Antonio Orejudo. Ilustración de Gusi Bejer
Tras seis años de silencio, Antonio Orejudo (Madrid, 1963) regresa a la novela con Un momento de descanso (Tusquets), relato de humor negrísimo en el que se ríe de su sombra, gracias a las desdichas de Cifuentes, un profesor español cuya vida personal y profesional se desmorona en una universidad americana.
Pregunta: ¿Por qué el humor está tan mal visto en nuestra literatura, con lo que nos gusta reírnos de los demás?
Respuesta: Nos gusta reírnos de los demás, es cierto, pero no de nosotros mismos. Y menos aún que alguien se ría de nosotros. Sobre todo si tenemos un poquito de poder. La risa cuestiona la autoridad. Por eso, a ciertos defensores de la risa literaria, el humor les gusta mucho, sí, pero disecado tras la vitrina de la Edad Media o del siglo XVII.
P: ¿Quién sería su maestro, Valle quizás?
R: Valle-Inclán por supuesto, pero también Rabelais y Fernando de Rojas. Y el Arcipreste. Y el Anónimo del Lazarillo. Y Mihura, y Jardiel, y Rafael Azcona...
P: ¿El humor sigue siendo subversivo?
R: El humor y la risa disuelven la autoridad y el miedo. Es normal que las personas con poder, temerosos de que se descubra su usurpación, quieran protegerse del uno y de la otra.
P: ¿Cuánto le ha prestado de sus experiencias en la universidad norteamericana a su héroe?
R: Mucho, claro.
¿De dónde saca sus materiales un escritor si no es de la memoria o de la imaginación?
P: ¿La universidad española gana en la comparación?
R: Todo lo contrario. Las deficiencias académicas de la universidad española están recubiertas de una grosería muy desagradable.
P: ¿Y el mundo literario?
R: Comparado con el estadounidense es pequeñito, pequeñito, y por lo tanto un poco provinciano y siempre enternecedor.
P: Cifuentes sufre en sus carnes lo políticamente correcto... ¿En España estamos inmunizados? ¿cuáles son las lacras de nuestra universidad?
R: Afortunadamente, en la universidad española no hay que mantener -todavía- la puerta del despacho abierta cuando entra una alumna.
Nuestros males van por otro lado: la mediocridad del profesorado y el nocivo efecto del Estado de las Autonomías. Para un profesor de la Universidad de La Rioja es más fácil conseguir un puesto en la Universidad de Nueva York que trasladarse a la Pompeu Fabra o a la Universidad de Sevilla.
P: Pero ¿usted ha dormido a alguien en sus clases, como Cifuentes?
R: Yo no duermo, yo hipnotizo.
P: Lo más conmovedor del libro es la relación de Cifuentes con su hijo: ¿no se expone demasiado al hablar de ese amor no correspondido?
R: Un escritor digno de ese nombre siempre se expone en sus novelas. La primera persona es un efecto óptico, no una forma más sincera de narrar.
P: En
Fabulosas narraciones... retrató de forma satírica a JRJ, Ortega, el 27 ... ¿no le tienta hacer algo similar con las letras españolas actuales?
R: No, porque aquello no era un ajuste de cuentas personal, sino con mi tradición literaria. Los ajustes de cuentas personales hay que solventarlos cara a cara, a ser posible en privado, y sin molestar.
P: ¿Quiénes serían sus víctimas?
R: Si alguna vez escribo algo sobre mis contemporáneos será una parodia de la ceremonia de entrega de los premios Goya. Todo elogioso. El Goya al mejor diálogo, el Goya al mejor personaje, a la mejor metáfora, a la mejor escena sexual... Y los premiados dirían unas palabras.
P: Entre Mendoza, Muñoz Molina y los Nocilla, están ustedes, ¿la generación pan con mantequilla quizás?
R: Nosotros somos los verdaderos escritores del boom. Pero no del boom latinoamericano, sino del boom demográfico español.
P: ¿Y quiénes formarían parte de esa generación desclasada?
R: Todos los que nacimos en los 60. Todos los que encontramos lleno el colegio, llena la universidad, llenos los bares, lleno el mercado laboral, y lleno también el panorama literario. Todos los que aprendimos desde niños a usar los codos para hacernos un hueco entre la multitud de contemporáneos.
Todos esos a los que nadie les enseñó que todo es más fácil si vas agrupado en una generación, que todo es más difícil si te lo montas tú solito.
P: Es partidario de las últimas prohibiciones legisladas... ¿también la del tabaco?
R: El tabaco no se ha prohibido. ¡Ojalá prohibieran de la misma manera la marihuana!
Lo que se ha regulado es su consumo en lugares públicos.
P: Una conquista irrenunciable como ciudadano...
R: Decir lo que pienso.
P: ¿Y como escritor...?
R: No leer reseñas de mis novelas.
Ni siquiera aquellas que me ponen mal.