El Cultural

El ímpetu del viento

Luis Núñez Ladevéze

27 enero, 2005 01:00

Apóstrofe. Madrid, 2004. 605 páginas, 23 euros

Hay en este libro algo de proyecto alimentado con el fin de dar solución narrativa al conocimiento especulativo sobre un tiempo del que somos deudores. Hay un esfuerzo de enorme magnitud por sumar a la experiencia del periodista, profesor y autor de una larga lista de títulos ensayísticos la del autor de una novela -¿histórica, legendaria?- que despliega las acciones que movían pensamiento y mundo social en la segunda mitad del siglo XV. Tan loable singladura crece al amparo de una amalgama de conocimientos que buscan ampliar el sentido del enredo y la aventura ilustrando -con todo el rigor- sobre los cimientos de la cultura humanística. Su argumento escoge como escenario Lisboa, que acogía a la nobleza, al clero, a los gremios de nuevos oficios. Como protagonistas, a un armador, a unos condes amantes de las artes y las ciencias, y a un joven heredero de la sabiduría y las instrucciones de un enigmático abad, bibliotecario del palacio de los condes en cuyos salones se reunía lo más granado de la sociedad lisboeta.

Él descubre entre los apuntes de su maestro una nueva concepción del mundo. "Eran tiempos -cuenta un narrador omnisciente que nunca abandona su afán didáctico- en que nada parecía seguro ni estable, en los que no se sabía a ciencia cierta dónde residía la virtud y dónde el vicio, dónde la justicia y dónde el abuso". Paradojas que ambientan una trama que ambiciona acotar tal suma de acciones y conocimientos que exige un lector interesado, atento y paciente. A lo largo de 600 páginas se le instruye sobre múltiples materias, sobre conflictos sociales y controversias doctrinales, a la vez que se le propone una aventura hacia la Atlántida que, según cuenta la leyenda, se proponía como un ciudad de sabios que acogía a los atlantes, a los rechazados. Aventura fascinante si no se distrajera con lances no siempre afortunados. Resulta difícil no elogiar la magnitud de este proyecto sin una protesta: le sobra acción especulativa. Es una máxima antigua, aspirar a enseñar deleitando.