Alberto Corazón: "La clase política desprecia los derechos de los creadores"
El artista y diseñador celebra 50 años en el mundo del arte
2 abril, 2011 02:00Lo tenemos delante todo el rato: suyos son muchos de los símbolos que tenemos ya asumidos en nuestro imaginario. De su estudio han salido los logos de la ONCE, la C blanca sobre fondo rojo del cercanías madrileño, la imagen de la Casa de América o la modernizada Minerva del "escudo" del Círculo de Bellas Artes. También el teléfono Domo de Telefónica, que ha pasado por casi todas las casas españolas. Pero Alberto Corazón (Madrid, 1942) es mucho más que diseño. Miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (2006) y premio Nacional de Diseño (1989), ha desarrollado también una intensa actividad artística que le ha llevado a exponer con la galería Marlborough, tanto en Madrid como en Nueva York, en el IVAM de Valencia o en Museo de Arte Contemporáneo de Madrid. Este año, en el que se cumplen 50 desde que en 1961 celebrase su primera exposición, el Instituto Cervantes "pasea" sus piezas por Belgrado, Palermo, Estocolmo, Milán...
PREGUNTA.- Se cumplen sus bodas de oro en el arte y el Cervantes lleva por el mundo su exposición de Canciones del alma de San Juan de la Cruz, ¿cómo ha llegado al santo?
RESPUESTA.- A la poesía de San Juan de la Cruz se va llegando a lo largo de la vida. Las dos grandes cumbres de la literatura española son Cervantes y San Juan, de modo que el primer contacto que se tiene con ellos es en la escuela. A lo largo de mi vida lectora, me he ido tropezando con su poesía mística y en cada lectura sus versos crecían y crecían. Hasta que ha llegado el momento de enfrentarme, como creador plástico a ellos. Y estoy muy feliz por el resultado. He logrado dar iconicidad a la escritura.
P.- Se cumplen 50 años de su primera exposición: ¿cómo fue? ¿dónde? ¿qué expuso? Creo que usted mismo se autocensuró y lo tiró todo...
R.- Fue en una pequeña librería-galería que estaba en la calle Arenal. Se llamaba Abril y, en los comienzos de los años 60, fue un querido refugio en aquel Madrid triste, gris y facha. Y sí, es cierto que más adelante deseché aquellas pinturas. Soy muy autocrítico y el tiempo es implacable. Sólo sobrevive aquello que creo que puede sobrevivir.
P.- Le han calificado de precursor del conceptual en los 70, ¿qué queda de conceptual en su obra?
R.- Un interés semiótico muy profundo. La denominación "conceptual" fue la de un gran contenedor de muchas y muy diferentes prácticas. Nunca me he sentido muy a gusto con el rótulo.
P.- Ahora el conceptual tiene también un papel importante en muchos jóvenes artistas, ¿cree que aún tiene cabida? ¿es lo que le interesa al espectador?
R.- En estos momentos todo tiene cabida, pero no estoy seguro de que pueda interesar al espectador. Me temo que es más un guiño entre los propios artistas que han retomado tan sólo los aspectos formales del conceptualismo transformado en "instalación".
P.- ¿Qué es primero el arte o el diseño?
R.- Para mí son las dos caras de una misma moneda. Cada uno necesita la complementariedad del otro. Ser artista refuerza mi visión del diseño como un encargo profesional y ser diseñador me permite penetrar más a fondo en la experiencia estética como misterio. El lado claro y el lado oscuro.
P.- En el Reina Sofía ha entrado como comisario pero no como artista, ¿siente que el Museo está en deuda con usted?
R.- En absoluto, sería muy arrogante por mi parte. Pero sí es verdad que el Reina es la chica que me gusta: quizá algún día consiga que nuestra relación sea más intensa.
P.- ¿Cómo se le dan las nuevas tecnologías? Me imagino su estudio con mucho Mac, IPad y poco papel y lápiz, ¿es así?
R.- El mejor amigo del hombre es el lápiz. En el estudio estoy rodeado como es natural de mucho Mac y cada vez más IPad pero, la verdad, lo que de verdad "me pone" es acariciar un papel.
P.- Ha estado muy involucrado en la defensa de los derechos de autor, pero es una lucha en la que se avanza despacio, ¿por qué? ¿No se mentalizan los políticos o es la sociedad?
R.- El respeto real a la creación y a los creadores se expresa, en primer lugar, respetando el derecho de autor. Y, desde luego, la clase política, tanto el poder ejecutivo como el judicial, manifiesta un vergonzoso desprecio por los derechos morales y económicos de los creadores. Y luego, una opinión pública, intoxicada por los intereses de los grandes grupos mediáticas, se convierte en una masa acrítica que reclama el "gratis total" con el trabajo de los creadores. Una vez más la única esperanza está en Europa. Sólo las directivas de la Unión Europea pueden salvarnos de tanta demagogia.