Image: Ángel Mateo Charris

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El Cultural

Ángel Mateo Charris

"Me preocupa más la acción cultural interior que la otra"

7 abril, 2011 02:00

Ángel Mateo Charris

El pintor presenta hoy en Madrid sus trabajos sobre El corazón de las tinieblas de Conrad

Bajo el título Los papeles de Conrad ha reunido Ángel Mateo Charris (Cartagena, 1962) su serie de obras realizadas en 2007 por el 150 aniversario de Joseph Conrad. Publicadas entonces en un libro editado por Galaxia Gutemberg, las pinturas originales sólo se habían expuesto en Barcelona, en el Círculo de Lectores, coeditor del volumen. Ahora llegan por primera vez a Madrid, a la galería My Name's Lolita que acerca al público estas obras sobre papel. Todavía "con el aliento de Conrad en el cogote" hablamos con el artista que ya tiene la cabeza puesta en su próxima exposición en La Conservera de Murcia: será en julio con su amigo Gonzalo Sicre.

PREGUNTA.- ¿Cuándo leyó por primera vez El corazón de las tinieblas?
RESPUESTA.- Fue en mi adolescencia, por recomendación del poeta José María Álvarez, que tenía una fantástica librería en Cartagena. No puedo separar lo que sentí al leer aquel libro del resto de las novelas de Conrad, o de Stevenson, Melville y tantos otros. Una puerta abierta a un mundo de aventuras que me abrieron el apetito por viajar y por inventar.

P.- Su obra es muy literaria y cinematográfica, ¿qué referencias diría que tiene?
R.- Igual si te digo las que no, acabamos antes. Utilizo muchos mecanismos literarios y cinematográficos pero de una manera algo 'bastarda', intentando utilizar recursos ajenos para hablar de otra cosa. Cuando trato de contar algo siempre pienso en estructuras narrativas e imágenes de otras disciplinas (cine, libros, televisión, cómics) que se unan a las meramente plásticas. Nunca podría hacer obras abstractas, no tengo ese circuito neuronal enchufado.

P.- ¿Hay algún otro libro que le gustaría "ilustrar"?
R.- En realidad casi cualquiera, desde los que se me suponen más afines, un Gordon Pym, por ejemplo, algo de Carson MCullers o Auster, a otros, digamos, menos ilustrables, como textos de Zizek o Montaigne. Me encantan los encargos, especialmente cuando me hacen pensar en cosas que nunca se me hubieran ocurrido. A veces me ofrecen cosas muy raras (ahora estoy con una imagen que sirva como cartel para el Misterio de Elche) y en esos casos cuesta hincarle el diente, pero siempre hay margen para la sorpresa y para que el encargo te lleve después a otra cosa. Me siento cómodo en estos laberintos.

P.- Llega a Madrid tres años después de la exitosa Rabinos, cannolis y puertos, han sido tres años difíciles: ¿Ha empeorado mucho todo en este tiempo?
R.- Está claro que los tiempos de vacas gordas han pasado, que todo el mundo tiene que apretarse el cinturón, pero tampoco entiendo ese clima de catástrofe y de flagelación contínua. Desde hace unos años cuando hablamos de arte queremos decir mercado. Si la salud del arte la marcan los gráficos de ventas en Sotheby's o los puestos que escala Larry Gagosian en la lista Forbes, mal vamos.

P.- Quizá sea momento para mirar hacia fuera: ¿Cómo se mueve usted por el mundo?
R.- Me muevo todo lo que puedo: para ver, para aprender, para cargarme de experiencias y, cuando me llaman, para enseñar mi trabajo. De hecho, la temporada que viene voy a trabajar principalmente para compromisos en el extranjero, como una individual en Montreal o ferias en Canadá y Estados Unidos.

P.- ¿El "made in Spain" es un handicap para exponer y/o vender fuera?
R.- No creo que sea un handicap, tampoco una ventaja. El nacionalismo no le sienta bien a casi nada. No creo que fuera se fijen tanto en la procedencia de los artistas. Tampoco salen muchas galerías españolas al extranjero (y no todas apuestan por el producto nacional) y pocos comisarios y críticos escriben fuera.

P.- Se habla de los planes de la nueva Acción Cultural Exterior. ¿Qué le falta a nuestro sistema cultural artístico? ¿Por qué contamos tan poco fuera?
R.- Supongo que no es un problema exclusivo del mundo del arte. También veo pocas botellas de aceite español en las estanterías de los supermercados neoyorquinos y poco vino en las tiendas de licores. Saber vendernos no es lo nuestro, o igual es un problema de posicionamiento global: si fuéramos una gran potencia mundial, seguro que también lo seríamos en arte. Si tuvieramos instituciones bien engrasadas que funcionaran en el campo de la promoción exterior, mejoraría nuestra proyección. Es fantástico que nuestros artistas expongan fuera pero, ¿es eso lo importante? Igual si el arte interesara realmente a los españoles, si fuera algo incorporado a la vida de la gente común, que le ayudara a comprender el mundo o a hacerse preguntas, más allá de los reportajes anuales de ARCO, de los teletipos de cotizaciones de este o aquel cuadro o de las fotos electoralistas de los políticos inaugurando museos vacíos, habría más artistas estupendos e igual empezabamos a molar fuera. Me preocupa más la acción cultural interior (vía educación básicamente) que la otra.

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