Josep Maria Castellet
"Ya no existen las vacas sagradas pero tampoco hay respeto intelectual, y eso es más fastidioso"
15 octubre, 2010 02:00Josep Maria Castellet, por Gusi Bejer
Conoció a los más grandes de las letras españoles en unos tiempos, los de la Dictadura, tan grises como inquietos. Y sólo él sobrevivió para contarlo. Josep Maria Castellet (Barcelona, 1926), el mítico antólogo de Nueve novísimos poetas españoles (1970) publica Seductores, ilustrados y visionarios (Anagrama), donde pasa revista a los amigos muertos: Sacristán, Barral, Ferrater, Fuster, Comín y Terence Moix.
RESPUESTA: Sí, por supuesto. Los amigos que están son los que más han presionado sobre mi memoria.
P: Seductores, ilustrados y visionarios. ¿Qué adjetivo es más pertinente?
R: Seductores, sin duda, todos fueron seductores profesionales.
P: Repasemos. De Manuel Sacristán destaca su coherencia antiburguesa.
R: Era el de carácter más estricto. Había sido un duro falangista en su juventud e igualmente duro después como comunista.
P: ¿Era en todo tan insistente Carlos Barral como cuando les convidaba a fortalecerse el pene a pedradas?
R: Ja ja, sí, intentó -y lo consiguió-, arrastrar a todo el mundo literario a su terreno convirtiéndose en el primero de los editores españoles. Era un líder nato.
P: De Gabriel Ferrater afirma que fue el mejor lector que conoció. Pese a los desastres que causaba su dipsomanía.
R: El trato con los bebedores invita tanto a la amistad como a la pelea. Y Ferrater era un grandísimo bebedor.
P: Recuerda cómo se reía junto a Joan Fuster de las vacas sagradas literarias, los momotombos… ¿Quedan hoy momotombos?
R: Yo creo que no. Mayo del 68 se carga el sentido del respeto. Hoy ya no existen ni pueden existir monotombos ni vacas sagradas. Lo malo es que se perdió también el respeto intelectual, y eso es mucho más fastidioso.
P: Y Alfonso Comín, ¿tan fascinante resultaba aquel cristiano apasionado?
R: Era fascinante por su doble vertiente como gran cristiano y no menor comunista. Su muerte, cuando acababa de ser elegido diputado en el parlamento catalán, dio la única respuesta posible a la tremenda tensión que fue su vida.
P: Cerramos la pasada de revista, su memoria de Terence Moix es la una persona de apariencia tan frívola como de escritura rigurosa.
R: Hay gente que me ha dicho al leer el libro: "pero hombre, ¿Terence Moix?" Vamos a ver, Terence Moix era un hombre muy leído en varios idiomas, había escuchado todas las óperas, había visto toda las películas del mundo. Cuando me preguntan, me dan ganas de responder: "Mira, era el más ilustrado de todos".
P: Usted escribió en castellano y ahora en catalán, ¿cómo se lee a sí mismo traducido?
R: Algunas veces no me reconozco. Lo que pasa es que la editorial y la traductora, que por cierto es excelente, me han permitido introducir una serie de giros personales para poder reconocerme.
P: Cita la persecución del catalán por la Dictadura. Salvando las distancias, ¿ocurre algo parecido hoy con el español en Cataluña?
R: No, ni de lejos. Aunque es cierto que han existido conflictos y seguramente injusticias con el castellano, sobre todo con la inmersión lingüística en la Enseñanza.
P: Parece que el Tripartito se acaba. ¿Cuál es su balance de siete años de política cultural?
R: Decepcionante, como también lo fue la política cultural de Pujol, por cierto.
P: Creo que el flamante Nobel Mario Vargas Llosa es amigo suyo.
R: Sí, el premio ha sido una alegría personal. Fui miembro del Jurado que le dio el Biblioteca Breve en 1962 y aún recuerdo el viaje a Perú, a donde nos invitó a Ballcels y a mí, y la inolvidable visita a Iquitos, el escenario de Pantaleón y las visitadoras.
P: Medio siglo después de la publicación de Nueve Novísimos poetas españoles, ¿cómo recuerda la polémica que suscitó?
R: Fueron los años más vibrantes de mi vida. Aquello estalló como una bomba pese a que no era mi intención. ¡Me criticaron hasta poetas recogidos en la antología!