José Luis Ferris
Lorca y Cernuda le tenían alergia a Miguel Hernández
27 marzo, 2002 01:00José Luis Ferris, por Gusi Bejer
Muchos son los mitos que han ido creciendo a la sombra del personaje de Miguel Hernández, el poeta pastor, el poeta guerri- llero, el poeta preso. En la biografía de José Luis Ferris (Alicante, 1960), Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta (Temas de Hoy) su autor trata de abordar esos mitos para confirmarlos, cuando es necesario, y para negarlos, si es preciso. Cuando se derriba un mito se crea otro, y eso también lo hace este libro que es una vida.
Respuesta: No ha habido preguntas porque nada se ha querido saber sobre Hernández durante muchos años.
P: Dice que la viuda tergiversó las biografías anteriores. ¿Qué es lo que no quería que se supiese?
R: Josefina fue la primera sorprendida de la trascendencia que alcanzó después de muerto. No creía en su poesía. El resto fue miedo en unos años en los que era aconsejable negar su militancia comunista -cosa que hizo repetidas veces- y obstinación en negar la existencia de otras mujeres en su vida y en su obra.
P: Y usted, ¿se ha andado con algún remilgo?
R: Con ninguno. Sólo he silenciado aquello que no podía documentar de modo contundente, pero tiempo al tiempo.
P: ¿Qué ha descubierto que le haya sorprendido?
R: El veto de que fue víctima en Madrid y que protagonizaron señalados poetas del 27, sus relaciones amorosas, el hipertiroidismo que padecía...
P: La familia del niño no era tan pobre como se cuenta.
R: En comparación con la de otros niños, la de Miguel gozaba de ciertos privilegios; el padre dirigía un negocio de exportación de ganado que le proporcionaba sustanciosos beneficios, otra cosa es la austeridad con la que vivían.
P: Otro mito: pastor iletrado.
R: De iletrado nada. Diez años de escolarización, en aquellos tiempos, era todo un lujo para un muchacho de su estrato social. Su excepcional instinto le llevó a suplir la formación académica con la lectura de autores clásicos y modernos. Era un lector insaciable.
P: ¿Cómo influye en Hernández el beaterío de su pueblo?
R: El beaterío era para él tan consustancial como la exuberante naturaleza que le rodeaba. Pero de ello no se da cuenta hasta que se traslada a Madrid y descubre que el mundo se regía por leyes menos represoras. Hasta que encuentra ese punto de referencia, en 1935, Miguel fue un beato inconsciente.
P: ¿Qué sacó en claro de su inevitable viaje a Madrid?
R: La prueba de que había perdido el tiempo hasta entonces con versos y obras de un catolicismo enfermizo.
P: ¿A qué se debieron las zancadillas que García Lorca, Alberti o Cernuda quisieron ponerle?
R: Lorca y Cernuda le tenían auténtica alergia. ¿Qué hacía un poeta rústico como él entre aquel florilegio de líricos exquisitos y burgueses? Les ofendía su aspecto y su ambición. Con Alberti las relaciones fueron de otro tipo. Se enfrentaron por razones políticas, pero, además, Miguel arrebató al gaditano, sin proponérselo, la etiqueta de poeta del pueblo.
P: Y Miguel Hernández, ¿qué pensaba de ellos?
R: Los admiraba ciegamente, sobre todo a Federico, Guillén, Aleixandre y Neruda.
P: ¿A cuál de sus coetáneos admiraba más?
R: Sin duda a Aleixandre, era su poeta de cabecera y su "hermano mayor". De Lorca admiraba su teatro y su indiscutible éxito.
P: ¿Y a quién no soportaba?
R: No hay constancia de que hablara mal de ninguno de ellos en concreto. Se quejaba, esos sí, de esa incomprensión y de cierto desprecio generalizado.
P: ¿Quién le apoyó con más firmeza?
R: Indiscutiblemente Vicente Aleixandre y José María de Cossío. Tampoco hay que olvidar a Neruda, Bergamín y Altolaguirre.
P: ¿Hasta donde llegó la relación entre Hernández y María Zambrano?
R: Lo desconozco, pero los síntomas y los testimonios apuntan a un breve romance vivido en noviembre de 1935, cuando los dos venían de sendas decepciones amorosas.
P: Hernández sí que se involucró realmente en la guerra.
P: Se enroló en las filas del ejército republicano para hacer poesía desde la primera línea de fuego, a pie de guerra. Los intelectuales más significados pasaron la contienda en el lujoso palacio de los marqueses de Heredia-Spínola. No podían cantar la experiencia bélica con el mismo lenguaje y ello provocó un agrio enfrentamiento entre Hernández, Alberti y Mª. Teresa León.
P: ¿Quién consiguió realmente que se librase de la pena de muerte?
R: José María de Cossío. Ya es hora de atribuirle a él y a Sánchez Mazas todos los méritos.
P: ¿Vio ud. la serie de TVE?
R: Prefiero no opinar. Me exijo mucho en mi trabajo y me parece poco honesto cumplir el expediente de una subvención millonaria con la realización de una película falta de rigor, de pasión y de talento como requería la figura de Miguel. Creo que se me ha escapado la opinión. Pido disculpas.
P: Escójame un verso de Miguel Hernández a modo de lema.
R: "Libre soy. Siénteme libre. Solo por amor".