Carlos Bousoño
Hoy casi todo son pocholadas, tamaradas, yoladas y diniadas
8 mayo, 2003 02:00Carlos Bousoño, por Gusi Bejer
Carlos Bousoño (Boal, Asturias, 1923) cumple el 9 de mayo ochenta años. Y lo hace recordando, que es la forma de que las cosas que nos pasaron, como quiere la etimología, nos vuelvan a pasar por el corazón. En su equipaje lleva poemarios como Oda en la ceniza o Metáfora del desafuero, y estudios fundamentales como su Teoría de la expresión poética. EL día 8 la Fundación Juan March le homenajea en su sede madrileña con Angelika Tjeile-Becker y Alejandro Duque Amusco, porque lo que tienen las palabras de los poetas es que acaban siendo de todo el mundo.
Respuesta: Con los 25 años, como todo hijo de vecino.
P: ¿Qué versos le han acompañado siempre?
R: La noche oscura de San Juan de la Cruz.
P: ¿Qué ha cambiado en nuestra poesía en 80 años?
R: Nos hemos liberado del lastre que arrastraba consigo la poesía social. La poesía puede reflejar la realidad social, pero no debe limitarse a eso.
P: ¿De qué forma se siente parte de ese cambio?
R: Mi poesía refleja una problemática humana acorde con su tiempo, pero ha sido hecha con la libertad que corresponde al arte.
P: El país ha cambiado...
R: ¡Y vaya si ha cambiado..! Celebré con entusiasmo la llegada de la democracia. Recibí la monarquía con una cierta preocupación expectante. Pero inmediatamente me tranquilicé al ver cómo nuestro monarca se esmeraba en demostrarnos que era un demócrata convencido.
P: ¿Cómo ve esos cambios?
R: Eran indispensables para que España saliera del aislamiento en el que se encontraba desde hacía demasiados siglos.
P: ¿Qué ha cambiado que usted hubiera dejado igual?
R: El sentido de la dignidad que teníamos los españoles. Durante la guerra contra Iraq tuve ocasión de ver más televisión de lo habitual, y me quedé espantado al contemplar la zafiedad y la ordinariez que reinan en la mayor parte de los programas de nuestra televisión. Si quitamos los telediarios, y algunos programas de debate, el resto son pocholadas, tamaradas, yoladas y diniadas.
P: ¿Qué sigue igual y debería haber cambiado?
R: La envidia, el amiguismo, el enemiguismo, el actuar por interés (el llamado "banco de favores"), la mentira política y el desprecio por los valores objetivos.
P: ¿Y en la RAE, desde el 80 que entró usted?
R: La RAE es una institución que ha de reflejar el dinamismo de la sociedad española. Es lógico que haya cambiado. Tuve la suerte de compartir la academia con maestros y amigos como Dámaso Alonso, Aleixandre, García Gómez, Lapesa, Laín Entralgo, Antonio Tovar, Díez Alegría y Claudio Rodríguez y que ya no están. La RAE de 2003 se encuentra acorde con el siglo en que vivimos, gracias a la gran labor de su actual director.
P: ¿Hubiera existido el Bousoño teórico sin el poeta?
R: No. Tampoco en Valéry, Eliot o Salinas.
P: ¿Y el poeta sin el teórico?
R: Evidentemente, sí. Soy un poeta lírico, y mi poesía nada tiene que ver con mis planteamientos teóricos.
P: ¿Qué se han dado?
R: El poeta le ha enseñado al teórico qué puede hacer la poesía y el teórico le ha aportado al poeta un cierto sentido crítico.
P: Social, metafísico... Hay más de un poeta en Bousoño. ¿Su favorito?
R: No he sido poeta social, aunque he hecho algun poema que se podría considerar como tal. Mi favorito es el metafísico.
P: De todo lo que se ha escrito sobre usted, ¿qué recuerda?
R: Lo que me ha dicho ayer por teléfono Duque Amusco: "La poesía última de Bousoño se caracteriza por la presencia de poemas que son introitos, desde los que se adivina un ultramundo unas veces maravilloso y otras veces sobrecogedor".
P: De los lugares que ha conocido, ¿en cuál le hubiera gustado quedarse?
R: Me quedaría con Mallorca. La sierra de tramuntana, vista desde el mar, en el atardecer, es sobrecogedora. Pero, quedándome siempre en Madrid, donde he vivido los años más intensos de mi vida. Y por encima de todo, me quedaría con mi querida tierra asturiana.
P: ¿Cuál es el mayor premio para un poeta?
R: Que su poesía se siga leyendo a lo largo de los tiempos.
P: ¿Un recuerdo de infancia?
R: Mis estancias en un colegio de Vizcaya, donde era profesora de piano una tía mía, hermana de la caridad.
P: ¿Y uno de adolescencia?
R: Cuando terminó la Guerra Civil yo tenía 16 años. En mi habitación había caído una bomba dos días después de que abandonáramos la casa.
P: ¿Cuál fue el primer libro que leyó?
R: La vuelta al mundo de dos billetes.
P: ¿Y el último?
R: El Otelo de Shakespeare, en la traducción que ha hecho mi esposa. Es tal vez la más intensa de las tragedias del autor inglés, donde la maldad del ser humano queda más al descubierto.
P: ¿Qué poeta quería ser cuando empezó a escribir?
R: Uno verdadero que lograra comunicar su visión del mundo.
P: ¿Y ahora?
R: Ese que he intentado ser.
P: ¿Ha llegado la hora de hacer recuento?
R: Sigo viéndome, por dentro, como cuando tenía 40 años. Quizá se deba a que yo me casé cuando los de mi edad ya tenían nietos. No, no me ha llegado el momento de hacer recuento de mi vida.