El Cultural

De charla con Hemingway

14 diciembre, 2009 01:00



Aunque falte mucho para que los almanaques anuncien Sanfermines y aunque no sea temporada, tiro hacia Pamplona para hablar de cuernos y encierros con un hombre que escribió sobre el asunto: Papá Hemingway. Yo también le llamo así desde que me di cuenta que tampoco fui hecho para la derrota. Por eso tengo una deuda pendiente con él; por eso hoy me planto frente a la Plaza de Toros donde le han convertido en un bloque armado de granito y barbas. Aunque lo disimule, a mí me da que es un hombre feliz. No me cuesta trabar conversación con los tipos así, fulanos a los que todo el mundo señala como antipáticos. Al final resulta que suelen ser todo lo contrario. Pero a lo que vamos, que enseguida me entiendo con Hemingway como si fuera uno de sus hijos bastardos.
Entre unas cosas y otras me cuenta lo de la bicicleta de Henry James, revelándome el misterio del chiste que le censuraron en su novela Fiesta. Según Hemingway, el escritor Henry James se quedó impotente mientras montaba en bicicleta. Y en la primera versión de la novela, Hemingway lo puso así de explícito pero, debido a asuntos de tijera, decidieron cortar todo menos "la bicicleta de Henry".
-Al final quedó bien. -Apunto yo, sincero. -Incluso mejor que si no se hubiera evitado. -Hemingway asiente. Entonces aprovecho el gesto para provocarle.- Lo que todavía no me explico es el porqué de tu tolerancia ante la mutilación de una obra.
-Te pongo de ejemplo a la Venus de Milo. -Me suelta Hemingway-. Aunque le falten los brazos no pierde un ápice de su belleza. Y qué me dices del ropaje que unta sus caderas. No hay duda, amigo, pone más insinuar que mostrar.
-No me recuerdes a esa mujer. -Le indico.- No me recuerdes que estuve esperando toda una noche a las puertas del Louvre a que saliera. Me quedo con la Venus de Médici, más completa. Lo de las tijeras y las amputaciones como que conmigo no va mucho.
Hemingway ríe. Pero pronto cambia de humor, en cuanto le digo que prefiero cualquier novela de Scott Fitzgerald antes que Fiesta.
- A pesar de la bicicleta de Henry James. -Subrayo.
-Autor acabado desde su primera novela. En mi última obra conté cuando le conocí en París y me mostró el tamaño de su bicicleta. Demasiado pequeña para montar en ella a Zelda. Por eso la mujer acabó neurótica.
- Ya. -Suelto yo por soltar algo.