Ryszard Kapuscinski: "Mi hogar está en mis libros"
Ryszard Kapuscinski
Su estudio se parece mucho a un hogar -libros apilados, fotos y manuscritos- pero no es aquí donde vive Ryszard Kapuscinski. El ático de su casa de Varsovia es el lugar al que regresa para reflexionar sobre cada viaje recién acabado y para planear el siguiente. Durante las últimas cinco décadas, su continua búsqueda le ha llevado a cada rincón de la tierra. Colgada de las paredes del ático está una vida de poemas, notas, fragmentos de sabiduría errante. Entre ellos, un titular de periódico: "El mundo es un enorme problema". Para Kapuscinski, la mayor parte de este problema -la mayoría de las 27 revoluciones de las que ha sido testigo- ha tenido lugar en África, donde en los años 60 y 70 fue corresponsal.
El día que dejó la escuela, debido a que una generación entera de la intelectualidad polaca había sido asesinada o deportada, Kapuscinski comenzó a trabajar por un periódico de Varsovia. Se hizo un nombre gracias a sus reportajes de investigación críticos con el régimen soviético, hasta que su editor decidió enviarle al extranjero, primero a la India y luego a África, en parte porque sabía algo de inglés, en parte para mantenerlo a salvo.
Aprender, aprender y aprender
Probablemente, le sugiero, sintió una gran liberación al dejar Varsovia. "Por supuesto, pero no pensaba en eso sino en la enorme tarea que tenía por delante. No tenía ni idea de todo aquel mundo, ni de su historia, ni de su sentido de la cultura. Y me di cuenta de que tendría que aprender y aprender y aprender. Aún continúo. El mundo es tan grande, y es tan difícil describirlo...". Cuando era posible, se apartaba de los grupos de periodistas: "Siempre he pensado", dice, "que si estás cumpliendo una misión debes ir solo. Si vas con otra sola persona influirá en tu percepción de lo que encuentres". Cuando los africanos le miraban sabe lo que veían: "Al hombre blanco, el mismo que a mí me lo había quitado todo, que había dado a mi padre una patada en el culo, que había violado a mi madre. Esclavitud, colonialismo, cinco siglos de injusticia".
Llegó a África en el momento propicio. En Ghana, en 1958, escuchó las palabras revolucionarias de Kwame Nkrumah, el primero de una larga lista de líderes independentistas cuyas carreras vio comenzar con optimismo para acabar con frecuencia en infamia, desesperación o muerte violenta. En solo un año, 1960, 17 países africanos dejaron de ser colonias. Y Kapuscinski estaba ahí para contarlo. Eso sí, lo que hacía entonces, noticias del tipo "El presidente de Togo visita al de Costa de Marfil", "era muy superficial. No tenía ningún sentido". Por eso, además de enviar noticias de 50 países, empezó a reunir sus recuerdos íntimos. "Los libros los escribí para mí. Intenté comprender la realidad por mí mismo". En ellos vertió lo que sabía: "estaba muy interesado en antropología e historia oral, leí ficción, viajes, historia, ciencia, poesía, e intenté utilizarlo todo".
De regreso a Polonia, sus relatos sobre la vanidad, las corruptelas del poder y las estructuras de las dictaduras fueron leídas como parábolas disidentes del régimen prosoviético polaco. "Algunos paralelismos eran accidentales", dice, mientras sus ojos brillan con malicia. Se implicó en el movimiento Solidaridad en los 80, pero su trabajo político ya lo había hecho a miles de kilómetros, a menudo con gran riesgo personal.
-¿De dónde viene su vocación?
-No sé. ¿De mi padre, de mi infancia? Tal vez de todas esas personas que no esperan nada de la vida. Comprendí que para saber algo cierto sobre todas esas culturas -Ruanda, Etiopía- y tener el privilegio de describirlas, hay que tener un poco del entusiasmo, de la humildad, de la locura del misionero. Si estás en el Hilton no conocerás la realidad.
El filo de un cuchillo
Como resultado de su entusiasmo, Kapuscinski ha padecido "todo tipo de enfermedades tropicales". En uno de sus libros cuenta cómo contrajo malaria cerebral en los bosques de Uganda. "Mi experiencia tropical sólo me dice una cosa: no comas nada que haya sido cortado con un cuchillo. El filo de un cuchillo transmite todas las bacterias". También cree en la suerte.
-¿Ni siquiera en esos momentos llegó a pensar "por qué estoy aquí”?
-Sí y no. Siempre me ha impulsado mi libertad y mi curiosidad, aunque a veces dudas. Pero eso es la vida. No conozco otra y la amo.
Paradójicamente, dice, las peores situaciones vividas nunca se produjeron en primera línea de fuego. El miedo real sucede "cuando estás enfermo, casi muriendo, hace calor y no hay esperanza de encontrar un hospital. A menudo estás en lugares en los que si algo te ocurre nadie volverá a saber de ti. ¿Cómo puedes exigir a gente desesperada ayuda? La cuestión de la vida y la muerte en nuestra cultura es muy importante, pero hay lugares en los que no lo es tanto. Malos lugares para caer enfermo".
-¿Ha podido construir una vida normal tras esos años?
-No. Mi hogar está en mis libros.
-También con su mujer y su hija. ¿Nunca le dijeron "ya basta"?
-Nunca, afortunadamente. Mi mujer siempre ha sabido lo importante que era para mí. Y esta es una vida que no puedes planificar. He estado en lugares donde sólo había un mapa en todo el país, y estaba roto. Tu vida se convierte en una terrible pérdida de tiempo. Y en todo ese tiempo en que estás esperando un camión o un autobús -días, semanas- lo único que puedes hacer es ser como una piedra. Tienes que aprender a no preocuparte. Y no hay mucha gente preparada para eso.
Mira su habitación. Los años perdidos en África están presentes en incontables cuadernos y recuerdos. "Tal vez sea la única manera de descubrir la verdad de este mundo".