Image: Fernando Fernán-Gómez

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El Cultural

Fernando Fernán-Gómez

“La mayor alegría que me da el trabajo es que se suspenda”

19 septiembre, 2001 02:00

Tras esa imagen de gruñón que Fernán-Gómez cultiva con mimo no sólo se esconde uno de los más talentosos actores del siglo. También un escritor de genio. Y con genio. Misántropo por vocación y timidez, perfeccionista, inquieto y sentimental, Fernán-Gómez ha preferido huir del teatro y refugiarse, desde hace años, en la escritura. Por renunciar, ha renunciado a la fama y sus miserias. No lo oculta: "Si de mí se dice que soy un señor impertinente y maleducado, pues... es verdad. Lo que no es verdad es que lo sea ahora". Tampoco que lo sea siempre. Eso sí, buscadores de autógrafos, abstenerse.

Pregunta: Con Capa y Espada vuelve, sin embozo, a la novela histórica. ¿Es su género preferido como escritor?
Respuesta: No puedo afirmar que sea mi género favorito, no suelo tener aficiones tan singularizadas. Pero sí que es un género que me atrae mucho y para el que desearía estar muy capacitado.
P: ¿Y como lector? ¿Cuál sería su título favorito?
R: Ya en mi infancia me aficioné a las novelas his-tóricas, sin que pueda señalar un título concreto. Pero, aunque me dé cierto rubor el decirlo, por dema-siado tópico y porque puede ser un recurso para no suspender el examen, mi novela predilecta, y la que he leído más veces, es el Quijote.
P: ¿Por qué Villamediana, por qué el XVII?
R: Pues tenía yo cinco años cuando me llevaron al teatro, a ver una obra que se llamaba Son mis amores reales, de Joaquín Dicenta, hijo, porque en ella actuaba mi madre, la actriz Carola Fernán Gómez, y que trataba de la muerte del poeta Villamediana. Como es natural, no entendí mucho ni recuerdo nada de aquella representación. Pero más adelante, cuando ello se fue convirtiendo en un recurso nebuloso, decidí, no sé muy bien por qué, que alguna vez escribiría algo sobre aquel poeta y su misteriosa muerte.
P: "Alojero", "pañiruelo"... ¿no es lástima que se pier-dan palabras como éstas?
R: Sí, pero es inevitable que para que el lenguaje esté vivo, para que en él en-cuentren cabida las nuevas palabras, otras vayan desapareciendo.
P: ¿Qué se puede hacer para evitarlo, desde la escritura, el cine y el teatro?
R: Que se conserven en la literatura me parece bien, siempre que sea del gus-
to del escritor y del lector, pero esforzarse en que permanezcan en el lenguaje hablado me parece inútil.
P: En la novela analiza la evolución del teatro desde los tiempos de Felipe II a los de Felipe IV, cuando fue el espectáculo más popular. ¿No siente envidia de aquellos tiempos?
R: No, no me hubiera gustado ser actor para aquel público. Sólo me gusta evocar aquellas representaciones, supongo que con un gran margen de error y unas gotas de imaginación.
P: Entonces se acusaba a la comedia de "enseñar a la
vez la lujuria, el atrevimiento". ¿Ha perdido el teatro español esa apuesta?
R: Esas acusaciones eran cosa del clero. Supongo que lo que ocurre ahora es que con la libertad de pensamiento y la evolución de las costumbres las autoridades eclesiásticas han perdido credibilidad.
P: ¿Qué le falta a la escena actual para atraer a las masas como entonces?
R: Respecto a eso puede haber opiniones muy diversas. La mía es que las masas siguen disfrutando hoy como entonces del hecho dramático. Entonces sólo en los corrales de comedias y hoy no sólo en los teatros sino en el cine y la tele. Pero la esencia es la misma.
P: ¿Y que le sobra?
R: Se deduce de la respuesta anterior: la competencia.
P: ¿Alguna vez, como Mateo Gato, ha deseado que pasara algo y se suspendiera una función?
R: Sí, casi siempre. La mayor alegría que me proporciona el trabajo, desde hace muchos años, es que se suspenda. Escribir me gusta mucho, más que acuar en cine, en teatro, en tele. Me gusta mucho, ya digo; pero experimento una gran satisfacción cuando, voluntariamente, dejo de hacerlo.
P: Escribe que Villamediana "despertaba la admiración y su compañera la envidia"... ¿Cuánta de una y otra sufre usted?
R: De admiración, afortunadamente, recibo pruebas constantes; de la envidia, si la despierto, tengo también la fortuna de no enterarme.
P: ¿Por qué no vuelve al teatro como actor?
R: El teatro acabó por fatigarme mucho. Además había dos cosas que me impedían concentrarme en la interpretación como a mí me habría gustado: la repetición día tras día de un mismo texto y la presencia del público.
P: En los tiempos de Felipe IV, dice un personaje, no eran virtudes comunes "la prudencia y la reserva"¿Y ahora?
R: Tengo la impresión, con muchas posibilidades de equivocarme, de que la sociedad actual es demasiado prudente.
P:¿Con qué consecuencias?
R: Una de ellas es que en el camino de la libertad y de la igualdad se avance muy poco.
P: ¿Contra qué o quién le gustaría rebelarse?
R: Contra esa prudencia. Pero no tengo, ni he tenido nunca, las fuerzas y el entusiasmo necesarios.
P: ¿Qué le recomendaría a un joven que quisiera ser escritor?
R: Humildad y paciencia.
P: ¿Y si quisiera dedicarse al teatro?
R: Lo mismo.
P: ¿Qué está preparando ahora?
R: Una novela, que quizás se transforme en guión de cine, sobre el mundo del teatro de hace unos cuantos años.
P: ¿Y leyendo?
R: Acabo de empezar Rabos de lagartija, de Juan Marsé.
P: ¿Por qué los personajes públicos parecen rehenes de la Prensa y la televisión?
R: Supongo que porque lo son y a la mayoría de ellos les gusta.