Image: Boris Mikhailov

Image: Boris Mikhailov

El Cultural

Boris Mikhailov

caleidoscopio de sentidos

12 febrero, 2004 01:00

De la serie Cuando anochece, Jarkov, Ucrania, 1993

Palau de la Virreina. Rambla, 99. Barcelona. Hasta el 4 de abril

En las reseñas, Boris Mikhailov (Khárkov, antigua URSS y en la actualidad Ucrania, 1938) se presenta como un fotógrafo "extraoficial" que realizó un trabajo de reflexión y denuncia del sistema soviético. Su mirada no glorificaba a la administración ni el estado de las cosas. La suya era una visión diferente frente a los tópicos y la imagen autorizada. Inicialmente de carácter marginal y difusión minoritaria, su obra acabó por obtener un gran reconocimiento tanto en Occidente como en los antiguos países del Este a partir de los noventa. Y sin embargo, decir esto es insuficiente. Claro que es posible una lectura en clave política de Mikhailov y sin duda parte de su trabajo posee una dimensión testimonial y de protesta, en algún momento de una gran dureza. Pero esas fotografías, cuando se exhiben en Occidente, están descontextualizadas de la problemática que las originó. Se desconoce el particular microclima a que respondían, a menos que se aluda a los lugares comunes. De ahí que la lectura política -que sin duda poseen- sea difícil de considerar desde el aquí y ahora. Las imágenes significan o poseen sentido en la medida en que se vinculan en un sistema de relaciones o a un entorno.

Entonces, cuando se trasladan de un contexto a otro ¿qué es lo que comunican esas fotografías, si es que dicen algo? Yo veo esta exposición como un gran carrusel de imágenes. Independientemente de que el itinerario de la muestra esté articulado en series, Mikhailov es un fotógrafo ecléctico e impulsivo. Sus fotografías son tan diferentes y diversas que parecen un archivo infinito sobre el mundo visible. Acaso como si respondiera a aquella noción de la fotografía como todo lo que capta el objetivo de la cámara. Pero en este laberinto de imágenes existe una sensibilidad, una manera de ver y de relacionarse con el mundo. La mayoría de sus fotografías poseen una apariencia banal, como si cualquiera las hubiera podido realizar. En parte, el itinerario de la exposición se asemeja a un álbum familiar. Y sin embargo hay algo más, aunque no sepamos explicarlo exactamente. La mirada de Boris Mikhailov transforma lo cotidiano o descubre aquella chispa en lo trivial. éste es el mensaje del fotógrafo: en toda presencia, en cualquier objeto existe una dimensión poética. Digo poesía porque es algo que escapa a las palabras y que no alcanza a la definición, pero digamos que Mikhailov revela un alma oculta en la trivialidad de la vida cotidiana. Más aún, este ver o mirar de otra manera no es una cuestión formal. Se trata también de un problema de contenido, aspecto que se advierte cuando se tienen en cuenta los textos que acompañan a algunas de sus series. El trabajo de Mikhailov es ante todo una búsqueda de sentido, de poesía en la banalidad y la sinrazón de la vida.

Pero junto a esta poesía y solapada tras ella, coexisten otros aspectos. Hay, por ejemplo, una ironía tremenda, un divertimento y una distancia frente a las cosas que enriquece y/o aporta ambigöedad a aquella dimensión poética. Existe también una presencia del sexo, del dolor, del juego, del testimonio... Todo eso es Mikhailov. ¿Fotógrafo conceptual? ¿Fotógrafo político? Posiblemente, todo ello forma parte de un caleidoscopio a través del cual se contempla el mundo.