Image: Ramón García Domínguez

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El Cultural

Ramón García Domínguez

"Para Delibes el Diario de un artrítico sólo fue un divertimento"

8 junio, 2010 02:00

Ramón García Domínguez

Hoy presenta en la sede de Destino la reedición de la biografía 'Miguel Delibes de cerca'

Alberto Ojeda
Miguel Delibes no escribió nunca unas memorias en sentido estricto. "Para afrontar una tarea así", decía, "es necesario creerse importante". Y él no creía serlo. Es lo que cuenta Rodrigo García Domínguez en la biografía Miguel Delibes de cerca, con la que intenta cerrar esa laguna que el autor de El camino dejó en su obra: el relato completo de su trayectoria vital y literaria. Porque, en realidad, el libro de este periodista y escritor de origen navarro, aunque asentado en Valladolid desde hace más de tres décadas, se aproxima en muchos pasajes a la autobiografía. El propio Delibes es el que habla, el que narra su historia personal, ya que se recogen las conversaciones que ambos mantenían durante sus paseos por la ciudad castellana y los textos de tono biográfico ("evocaciones, recuerdos...") que dejó, aquí y allá, dispersos en periódicos y encriptados en su narrativa.

Pregunta.- Esta biografía apareció en 2005. ¿Qué incorpora esta nueva reedición?
Respuesta.- Es una revisión y ampliación del Quiosco de helados, que llevaba por subtítulo Miguel Delibes de cerca. Ahora este subtítulo es el título, porque queda más claro. El quiosco de helados era donde quedábamos, para luego caminar por la ciudad. Toda esta biografía se funda en esos paseos, en esa privilegiada cercanía de más de 30 años. En esta reedición abordo toda su trayectoria literaria y vital, pero ahora con la perspectiva del punto final de su muerte el 12 de marzo. Además, han transcurrido 5 años desde la primera edición, y en ese tiempo Delibes me ha aportado nuevas cosas o abundado en detalles sobre temas ya tocados.

P.- Él no se creía importante, por eso descartó siempre la posibilidad de escribir unas memorias en sentido estricto.
R.- Bueno, tiene un libro titulado Mi vida al aire libre, que subtitulaba, con cierta zumba, Memorias deportivas de un hombre sedetario. Son unas memorias de los deportes que practicó. Y desperdigadas aquí y allá fue dejando evocaciones y recuerdos personales, como por ejemplo las notas escritas en la revista Destino bajo el título Un año de vida. Amén de los frecuentes atisbos autobiográficos que hay en sus novelas. Él mismo llegó a decir que se sorprendía de cuánto de autobiográfico tenía su narrativa.

P.- Era muy pesimista, pero a la vez muy vital y apasionado a la hora defender determinadas causas.
R.- Él siempre se confesó pesimista. No hace falta ser muy perspicaz para apreciarlo en toda su obra, salvo en Diario de un cazador y Mi vida al aire libre. Él dice que porque nació en un contexto pesimista. Pero esa melancolía nunca le hizo bajar la guardia a la hora de defender su tierra y su gente, con un entusiasmo y una firmeza enorme. Él fue una de las primeras voces que se alzaron para defender la causa ecológica. Ya en 1970, cuando no había conciencia ambiental en España, él denunciaba los abusos perpetrados contra la naturaleza.

P.- ¿Cómo le conoció?
R.- Yo soy de origen navarro, de la Rivera del Ebro, pero me siento muy castellano. Llegué a Valladolid como redactor jefe del Diario regional a principios de los 70. Yo ya tenía una profunda admiración hacia Delibes, así que pedí hacerle una entrevista, él aceptó y a partir de ahí, poco a poco, se fue estrechando nuestra relación. Empezamos a hacer viajes juntos, colaboramos en la versión teatral de Las guerras de nuestros antepasados...

P.- Y a usted le encomendó la publicación, post mortem, del Diario de un artrítico reumático, un proyecto del que finalmente se desentendió, ¿no?
R.- La historia de este libro fue una anécdota, la verdad, aunque se está sobrevalorando en los medios. Su último libro fue El hereje. Este diario lo concibió como un divertimento. Estaba escrito con un tono socarrón, muy mordaz, y contaba sus achaques, su relación con los medicamentos que debía tomar. Escribió unas cincuentas páginas, pero, pasado un tiempo, me dijó: "Ramón, esto no, no y no". Y ya no quiso saber nada más del libro.

P.- Fue un nombre que destacó por su integridad pero ¿qué otros rasgos destacaría de él?
R.- Parecía un hombre adusto, pero en realidad no lo era. Lo que no le gustaba nada era el ringorrango y la etiqueta. Cuando estaba fuera de su ámbito se tensaba un poco. Incluso declinó invitaciones de los reyes a las bodas de sus hijos. Pero entre amigos era cordialísimo, expansivo, muy atento con sus problemas...

P.- ¿Llegó a leer su biografía? ¿Qué comentarios le hizo?
R.- Él se fiaba de mí mucho. La leyó cuando ya estaba impresa y me dijo que estaba bien, que le gustaba. Lo cierto es que él no le daba importancia a lo que se escribía sobre él. Al leerla me matizó algunas cosas y otras me las completó aún más. Sobre todo enfatizaba que estaba escrito con mucho cariño, y es verdad: es una biografía escrita por un amigo, aunque tampoco he ocultado algún pequeño traspiés que dio en su vida.

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