Gerhard Merz
Arte en el mundo
8 mayo, 2003 02:00Son de sobra conocidos los grandes formatos monocromos, sus irónica percepción de la pintura, como en una obra en azul Yves Klein, con todas sus connotaciones espirituales, con la que mostraba su escepticismo en torno al devenir de la pintura. Durante los años setenta continua una linea basada en la racionalidad y el espacio, ocupando el contexto íntegro del mismo, adaptando un formalismo estricto y rígido a las propiedades arquitectónicas dadas. De este modo, el Pabellón alemán de la Bienal de Venecia de 1997 quedaba activado a través de dos grandes tubos luminosos que corrían
paralelos a dos de los muros, algo que probablemente recuerde a la pieza del penúltimo ganador del Turner Prize, Martin Creed, con su tan comentada pieza en 2002. Merz aludía con su pieza a una sobrecogedora extensión de luminosidad como icono de pureza.
La exposición en la "Kunsthaus" de la población austriaca de Bregenz trata de investigar sobre los orígenes de esta obsesión formal de Gerhard Merz. A través de pinturas, esculturas, dibujos, instalaciones de luz y espacios arquitectónicos intervenidos. Se trata de un conjunto de cuatro cuerpos de trabajo que se disponen en las salas siguiendo las premisas racionalistas del artista. El título de la exposición, "Fragments", alude al carácter transitorio del arte, a la condición de "pieza" de las propias obras, piezas parte de ese inmenso engranaje que es la creación artística y los principios estéticos, extrapolables siempre a la idea de existencia. La muestra tiene un profundo carácter experimental con alrededor de 120 piezas realizadas entre 1968 y 2003. En ella Gerhard Merz
muestra esa idea de "todo" universal, esa percepción global del arte tendente a lo cósmico.