Rutinas de Hollywood y Sundance
Bradley Cooper y Robert de Niro en una escena de Sin límites
Se estrenan esta semana dos ejemplos de un cine norteamericano hecho de remiendos y de ideas apresuradas, películas que recuerdan y se confunden con otras pero que son incapaces de crear su propia personalidad, películas que se hacen con las cenizas de otros fuegos. Sin límites y Happythankyoumoreplease. Sus protagonistas son escritores, pero van dirigidas a públicos (o targets, según la terminología de la industria) bien distintos, aunque sean productos cocinados en industrias cuyos propósitos y fórmulas cinematográficas a veces no se distinguen demasiado entre sí: Hollywood y Sundance.Empecemos por Hollywood. Sin límites es un thriller que camina entre la ciencia-ficción y el crimen empresarial que parte de una premisa intrigante pero en determinado punto se olvida de ella para perderse por los caminos del efectismo, el cliché y la repetición, hasta convertirse en una improbable y descafeinada mezcla de Réquiem por un sueño, Wall Street y Matrix. Eddie Mora (Bradley Cooper) interpreta a un joven escritor en uno de los momentos más bajos de su existencia -su novia le deja, su editor le rechaza, está arruinado, etc.- cuando su excuñado le da una píldora que activa su cerebro, una droga de nuevo diseño que según explica le permite utilizar el 80% del cerebro del que aparentemente no hacemos uso. Un ser inteligente perfecto. Administrándose la droga, escribe una obra maestra, gana una fortuna en el póquer y en el mercado bursátil, seduce a una mujer que antes le ignoraba… ya no es un perdedor. Ya no lleva el pelo largo ni barba de tres días. Ahora es un aseado gurú de Wall Street: un ganador sin escrúpulos. Ahí es nada. El problema es que, como todas las drogas, crea adicción, tiene efectos secundarios y hay toda una mafia criminal girando a su alrededor. Es interesante cómo el director Neil Burger (El ilusionista) hace empleo de cierta inventiva visual para mostrar cómo el tiempo se telescopiza en la mente de Eddie y cómo su cerebro rastrea en el subconsciente para resolver las situaciones que se le van presentando. Pero ahí se estanca todo el interés de un thriller al que ni siquiera la aparición, a mitad de metraje, de Robert de Niro (en la piel de un multimillonario) puede salvar del mero entretenimiento.
HappyThankYouMorePlease es otro tipo de película, un engranaje de esa otra industria paralela a Hollywood que ha creado el llamado cine ‘indie' desde el declinante ‘templo' de Sundance. De hecho, la película se llevó el Premio del Público en el festival de Robert Redford. Es otro cine, con otro público y otras preocupaciones, pero como Sin límites, no es inmune a las recetas. La película la escribe, dirige y protagoniza el hasta ahora actor Josh Radnor, popular por su participación en la serie Cómo conocí a tu madre. Como Zach Braff, director de Garden State, es un niño de la tele que se ha convertido en un niño de Sundance. En la película de Braff sin embargo había evidentes señales de talento, algo más difícil de encontrar en este desafortunado título. El protagonista del filme, Sam, es como el de Sin límites un escritor freelance (aunque nunca le vemos escribir) y su vida no es que vaya por el mejor de los caminos posibles. Su rutina se ve interrumpida cuando se encuentra con un niño negro que ha perdido a sus padres de adopción en el metro. Sam le adopta ilegalmente, se queda con él en su casa, no informa a la policía de su desaparición. Primera torpeza de la que explota cierto ternurismo infantil y que emplea como dócil instrumento para el despertar emocional de Sam / Josh Radnor.
El filme, a fin de cuentas, no es más que su personal vehículo de lucimiento en el que además no luce demasiado, ni como actor ni como director. En todo caso, la película se abre a otras historias, todas relacionadas con parejas neoyorquinas que están en ese tránsito de sus vidas en el que ser joven ya no es una virtud y ser adulto es demasiado arriesgado: matrimonio, hijos, responsabilidades. Todo es demasiado correcto y bienintencionado y amable como para despertar algún tipo de sentimiento encontrado en el espectador, si bien en determinados espectadores puede funcionar como manual de navegación para los que han cruzado la línea de los treinta.