Jaume Pitarch
Sin título, 2003-2005
Construimos las cosas y los fragmentos del mundo por medio de la visión. A cada instante, registramos en nuestra retina imágenes que reconocemos, comprendemos y que, desde su normalidad, mantienen la correcta correspondencia de nuestro propio lugar en el mundo. Perder el contacto y el control sobre esa realidad, nos sitúa en un punto de quiebra del tiempo y el espacio, en un estado de desconcierto similar al que causan trastornos cognitivos como el "Pequeño Mal" o picnolepsia. Como una reflexión sobre la percepción y la mirada, o sobre esa clase de contemplación, no exenta de obsesión, capaz de descubrir en las cosas ordinarias esa misma realidad desencajada y desconcertante que se construiría desde la perturbación de un trastorno psíquico, Jaume Pitarch (Barcelona, 1963) prosigue su investigación sobre el tema del orden y el control de la realidad en Les fleurs du Petit Mal, título que alude al libro de poemas que Baudelaire escribió bajo la influencia del opio. En una acertada serie de fotografías, objetos escultóricos, instalaciones y videoproyecciones, Pitarch nos muestra el resultado de la ralentización del tiempo de la contemplación. Explora así el proceso de captación de estímulos visuales (que, como ha teorizado Paul Virilio, se ha acelerado hasta provocar la desaparición de lo visible) en unas curiosas fotografías de cerillas quemadas que, ampliadas, parecen retratos de calaveras, en una cucharilla que salta sobre una mesa, o en esa filmación que capta imágenes de transeúntes que aparecen y desaparecen en una suerte de "tiempo colapsado". Vindicando, finalmente, el tiempo descriptivo y "proustiano" que la literatura y el arte asocian a un conocimiento profundo de la realidad, en la recreación de un "interior flamenco" que recuerda el mirar detalllista y minucioso de Vermeer.