Luis de Pablo: "Mi secreto ha sido un infarto a tiempo, pero no muy grave"
Esta tarde el Auditorio Nacional acoge el primero de los dos homenajes por su 80 cumpleaños
20 mayo, 2010 02:00La SGAE, la Fundación Autor y el Auditorio Nacional de Música han organizado un doble homenaje a Luis de Pablo (Bilbao, 1930) con motivo de su 80 cumpleaños. El monográfico, que se celebrará esta tarde y la de mañana en el Auditorio Nacional de Música de Madrid, repasará la obra sinfónica de uno de los compositores clave de nuestra música reciente. Incansable e imperecederamente irónico nos recibe entre los atascos y recados de un Madrid de martes. "En esta ciudad hay más fauna de la que imaginamos", arranca al otro lado del teléfono. "Y no es un chiste".
PREGUNTA.- ¿Cuál es el truco para llegar así a su edad?
RESPUESTA.- No se ría con lo que le voy a decir. Ni piense que es algo extensible a todo el mundo. Pero he de reconocer que mi secreto ha tenido mucho que ver con un infarto a tiempo, no muy grave, pero lo suficientemente importante como para plantearte algunas cosas y llevar una vida un poco más ordenada, evitando los disgustos, si es que eso es posible.
P.- ¿Una lectura optimista como otra cualquiera?
R.- No se crea. Un infarto es como una corneta en la oreja. No puedes no hacerle caso. Cuando me ocurrió, yo tenía ganas de seguir viviendo, de hacer cosas. Ahora también. Pero le diré que espero morirme de otro como ése. De algo hay que morir. Y considero el infarto un final más que aceptable.
P.- Mientras tanto, ¿le queda algo por hacer?
R.- Su pregunta está mal planteada. Permítame que se lo diga. Ninguna disciplina artística obedece a la filosofía de tapar agujeros. El arte es una necesidad del alma que te sobreviene cada mañana. No puedes decir hoy no respiro porque me va mal. O lo haces o eres un desgraciado.
P.- ¿Ni siquiera tiene pendiente algún rincón por descubrir?
R.- Me importa un rábano el Machu Picchu si no puedo componer. Tanto es así, que he viajado todo lo que he podido y puedo decir que conozco mucho mundo. Pero todas las veces ha sido por la composición, por la música. Sólo dos veces he sido un turista al uso.
P.- ¿Se viaja mejor desde el estudio?
R.- Hay momentos para todo. También he aprendido a componer en el avión. Le advierto que un viaje a Japón da para el primer movimiento de una sinfonía. Claro que el silencio del estudio no tiene precio. Y eso requiere un doble cristal...
P.- ¿Antibalas?
R.- (Risas) De momento, antirruido. Pero la vida del compositor no es nada fácil.
P.- Entre la Moleskine y su adicción a los paseos, cualquiera diría que encarna usted la versión musical de Robert Walser.
R.- He disfrutado mucho con Walser. Soy ferviente partidario del ejercicio físico y de las enormes caminatas al quinto infierno. Pero Madrid cada vez es más caótico. Atravesar la ciudad andando te exige las virtudes heroicas de un santo. Recuerdo una de esas antiguas Semanas Santas en las que Madrid se quedaba desierto, cuando en plena calle Zurbano pude escuchar a un mirlo. Fue algo prodigioso, y triste. Porque el mirlo siempre estuvo allí. Lo que faltaba era el silencio.