Eduardo Punset
Sin la capacidad de cambiar no saldremos de la crisis
20 marzo, 2010 01:00Eduardo Punset. Foto: Bernabé Cordón
El director de Redes publica 'El viaje al poder de la mente' y lleva a los quioscos una nueva revista sobre divulgación científica
Eduardo Punset (Barcelona, 1936) no descansa. Ni siquiera la enfermedad ha hecho que su mente inquieta deje de hacer preguntas a todo lo que se mueve. Pese a las dificultades, sigue enredado en su programa de televisión, en sus artículos, en sus entrevistas y en sus libros. El último es El viaje al poder de la mente (Destino), un paseo casi autobiográfico en el que analiza el poder del cerebro para "pilotar" el cuerpo humano e integrarlo en el universo que le rodea. Además, acaba de llevar a los quioscos Redes para la ciencia, una revista mensual que intentará conciliar entretenimiento y conocimiento. "No puede existir el uno sin el otro", sentencia Punset.
PREGUNTA.- La principal conclusión de su experiencia con el cáncer es que le "devolvió a la manada". ¿Qué aprendió de todo ello?
RESPUESTA.- Fundamentalmente que los cambios provocados tienen lugar en el entorno más que en la persona enferma. Son sus allegados, sus amigos, sus seres queridos los que cambian. Normalmente, no observamos la marcha inevitable hacia escenarios más compasivos y altruistas. Eso te hace ver la enfermedad. Eso y cobrar conciencia de tu pertenencia a la manada. No eres especial ni inmortal.
P.- El libro está ilustrado con fotografías suyas. ¿Qué nos cuenta una imagen del pasado?
R.- Lo imaginado suele estar calcado del pasado. No lo sabemos hacer de otra manera. Para la especie sólo existe el pasado. Las fotografías son un reflejo más fiel de lo que ocurrió neuralmente que la reverberación modificada de la memoria, que son los recuerdos.
P.- ¿Cómo se explica entonces que una de las principales funciones de la memoria sea imaginar el futuro?
R.- Bueno, imaginamos muy mal el futuro. El proceso de percepción parte de una hipótesis incierta, luego pasa por una comparación en los archivos de la memoria que son muy imprecisos para desembocar, finalmente, en el aprendizaje mediante la profundización en el conocimiento. Esto último depende, en gran medida, de lo que hayan hecho de nosotros los siete primeros años de vida. Está comprobado mediante experimentos que han durado veinte años que, en promedio, las decisiones de adulto vienen determinadas por lo que ocurrió en nuestra infancia en materia de autoestima y afecto.
P.- ¿Diría que la memoria selectiva es otra característica de la evolución?
R.- Vemos lo que creemos y cuando vemos lo que no creemos surgen lo que los neurólogos llaman disonancias. Frente a las disonancias el cerebro no sólo filtra lo que ve, sino que se inhibe para no verlo.
P.- Vuelve a reivindicarse el poder del inconsciente? ¿Qué papel juega en nuestras decisiones?
R.- Ahora sabemos que gran parte de nuestra existencia ha transcurrido sin conciencia. La conciencia es muy reciente en la historia de la evolución. Casi todo el tiempo vivimos sin conciencia. La experiencia acumulada por el inconsciente hace que la intuición -al contrario de lo que se creía-, sea una fuente de conocimiento tan válida como la razón.
P.- ¿Freud vive?
R.- Freud vive en el sentido de que apuntó a la importancia de los sueños en la vida cerebral. No acertó, en cambio, al querer interpretarlos. Hoy sabemos que los sueños son una especie de campo de pruebas donde podemos ensayar lo que haremos mañana o lo que no haremos nunca. En la mosca de la fruta hemos aprendido la importancia y valor de los sueños para sobrevivir, no para interpretar la realidad.
P.- ¿Es la resistencia a "cambiar de opinión" un resorte ancestral del ser humano?
R.- Resulta paradójico constatar que la detección del cambio es indispensable para sobrevivir. Debo saber si el oso ha cambiado la hora en la que sale de la cueva. Y sin embargo no quiero cambiar de opinión. Los macacos tienen el cerebro suficientemente desarrollado para saber cambiar de opinión. Nosotros lo tenemos más desarrollado todavía y sin embargo nos cuesta mucho hacerlo porque lo consideramos una traición al pensamiento y a los sentimientos heredados. Por eso es uno de los grandes cambios pendientes sin el cual no será posible salir ni de ésta ni de ninguna otra crisis.
P.- Si la correspondencia es un mecanismo mental casi propio de humanos, ¿cree que Internet (y sus redes) hará más inteligentes a las nuevas generaciones?
R.- Las redes son el soporte de la inteligencia social. Hoy sabemos que no hay innovación sin multidisciplinariedad. Las redes son ideales para instrumentarla. La innovación, como la vida, es el resultado de interacciones interminables.