Luisa Castro
"Comprenderlo todo es el suicidio"
27 junio, 2001 02:00Luisa Castro (Foz, Lugo, 1966) tanteó muy joven la palabra y los premios literarios, primero en verso y luego en prosa. El último, el Azorín, con El secreto de la lejía (Planeta). Consustancialmente gallega, se diluye con su protagonista cuando ésta dice:"Sólo nos salva lo imprevisto. Lo que hacemos contra nosotros mismos".
Respuesta: En gallego. Ella a mí y yo a mis hijos. Toda mi riqueza es mi idioma, en el que además no escribo. Soy muy ahorradora.
P: Abre la novela hablando del escepticismo gallego.
R: El secreto de la lejía es la historia de una conversión. Sólo a partir de la incredulidad total se puede llegar uno a vender por completo. La incredulidad del gallego es muy divertida para los otros, y un problema para él.
P: Castelao dijo que Galicia tiene más que ver con Nueva York que con Madrid. Foz/Madrid/N.Y. Usted puede juzgar esta frase.
R: Cuando llegué a Nueva York, aquello me recordó inmediatamente al barrio donde nací. Las grandes ciudades tienden a reproducir modos de vida de aldea. También Madrid.
P: Una persona en su sano juicio jamás se dedicaría a la literatura...
R: La literatura no es una cuestión de voluntad, sino de obligación. El lenguaje, en su dimensión creadora, es una cualidad innata que te obliga.
P: ¿Galicia como espacio literario?
R: Todas mis novelas transcurren total o parcialmente en Galicia, pero con ellas hablo de otros sitios. Si escribiera sobre Siberia, Galicia seguiría estando allí. La literatura que no viaja no sirve para nada.
P: ¿Cuáles son sus referentes femeninos en la literatura?
R: Virginia Woolf, Carson Mcullers, Proust, Melville, Rosalía de Castro, Oscar Wilde…
P: ¿Se asoma mejor al mundo desde la estrofa o desde el párrafo?
R: Querrá decir cómo me escondo mejor del mundo. El verso es un escondite más certero, más seguro. El párrafo es más abierto, pero tienes más por donde correr.
P: "Los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro pensamiento". ¿Suscribe a Wittgenstein?
R: Totalmente. El pensamiento no avanza si no se dinamita el lenguaje. La escritura que "piensa" es la que lucha contra el lenguaje, contra sus imposiciones, y no a nivel formal sino a un nivel más profundo. La literatura trabaja con el enemigo en casa.
P: ¿Por qué se fue a Nueva York a estudiar cine?
R: Porque allí daban clases Milos Forman y David Mamet, pero acabé escribiendo una novela.
P: ¿Prefiere la palabra o la imagen?
R: Yo no entré en un cine hasta muy tarde. Una buena película es como un buen libro, tiene el mismo poder de generar imaginario.
P: A Marnie, la ladrona (su película favorita) le vendría bien un poco de lo que usted vivió en los 80.
R: Una cleptómana como Marnie hubiera sacado mucho partido de Madrid. Yo le robé mucho a Madrid, y Madrid a mí. Pero no fui una chica de la movida. Sí estuve allí unos años importantes para mí.
P: No se cansa de ver El hombre tranquilo. ¿Se enamoraría de su protagonista?
R: Yo me enamoré de la mujer. Sólo John Ford podía retratar tan bien al animal mujer. Me enamoraría de John Ford, de su sentido del humor, su sentido épico.
P: Si su primera novela era "una ruptura entre la adolescencia y lo que viene más tarde", ¿qué supone El secreto de la lejía?
R: Es el antes y el después de reconocerse en los otros. Es la disolución del yo, la destrucción que proviene de la comprensión. Comprenderlo todo es el suicidio. El arte busca la comprensión total, la belleza, y para eso también hay que comprender el mal.
P: áfrica, su protagonista, dice: "Me parece mucho más difícil escribir a los 50 que a los 18", ¿Antes Borges que Rimbaud?
R: La inteligencia y la generosidad son propias de la juventud, y son necesarias para escribir. No perderlas es cosa de genios. Rimbaud sólo era un superdotado.
P: En los personajes de su novela la normalidad es una excepción.
R: Es que a mí hasta el ser más anodino me parece extraordinario. A poco que le mires a los ojos a la gente ves al monstruo. Y cuanto más normal es, más monstruoso se vuelve, en su grandeza y en su pequeñez.
P: áfrica, en su huida hacia delante, desconfía siempre del amor...
R: El amor pasión te lo pide todo y es mezquino en lo que da. áfrica, como Marnie, no está dispuesta a que le quiten nada. Y se le nota tanto que acaba siendo la diana de todas las usurpaciones.
P: No insista, su novela es autobiográfica...
R: No lo es, pero no insisto. Sólo soy alguien que escribe. De mí, como del cerdo, lo aprovecho todo.
P: Usted parece desencantada con el concepto de pareja.
R: Qué va. Sigo soñando con alguien como mi padre, capaz de decir: "yo aquí soy el que tiene la última palabra, que es...sí".
P: ¿Es buena amante la literatura?
R: Tanto que no te importa que se vaya con otros. La disfrutas igual. Tampoco ella te pide amor incondicional. La literatura no tiene nada que ver con la pasión, es todo lo contrario.