Image: Patricio Pron

Image: Patricio Pron

El Cultural

Patricio Pron

"Bolaño me decía que comiera mucha fruta y que no bebiera"

24 noviembre, 2010 01:00

El escritor Patricio Pron en una cafetería de la calle Fuencarral de Madrid. Foto: Óscar Monzón

Participa el jueves en la Semana de Autor de Casa de América, que se celebra estos días en torno a Bolaño

Patricio Pron se juró un día dejar de escribir. Estaba en Argentina y cuando leía sus cuentos y sus novelas no se reconocía. "Parecían escritas por un tipo que no era yo y que además me empezó a caer bastante mal", confiesa. Ante una situación así no le quedó más remedio que reinventarse, si no quería acabar en manos del psiquiatra. Pron cogió la maleta y se instaló en Gotinga (Alemania). Allí empezó a trabar su tesis doctoral y a pensarse muy mucho si merecía la pena empuñar la pluma de nuevo. Circunstancias personales difíciles -"atesoro tantos fracasos"- le empujaron a retomarla, pero ya era un escritor nuevo, liberado del peso de la exigente tradición literaria argentina y de la concepción ampulosa del oficio de escribir. Entonces alumbró obras como Una puta mierda y El comienzo de la primavera, que le han valido, tras instalarse en Madrid en 2008, el reconocimiento de la crítica, el favor de los premios y el mimo de sus editores.

Pregunta.- Dice que cuando encontraba un mail de Bolaño en su buzón era un "buen día". ¿Por qué le alegraba tanto?
Respuesta.- Todo lector desea comunicarse con los autores que admira. Es una suerte tener un contacto personal con alguno de ellos. Es lo que me ocurrió a mí con Bolaño. Cuando estudiaba en la Universidad de Gottingen, me dijeron que iba a venir para promocionar sus novelas. Acordé entrevistarle para un diario uruguayo. Yo entonces no lo había leído. Empecé con La literatura nazi en América y luego con Estrella distante y quedé deslumbrado con su magnética personalidad.

P.- ¿Qué es lo que más le gusta de él, lo que le hace escogerle como modelo a él y no a otros?
R.- Diría varias cosas. Admiro su valentía para enfrentarse a temas clave y complejos que no suelen agradar a los lectores. Su conocimiento enciclopédico de literatura y que su propia obra emergiera de ahí. También devolvió a la literatura en español el interés por las formas. Pero por encima de todo me quedo con su sentido del compromiso total hacia la literatura. Siempre la consideró un fin en sí mismo, no un medio para alcanzar otras cosas. Bolaño intentaba ganarle días a la muerte para poder escribir más libros. Se cuidaba mucho. A mí, por ejemplo, me recomendaba tomar mucha fruta y verduras y no beber mucho alcohol. No me creo la leyenda del yonqui que le asignan.

P.- Dejando a un lado a Bolaño, ¿cómo describe la importancia de la huella intelectual que le dejó su estancia en Alemania?
R.- Su importancia es absoluta. Fui porque quería recorrer las mismas calles que recorrían algunos de los autores que leía en la biblioteca de mi casa en Argentina. Pensé que sería interesante y enriquecedor. Y así fue. Alemania me dio una formación que en otros sitios, como por ejemplo España, no me hubiera podido pagar, me dio su idioma, que me sirve para ganarme la vida haciendo traducciones, y sobre todo un refugio modesto y mucho tiempo para pensar qué quería hacer con mi vida y cómo. Allí encontré las condiciones adecuadas para empezar a escribir de nuevo, después de jurarme que no volvería hacerlo.

P.- ¿Llegó a jurárselo?
R.- Sí. Escribir, la verdad, es una actividad rutinaria y algo pueril si se compara con las cosas importantes que se pueden hacer en este mundo y contra los problemas urgentes que padece. Pero en Alemania empecé de nuevo, quizá por los tantos fracasos personales que atesoro, y ya no pude dejar de hacerlo. Lo importante es que cambié mi manera de escribir y entender la literatura. Allí me propuse que cada libro sería distinto del anterior y que debía aceptar el malentendido como forma de comunicación inevitable entre autor y lector.

P.- Después de vivir ocho años en Alemania y empezar allí a ser otro escritor, ¿en qué medida se siente ahora un autor argentino?
R.- Argentina tiene una larga tradición de autores que escribieron fuera. El Martín Fierro, poema épico nacional, está escrito con un metro que no se utilizaba en Argentina, sino en Brasil. Es una literatura que tiene mucho interés por Europa. De hecho hay pocas literaturas tan centroeuropeas como la argentina. Yo aspiro a formar parte de esta tradición, aunque algunos tengan sus dudas, sobre todo porque mi dicción, ni siquiera mi acento, es ya argentino, ni tampoco los temas de que me ocupo.

P.- Volver allí es una hipótesis completamente descartada, ¿no?
R.- No, no tengo ninguna intención de volver. Vuelvo de visita cada año o año y medio. Las cosas que podía aprender de Argentina ya las he aprendido. Aquí tengo ahora mi mujer y mi gato y eso es lo más parecido a un hogar que puedo encontrar. La migración es siempre un viaje sin retorno, porque ya nunca puedes volver al mismo sitio que abandonaste: todo cambia, las personas queridas que dejaste y el paisaje, y sobre todo cambia uno.

P.- Al principio de El comienzo en la primavera utilizas una cita de Thomas Mann que advierte que el pueblo alemán siempre despreciará la democracia. ¿Tiene alguna vigencia?
R.- La puse para advertir que el libro no era mero turismo por Alemania, sino un ejercicio crítico de la cultura alemana. Esa denuncia era pertinente cuando la formuló Mann, pero ahora no lo es tanto: los alemanes han desarrollado una conciencia crítica muy sensible. Ahí está el ejemplo de la defensa mediambiental. Lo más positivo del sistema democrático alemán es la capacidad que tienen los ciudadanos de tutelar las instituciones. Con su resistencia pasiva consiguen modificarlas de acuerdo a sus reivindicaciones.

P.- ¿Qué culpa le asigna a Heidegger y los filósofos de su cuerda en el impulso de la locura nazi?
R.- No demasiada. Ni siquiera en Alemania los filósofosos tienen mucha influencia en la realidad social. Lo que me interesaba retratar en El comienzo de la primavera era cómo muchos intelectuales como Heidegger tuvieron que ocultar su pasado y la necesidad que tuvieron de manipular la verdad. Sentir esa necesidad de por vida es terrible para cualquier persona.

P.- Imagino que no se habrá arrepentido de dejar Alemania e instalarse en España. Desde que ha llegado le ha sonreído el éxito: Premio de Novela Ciudad de Jaén, inclusión en la lista Granta, críticas laudatorias...
R.- Durante un tiempo pensé que podía estar en Alemania y reemplazar mi presencia como escritor a través de agentes, amigos, visitas regulares... Entonces consideraba los encuentros con editores y lectores un fastidio. Me equivocaba. He descubierto al volver que me he perdido la parte buena de esa relación, todo lo que te aporta y te enriquece. Además un escritor debe estar lo más cerca posible de sus lectores.

Ver otros Buenos Días