El Cultural

"El aburrimiento es uno de los nombres en clave de la inspiración"

Felipe Benítez Reyes

9 enero, 2000 01:00

Felipe Benítez Reyes (1960) asegura mantener una relación atormentada con sus libros, una relación que no termina nunca, aunque lleven años en las librerías. Acaso por eso acaba de recuperar su novela Tratándose de ustedes (Tusquets), mientras concluye un nuevo libro de poemas y resalta que versos como el "Yo cojo un taxi..." de García Montero "hoy se le hubiera ocurrido a Petrarca o Garcilaso".

Pregunta: Explica en la nota a esta edición que Tratándose de ustedes es su libro preferido. ¿Por qué?
Respuesta: Tal vez porque es el único que ya no podría escribir si no lo hubiese escrito. Yo era entonces feliz, si me permite la expresión.
P: ¿Realmente es su único libro que puede leer como si fuera ajeno?
R: Sí, no me recuerdo a mí mismo en el trance de estar escribiendo esa novela. Casi me parece apócrifa.
P: Por el contrario, ¿qué libro ajeno puede leer como si fuera propio?
R: Los de mis amigos.
P: ¿Por qué?
R: Porque hablan de sus vidas, y sus vidas me importan.
P: También desea que algún lector "llegue a formar una escalera de color". ¿Cuál ha sido su apuesta literaria más afortunada?
R: No sé. Generalmente, tengo la impresión de acabar la partida casi con lo mismo con lo que llegué. A la par.
P: ¿Cuál su mejor farol?
R: Reservarme ese farol para cuando haga falta.
P: ¿Y el más desdichado?
R: El peor farol es siempre aquel que te adivinan incluso antes de tirártelo.
P: Uno de los personajes de su novela es un bibliófilo, dueño de una librería anticuaria. ¿Son las librerías de viejo su paraíso perdido?
R: Son más bien mi purgatorio abandonado. Durante un tiempo, fui bibliófilo, o algo parecido a eso. Llegaba a cualquier parte, soltaba a toda prisa la maleta y me iba a las librerías de viejo. Pero un día me quité.
P: ¿Sobrevivirán en estos tiempos de prisas e internet?
R: Las librerías de viejo no sólo sobrevivirán a internet, sino que están ya en internet, que es tal vez donde mejor están.
P: En el libro los relatos se encadenan, hasta que al final los personajes se apoderan de la realidad. ¿Cuáles son los límites de la ficción?
R: Supongo que los de la imaginación de cada cual y los de la capacidad de cada escritor para dar coherencia a las espirales discontinuas de su imaginación... Aproximadamente.
P: ¿Alguna vez se ha cruzado con alguna de sus criaturas imaginarias?
R: Mal está decirlo, pero sí, alguna vez. Y es una sensación rara: te sientes como una especie de doctor Frankenstein que ni siquiera ha tenido que practicar el bricolaje quirúrgico para dar vida a un monstruo.
P: ¿Y las reales, le han perdonado sus incursiones en la ficción?
R: Supongo que sí, ya que todas las incursiones en la ficción son casi siempre inocentes. ¿Qué puede haber de malo en el intento de crear pequeños universos de juguete?
P: En nuestros días, ¿que espacio le damos a la magia y a la imaginación?
R: Me temo que un espacio puramente televisivo, con esos invitados que hablan de profecías, de ovnis y de apariciones de espectros como quien habla del tiempo que hace.
P: ¿Cuál ha sido el mayor cuento chino de su vida?
R: Quizá la vida misma.
P: ¿Y el peor?
R: El de los Reyes Magos. Un cuento chino en el que ni siquiera aparecían chinos.
P: "El dedo de Junquera pasó la página. Otro dedo invisible pasó la página en que Junquera pasaba la página".... ¿Y a usted, quién le pasa página? ¿Por qué?
R: Supongo que me pasará página el tiempo, como a todo el mundo, excepción hecha del Judío Errante, de Walt Disney y del conde de Saint Germain, entre otros.
P: Como al personaje unamuniano, ¿alguna vez le han soñado a usted?
R: Me da la impresión de que, a partir de un momento indeterminado, cuando el presente comienza a ser algo muy frágil, todos comenzamos a soñar nuestra propia vida. Me temo que por la cuenta que nos trae.
P: ¿Y han dejado de soñarle?
R: Si dejan de soñarte, no pasa gran cosa. Lo malo es que te conviertas en una pesadilla para quien te sueña.
P: ¿Por qué los poetas de la experiencia despiertan tanta inquina? ¿Qué han hecho?
R: Nada en especial: escribir algunos de los mejores poemas de la literatura contemporánea gracias al apoyo -según opinan algunos- del Partido Socialista Obrero Español.
P: Yo cojo un taxi.... ¿y usted?
R: Creo que yo también cogeré otro, porque no sé conducir. Si lo dice por el célebre y controvertido verso de García Montero, creo que, de vivir hoy, se le hubiera ocurrido a Petrarca o a Garcilaso.
P: Por cierto, acaba de reeditar esta novela. Creo que prepara otra. ¿La poesía le ha abandonado?
R: Es posible. Puedes estar convencido, como lo estaba Juan Ramón Jiménez, de que tienes encerrada en tu casa a la poesía y la poesía puede estar de turismo y a su aire por los Alpes nevados o por Sausalito. Quién sabe. De todas formas, dentro de un par de meses publicaré un nuevo libro de poemas.
P: Colabora habitualmente en Prensa: ¿es el último refugio de la literatura, o sólo unas hojas volanderas y alimenticias?
R: Me gusta escribir artículos, pero no me gusta tener que escribirlos. Las semanas vuelan, y tú tienes que volar al ritmo de las semanas, y hay semanas en que te sientes como Icaro.
P: ¿Cuál es su antídoto contra el aburrimiento?
R: Generalmente, un antídoto homeopático: procurar aburrirme aún más. A fin de cuentas, el aburrimiento es uno de los nombres en clave de la inspiración.
P: ¿Y contra la vulgaridad?
R: No sé si existe un antídoto contra eso. En cualquier caso, estará aún en fase experimental, supongo. De todas formas, a mí la vulgaridad no siempre me parece un defecto. Vulgares fueron Marilyn Monroe, Goya, Galdós, Cervantes, Catulo, Elvis Presley y Góngora, por ejemplo. En cambio, ningún decorador de interiores es vulgar, al menos que yo sepa.