Nietzsche y el nacionalismo
"Nosotros los apátridas"
21 junio, 2000 02:00Se suele olvidar la tremenda defensa que Nietzsche hace frente a los ataques a los que eran sometidos los judíos, hasta llegar a alertar a su gobierno para que los antisemitas fueran expulsados del país
Era muy difícil sustraerse al romanticismo de las patrias cuya metafísica reza así: hay algo originario y originante, el ser, lo sustancial que no necesita de otros para existir, la pureza de nuestra forma de existir como pueblo, ese canto que se escucha pegando el corazón a la tierra del origen. El joven Nietzsche creyó que Dioniso era la musa cultural de II Reich, que él podía ser «el filósofo» como ya Ricardo Wagner era «su músico». El nacimiento trágico de Alemania a la luz de la guerra franco-prusiana inspiró a nuestro trágico amigo Nietzsche. El magnífico eco del Tristán e Isolda se confunde, en un principio, con la victoria del ejército alemán-prusiano. él mismo participa como camillero en la lucha: estaba en juego, eso pensó, la restauración del auténtico espíritu alemán; autenticidad cultural que pasaba por el rechazo radical del cristianismo, la democracia y la ópera, así como en general del enemigo por antonomasia de lo alemán, lo latino, considerado como algo extraño, ajeno a la Kultur. Ahí aparece «lo ario» como documento y prueba de la gran capacidad que tiene este pueblo para, frente a otras culturas y civilizaciones, hacerse cargo de Prometeo como auténtico mito del renacer de la patria alemana. Robar el fuego a los dioses es cosa propia de la metafísica aria; mientras que la manzana de Eva es lo propio de la seducción y demás virtudes femeninas semíticas. El nacimiento de la tragedia es la cota más alta del nacionalismo -xenofobia y racismo incluidos- en la que cae nuestro autor.Ahora no podemos hacerle creer al público que Nietzsche no dijo estas cosas, por las mismas razones que debemos precavernos ante la hermenéutica feliz cuya "esencial" lectura consiste en hacerle decir al autor lo-que-quedó-sin-decir, pero, añadimos, lo que de ninguna manera quería decir.
Ahora bien, Nietzsche interrumpe su "alemanía" por madurez filosófica. Desde la Primera intempestiva rompe públicamente con los fundamentos metafísicos del nacionalismo de su anterior obra; aunque sea a partir de Humano, demasiado humano I y II en donde la crítica de la metafísica basada en «sustancia», «sujeto», «identidad», «origen», «patria», «meta»... conceptos asumidos ahistóricamente, en donde las nuevas categorías dionisíacas del «devenir» y la «multiplicidad» hacen comprensible, filosófica y políticamente el "Ensayo de autocrítica de 1886". Ahí se disculpa de haber confundido lo dionisíaco con el Reich y su música de "cien atmósferas" -remataría en El caso Wagner-. Madurez filosófica significa políticamente que ya no tenemos ni la sustancia, ni al sujeto del origen porque no hay tal Origen ni tal Meta inmaculados. Es la madurez del historiador cuya consigna áurea dice: buena voluntad para con las cosas terrenales. Y, de ahí que nos embargue esta felicidad de la nueva buena del devenir al descubrir que no somos un alma inmortal sino muchas almas mortales. Cualquier identidad que pretendía pasar, cual Rh-, como raíz metafísica es demolida por el politeísmo, el perspectivismo, el librepensamiento y la genealogía.
Politeísmo y librepensamiento como nuevo horizonte significan que el hombre es el único animal que carece de palabra de origen y de última palabra. Librepensamiento (Freidenkertum) apunta tanto a la incredulidad ante los dogmas como a tener muchos pensamientos, pero en el sentido de que se ha viajado mucho (Vielgereist). Para Nietzsche un nacionalista era como un cateto con alforjas de trasmundo, atrincherado, o "tibetanizado" como diría Ortega, en su Heimat o suelo natal, tierra del origen. Pero Dios ha muerto, es decir, los dioses se han muerto de risa al escuchar la palabra atea dicha en medio de la multiplicidad: sólo hay un Dios. Nada de librepensamiento, la virtud intelectual y moral consiste en la Uniformidad. Risa de Zaratustra que llega a La genealogía de la moral: cuando investigamos los orígenes puros de nuestro carnet, tanto a nivel personal, -el famoso Yo como Sujeto de una vez por todas-, como a nivel colectivo, -la Patria como Sustancia, Origen y Destino en lo Universal-, siempre nos encontramos con el devenir, no con nuestra alma mater nacional. Y devenir significa mezcla, multiplicidad. Así que en vez de germanizar a Europa lo que había que hacer era europeizar a Alemania. Lo repite hasta la locura; teniendo tiempo, entre sus viajes hacia el Sur en busca de un cielo más sereno, de poner en práctica sus teorías. Por ejemplo: defendiendo la idea de "Europa como una multiplicidad de razas mixtas" y, sobre todo, acaso porque lo intuía, señalando el peligroso contacto entre el mito ario de Prometeo y el Imperio: ¡a Creta, a Creta!"... comenzando con los judíos. Se suele olvidar por inesencial la tremenda defensa que Nietzsche hace frente a los ataques a los que eran sometidos, hasta tal punto de alentar al gobierno para que los antisemitas fueran expulsados de Alemania.
Nosotros los apátridas (Wir Heimatlosen: La Gaya Ciencia, &377) somos hombres modernos, es decir, que hemos superado la metafísica sustancialista: "de raza y procedencia demasiado diversas y mezcladas" como para creer en "el engañoso endiosamiento de las razas y en la lascivia que hoy se muestra como signo del carácter alemán y hacen recordar el ‘sentido histórico’ en el pueblo de manera doblemente falsa e indecente". En contra Nietzsche, se define como «buen europeo» que significa, entre otras cosas, que no se corta con la tradición europea; por ejemplo, que procedemos del cristianismo, aunque estemos en contra del resentimiento y la solidaridad en el sufrimiento como lo virtuoso.
¿En qué sentido seguimos siendo nietzscheanos? Nosotros, los apátridas, quisiéramos educar también desde la virtud dionisíaca de la solidaridad en la alegría.