El Cultural

Paco Paricio, titiritero

"Somos catorce almas viviendo del cuento"

2 julio, 2010 02:00

Hace 25 años Paco Paricio abandonó su escuela para fundar Los titiriteros de Binéfar. Hoy la compañía la forman catorce actores y músicos, cuya labor ha sido reconocida con el I Premio Nacional de Teatro Infantil, que les será entregado la próxima semana. Pero si quieren verlos actuar, en el Festival de Almagro, a partir del 6 de julio, representan Dragoncio.

PREGUNTA: ¿Para qué sirve un Premio Nacional de Teatro Infantil?
RESPUESTA: Reconoce la labor de todos los que estamos haciendo para los niños un teatro con sentido, sin ñoñerías ni didactismo. A través nuestro se dignifica a una profesión que brega a diario en barrios, teatros y colegios.

P: Usted y su mujer fueron antes maestros ¿Por qué cambiaron de profesión?
R: Hace ahora 25 años empezaron a llamarnos de muchos lugares, las hijas ya iban solas al colegio, así que Pilar (Amorós) y yo nos liamos la manta a la cabeza. Entonces la democracia era joven y la nueva cultura de la libertad, la fiesta y el teatro en la calle estaba en expansión.

P: Los primeros espectáculos estaban basados en leyendas populares aragonesas.
R: Lo popular ha amarrado siempre nuestras obras. Aragón tiene ricas tradiciones, mitos como el del Bandido Cucaracha que dan juego dramático.

P: ¿Con qué tipo de títere se encuentra más cómodo?
R: El títere de guante, tiene una relación muy directa con el titiritero; uno se lo enfunda en la mano, lo alza y casi automáticamente el público sonríe. Es como el sonajero que la madre mueve ante la carita de su hijo para que ría o deje de llorar. Ese sonajero es, sin duda, el primer títere.

P: ¿Quiénes han sido sus maestros?
R: Aprendí siendo adolescente de un titiritero de tradición catalana que actuaba en Binéfar: Gerardo Duat; después trabajé con "Meroño", que me transmitió algunos trucos fundamentales, pero reconozco como maestros, sin haberlos conocido personalmente, a Salvador Bartolozzi, Magda Donato, Rafael Dieste, Antoniorrobles, María Luisa Gafaell, Lauro Olmo y Pilar Enciso, Ángeles Gasset, Ana Maria Pelegrín, y toda esa tradición hispana que trataba a los niños con inteligencia y sensibilidad huyendo de lo simplón.

P: De los 30 espectáculos que han hecho, ¿cuál le ha dado más satisfacciones?
R: El Bandido Cucaracha nos enseñó que a los adultos que acompañan a los niños al teatro también les interesa lo que sucede en el escenario. La fábula de la raposa nos hizo patente que la verdadera fuerza del muñeco está más cuando se mueve que cuando habla y El hombre cigüeña nos ha acercado de nuevo al difícil público juvenil.

P: ¿Cuántas plazas hacen al año?
R: Más de 300 y hemos visitado unos 40 países.

P: ¿Son muchos en su compañía?
R: Entre músicos, titiriteros y equipo de gestión somos catorce almas viviendo del cuento.

P:¿Ha evolucionado para mejor el teatro de títeres?
R: Hay buena cosecha de títeres en España. Muchos compañeros se ocupan de hacer montajes para adultos y romper así el cliché de que es teatro para niños.

P: ¿Por qué bautizaron a la compañía con el topónimo? Por cierto, un pueblo de Huesca.
R: Nos gusta ser de pueblo, casi hemos hecho de eso una militancia. Los cómicos tenemos fama de borrachos y licenciosos, así que cuando empezábamos, a la gente le daba tranquilidad saber de donde veníamos.

P: ¿Había tradición titiritera en su pueblo?
R: Poca, pero La Litera es comarca fronteriza entre Cataluña y Aragón, los literanos nos manejamos bien a dos bandas, aunque yo el verdadero oficio lo aprendí de mi madre, verla en la tienda de ropa en Binéfar, siendo yo niño, tratando a la gente como si todos fuéramos familia.

P: Ahora la sala teatral de su pueblo se llamará como su compañía, en contra de la voluntad del alcalde ¿Qué le ha hecho al regidor?
R: No le he hecho nada, de verdad, tal vez no ha sabido aceptar que esta vez la iniciativa no ha sido suya.

P: Y el teatrito que ha construido en Abizanda. ¿Cuál es su pretensión?
R: Todos los viajeros como yo amamos el trasiego, pero siempre soñamos que un día llegaremos al entorno más hermoso, donde nos espera un público especialmente receptivo y vivo; donde hay un escenario simple, pero adecuado. Eso es Abizanda en el Pirineo oscense: la utopía del cómico.