufragio,/desde un signo o una sombra". A la hora de revisar el siglo ¿por qué y ante qué o quién se ha sentido náufrago?
R: No he sufrido personalmente la zozobra del siglo, pero sí he sentido solidariamente el dolor y la sinrazón de la centuria. En un siglo de claroscuros, a nosotros los occidentales nos han tocado las luces. Yo pertenezco a una generación protegida.
P: Sigue el poeta: "Escribo desde nuestros huesos/que ha de lavar la lluvia,/desde nuestra memoria". ¿Aún hay esperanza?
R: La memoria es la base de la esperanza y la Historia nos suministra la promesa del cambio y la utopía. La Historia nos permite vivir con un pie en las cenizas y otro en las semillas.
P: Se detiene en su libro en 36 personajes o acontecimientos que iluminan el siglo, desde Gandhi a Gorbachov. ¿No echa a nadie en falta?
R: Elegir siempre es rehusar. Desde las preocupaciones del presente pueden ser suficientes. Dentro de unos años quizá aparezcan otros y queden ocultos o ignorados los que hoy destacamos. La Historia se alimenta de carne humana. Es antropófaga.
P: Hace tiempo afirmó usted que su escritura no es "inocente"...
R: No hay nadie neutral, ni siquiera los que presumen serlo. Muchos de éstos no hacen sino servir al orden y a la desigualdad reinantes. No se debe ser imparcial frente a Hitler.
P: Cada siglo, escribe, "tiene su arte". ¿Cuál ha sido el del siglo XX?
R: Muerto Picasso, el arte camina hacia el silencio, hacia la nada. La tela en blanco, el bailarín inmóvil, la música callada que dice Argullol. Es el imperio de la moda, el reino de lo efímero. La superficialidad y el transfuguismo estéticos, en su fluir intrascendente, provocan la desconfianza y el malestar de la cultura mientras la moda escurridiza y veleidosa certifica la muerte del arte, anunciada por Hegel. Los creadores y los artistas son incapaces por ello de liderar la sociedad de final de siglo.
P: A pesar de todo, apunta usted como otro rasgo el humanitarismo. ¿Es verdadero o sólo una moda?
R: El humanitarismo no es una moda, está exigido desde el fondo común del pensamiento humano, lo mismo en Buda que en Cristo. Por supuesto, no es del siglo XX pero ahora se da una conjunción universal de los valores humanos.
P: "Si hay una mala fe, ¿por qué no ha de haber una buena duda?" ¿De qué tenemos más?
R: El siglo XX es un siglo de preguntas, de intranquilas dudas sobre lo que hemos hecho y lo que hemos dejado hacer. Quizá el gran descubrimiento de la centuria haya sido su propia indigencia.
P: El Che, Mao, Lenin o Kennedy son algunos de los protagonistas de sus páginas. ¿Cuál ha sido, de todos estos personajes, la mayor decepción y por qué? ¿Y el más manipulado?
R: La mayor decepción Mao, sobre todo a medida que vamos conociendo aspectos de su vida y del ejercicio brutal de su poder. Kennedy y el Che han sido mitificados y Lenin no ha sido bien entendido.
P: ¿Cree realmente que hemos convertido el siglo en una inmensa superficie comercial? ¿Que la decadencia de los espíritus "tomó forma de electrodoméstico y habitó entre nosotros"?
R: La consigna del siglo ha sido: vender. Vender más que nadie, más que el enemigo y vender más que el amigo. Se trataba de venderlo todo -manufacturas e ideas- y de crear necesidades de consumo. El siglo se ha convertido en una inmensa superficie comercial, expresión del sueño del capitalismo desarrollado, del capitalismo obrero o capitalismo del consumo. El espíritu tomó cuerpo de electrodoméstico y aspiramos a que piense por nosotros.
P: ¿Vivimos un momento peligroso para la historia de la libertad?
R: Si el siglo XIX es el del descubrimiento de la libertad, su continuador es el del forcejeo entre la libertad y sus secuestradores. La libertad ya no es una desazón cultural porque la hemos convertido en el ritual sin fe de la democracia y en el derecho a elegir un trabajo por duro que sea. Yo diría con Miguel Servet que la libertad va conmigo.
P: ¿Es el nacionalismo el mayor desafío de este fin de milenio?
R: No, es encontrar soluciones globales eficaces que liberen a dos tercios del planeta de la tortura del hambre, la malnutrición o la emigración obligada.
P: ¿Cuál es el camino para romper con la violencia en el País Vasco?
R: La única estrategia sensata frente a ETA es la que nunca se ha llevado a cabo: la unión firme de todos los demócratas, la aplicación de la ley y el arrinconamiento político de los violentos y sus allegados. Las condenas verbales del PNV, realizadas después de distintas expresiones de terrorismo callejero, han quedado siempre devaluadas por su actitud de confraternización con quienes las provocan.
P: ¿Cómo se convive con el miedo? R: Lo peor del miedo es que turba el juicio e impide ver lo que pasa. Contribuye, además, al envenenamiento moral de una sociedad. Los nacionalistas vascos nos han obligado a los que no lo somos a convivir con el miedo, pero tenemos que sacudirnos el síndrome de Estocolmo y seguir denunciando el totalitarismo fascista. Es duro soportar el miedo pero también lo es aguantar a los "políticamente correctos", a los consentidores, a los inhibidos y complacientes, a los equidistantes, a los que creen situarse por encima del bien y del mal, cuando chapotean en éste.
P: ¿Cuál es el secreto para convertir en best-seller un libro de historia?
R: El secreto para no aburrir es no contarlo todo, decía Voltaire. No se trata de amontonar todo lo que uno sabe. En mis libros busco un cauce imaginativo tratando de responder a las verdaderas preguntas que el ciudadano hace a la Historia. Como la Historia es relato, me esfuerzo en que los párrafos no caigan desmayados y se puedan leer con gusto.