El Cultural

Pekar, adiós a un hombre bueno

13 julio, 2010 02:00

Fue un 14 de agosto de 2003. No es que tenga una memoria de elefante, es que ese día la costa Este de Estados Unidos sufrió un inmenso apagón que dejó Manhattan sin luz. Y ese día tuve la fortuna de conocer a Harvey Pekar en una habitación del Waldorf Astoria. Mientras toda la ciudad deambulaba como un zombi, manteniendo una extraña calma, y las autoridades temían que se repitiera el vandalismo de 1977, Pekar me recibió en su habitación con una sonrisa de oreja a oreja, contento como un niño en un día de nevada. Su mujer le acompañaba y pasamos más de dos horas juntos que conservo en mi corazón como una de las entrevistas más simpáticas, entrañables y afectuosas que jamás he hecho.

Pekar estaba en la ciudad promocionando American Splendor, la extraordinaria película que realizaron Shari Springer Berman y Robert Puccini a partir de la serie de novelas gráficas en las que Pekar explicaba su peripecia como celador en un hospital de Cleveland, su amada ciudad. Esa peripecia de hombre común, algo depresivo y atormentado, pero también lleno de luz y bonhomía, se reflejaba exactamente en los ojos bondadosos de Pekar, que enseguida me cogió un cariño bárbaro que se alargó con varios mails. Para empezar, estaba francamente sorprendido de que un periodista español se interesara por él ya que estaba convencido de ser un don nadie incluso en Estados Unidos.

Pekar creía que el cómic estaba considerado como un género menor para friquis y, lejos de entristecerse por ello, estaba encantado porque creía que era la única manera de preservar su pureza. Me habló de los dibujantes con los que ha colaborado y de sus discos de jazz, de su vida en Cleveland y de sus amigos. Mientras se desarrollaba la entrevista, su mujer entraba y salía de la habitación y ambos mantuvieron una divertidísima discusión sobre dónde estaban las cosas ya que por lo visto habían hecho mal la maleta y se habían dejado la mayoría de cosas en Ohio. Asimismo, Harvey llamaba de vez en cuando a sus amigos y familiares de su ciudad para interesarse por su suerte ya que el apagón también había llegado allí y celebraba con vítores las anécdotas que le contaban.

Yo estaba pasando un momento un tanto flojo y al final el matrimonio acabó por hacerme un tanto de psiquiatra. Sin darme cuenta, terminé por explicarles todos mis problemas y hubo un momento en el que realmente sentí que eran mis amigos. Prometí ir a verles a Cleveland, cosa que jamás hice, aunque sí le mandé el recorte con la entrevista, que él agradeció muy emocionado e impresionado, una vez más, de que tan lejos de su país alguien le hiciera caso. Recordaré siempre su risa franca y las pullas que se metía con su mujer. Me ha dado mucha pena su muerte y he sentido en el alma no realizar jamás esa visita prometida. Pekar fue un hombre con mucho talento y sensibilidad, bueno de verdad y me salvó no sólo el día, también me ayudó a estar menos preocupado y triste ese verano. Nunca te olvidaré, Harvey, nunca.