El Cultural

Caballero Bonald y Elena Medel, la mejor poesía andaluza, cara a cara

Él está marcando a varias generaciones de poetas y ella es nieta de esa misma tradición que entronca con Góngora y Lorca. "Enfrentamos" a dos de los mejores poetas del sur

18 marzo, 2010 23:00

Patriarca de la poesía andaluza y española, José Manuel Caballero Bonald (Puerto de Santa María, Cádiz, 1926) está marcando a varias generaciones de poetas. Su “contrincante” en estas páginas es Elena Medel (Córdoba, 1985), nieta de una misma tradición poética que entronca con Góngora, y que tampoco quiere saber de banderas.

Pregunta. Andalucía al fondo. Y Lorca, Machado, Góngora... Frente a frente dos poetas, y una primera pregunta obligada: ¿existe hoy una poesía andaluza con rasgos propios?

José Manuel Caballero Bonald: No, no creo que exista hoy o haya existido en el pasado una poesía andaluza con rasgos propios, a no ser que se trate de un subgénero de tipo regional. Además, esa especie de parcelación agraria de la poesía es más bien un invento de profesionales del andalucismo.

Elena Medel: Andalucía es una comunidad de más de ocho millones de vivos, de los cuales un amplio porcentaje escribe poesía. No imagino yo a ese cuarto de millón, menos o más, asumiendo un Pensamiento Literario Único, o creando una Voz Regional que nos separe entre vates locales y autores descastados, Las Dos Andalucías. Porque, ¿de qué hablamos cuando hablamos de rasgos distintivos en una hipotética poesía andaluza? ¿Los instalados en el tópico? Creo importante que Andalucía reivindique su modernidad si la tuviera, su futuro si lo tuviera, que espero que sí. E intuyo fundamental que arrojemos una mirada crítica a nuestro alrededor. Nacimos, o viven, en la tierra de las tasas estratosféricas de paro, el abandono escolar... Ojalá, de existir un rasgo distintivo, se tratase de un escalpelo que diseccionara esa realidad.

Lorca y el 27

P. ¿Lorca en particular, y el 27 en general, lastra (o fecunda) a los poetas andaluces?

Medel: Reformulo: ¿hasta qué punto Pessoa ahoga a un poeta portugués? Y amplifico: ¿hasta qué punto lastra o fecunda el 27 en la poesía española posterior? En mi caso, desde luego, la lectura de Lorca resultó determinante: el encuentro con Poeta en Nueva York me impulsó a la escritura de poemas, y todavía hoy regreso a Lorca, y lo releo, y desvelo nuevas contraseñas. Pero igual que pienso en Lorca pienso en Cernuda, en Aleixandre o en Alberti, y añadiendo a Machado y Juan Ramón sospecho que la brújula del lector de poesía española no puede obviar el sur. Bendito lastre, en todo caso, el de escribir con la fortuna de haber leído Espacio o Los placeres prohibidos en el idioma, y con el acento, en que se concibieron.

Caballero Bonald: Los poetas de mi edad, o de mi grupo generacional, se formaron al abrigo de los poetas del 27. Fue una herencia aceptada con gusto, que se saltó convenientemente a los poetas intermedios del 36 y a los de la inmediata posguerra, salvo quizá a Rosales y Blas de Otero. Cierto que Lorca, Cernuda, Alberti, Aleixandre, Prados, formaron el cuadro general de mis primeras lecturas, junto a los también andaluces Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. Quiero decir que yo empecé a escribir poesía porque previamente había leído a esos poetas.

P. ¿De qué autores, de qué tradición, se sienten herederos y de qué manera se filtran en su obra?

Caballero Bonald: Quizá no pertenezca a una tradición concreta sino a una línea de conducta en la que se cruzan diversas tradiciones. Me considero deudor del barroco de Góngora, Soto de Rojas, Bocángel, y me identifico con los simbolistas y surrealistas franceses y con los románticos anglosajones, y aprendí mucho de Juan Ramón, de Lorca, de Cernuda, de Vallejo, del Neruda de las Residencias, del Rosales de La casa encendida...

Medel: En una ocasión, al referirse a “Don Luis de Góngora”, García Baena añadía: “de quien nunca me olvido”. También a mí me gustaría recordar siempre las Soledades o el Polifemo. Me interesa, como lectora, esa estela con la que conversan Lorca y Aleixandre, con la que entroca La casa encendida de Rosales, a cuya sombra se cobijaron los poetas de Cántico, se asomó Pérez Estrada, estalló Carlos Edmundo de Ory: la del desafío al y del lenguaje, el cóctel delicioso de la palabra en pura lucidez. Y aunque transitando otro camino, pero compartiendo brillantez, el inagotable Juan Ramón . Desconozco si en mis poemas late ese espíritu, ojalá; a mí, de momento, me basta con leerlos.

Poesía mestiza

P. ¿Por qué parece imposible concebir la poesía andaluza en general, y la suya en particular, sin Hispanoamérica?

Caballero Bonald: Bueno, en mi caso eso está bastante claro. Me agrada considerarme un mestizo. Yo soy hijo de cubano, viví años en Colombia y en Cuba, mis primeros poetas amigos fueron hispanoamericanos y he mantenido vínculos con la mayoría de esos países de lengua española. Podría decirse que también dispongo de unas raíces literarias muy principales que conectan con Neruda y Vallejo, con Onetti y Rulfo, con Borges y Lezama, con Carpentier y García Márquez...

Medel: ¿Cómo, por qué, para qué ignorar la poesía de todo un continente que amplifica en cantidad, calidad y diversidad nuestras opciones como lectores? Si te invitan a una fiesta que garantiza diversión, ¿te negarías? Pienso en un baile con Antonio Cisneros, Ida Vitale, Viel Temperley, Idea Vilariño, Marosa di Giorgio, Nicanor Parra, Vallejo y Huidobro, Paz y Orozco...

P. ¿A qué poetas andaluces contemporáneos leen y admiran?

Caballero Bonald: No estoy muy al tanto de lo que ocurre en esos distritos poéticos. Pero citaré a un poeta de las últimas generaciones: el cordobés José Luis Rey.

Medel: Me interesa mucho la obra de María Eloy-García, Juan Andrés García Román, Rubén Martín, Erika Martínez, Antonio Portela o Raúl Quinto: voces propias, muy diferentes entre sí, arriesgadas y en crecimiento constante. Creo que la poesía andaluza (sí, al fin) refleja algo que ocurre en el resto del país: la diversidad, no sé si la convivencia sin tiras y aflojas de estéticas diferentes, pero sí la posibilidad de que un lector pique aquí, pique allá, y quede saciado.