Image: Miguel Roa

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El Cultural

Miguel Roa

"La música de La Revoltosa es atemporal y universal"

30 abril, 2011 02:00

Miguel Roa

Este fin de semana se representa 'La Revoltosa' en los Teatros de El Canal

Los Teatros del Canal se han convertido en una plataforma de difusión de la zarzuela. A Boadella le encanta -la considera un magnífico ejemplo de sincretismo entre lo popular y lo culto- y se nota. Con Amadeu arrasó, en la taquilla y entre los críticos. El director musical de aquel espectáculo fue Miguel Roa, junto con Manuel Coves. El antiguo director del Teatro de la Zarzuela vuelve a tomar la batuta en este teatro. Ahora lo hace en el montaje de La Revoltosa dirigido por Juan Carlos Pérez de la Fuente, que estará en cartel desde este sábado hasta el próximo 8 de mayo. Un buen plan para estos días castizos.

Pregunta.- ¿Qué tiene esta revoltosa que no tengan las otras muchas que ha dirigido antes?
Respuesta.- Sí, he dirigido muchas. Creo que la primera la dirigí allá por el año 68. Éste es un montaje de Juan Carlos Pérez de la Fuente. Él ha hecho una obra muy limpia, sin tenebrosidades. El elenco es muy joven y el coro más todavía. Eso se nota, en la energía y en la fuerza que hay sobre el escenario. El decorado es bello, muy clasicista, y la música atemporal como tiene que ser la música de La Revoltosa.

P.- Es un montaje que normalmente se presenta en programa doble. ¿Por qué habéis decidido representarla sin compañía?
R.- Ya hicimos hace unos meses en El Escorial La verbena de la Paloma, en un montaje muy sui generis de Marina Bollain. Ahora tocaba hacer La Revoltosa a solas, como un homenaje complementario. Casi siempre se representan juntas, como ocurre con Cavalleria Rusticana y Pagliacci en Italia, pero también pueden separarse. En realidad es volver al espíritu fundacional del Teatro Apolo, que se llamaba teatro por horas, porque las funciones duraban más o menos una hora. Aquí no hemos mareado al pato tampoco.

P.- Dice que esta zarzuela es "más madrileña que las Cibeles, pero no así su música"...
R.- No es música madrileñista, no, como ocurre de forma evidente con La Mosca de Chueca o La Chulapona de Moreno Torroba. La historia ocurre en Madrid pero la música es atemporal y universal: la puede entender cualquiera. Lo madrileño está, en cambio, muy subrayado en el escenario.

P.- Habéis transformado la Sala Verde de los Teatros del Canal en una verdadera corrala. Esta sala es un lujo por su versatilidad, ¿no?
R.- No es que la hayamos convertido en una corrala es que lo es. Sólo hemos tenido que ponerle unos cuantos farolillos y mantones.

P.-¿Cómo ha sido la colaboración con Juan Carlos Pérez de la Fuente, que es la primera vez que dirige una zarzuela?
R.- Se ha volcado con La Revoltosa, porque siente pasión por ella. Además han entendido muy bien lo que otros directores no: que La Revoltosa no tiene un final concreto. En las distintas versiones que hay cada uno se ha buscado la vida por su cuenta. Pérez de la Fuente le ha puesto un final muy ingenioso.

P.-¿Cómo describiría el momento que vive la zarzuela en la actualidad?
R.- En esto estoy un poco confuso. La generación que entiende bien este género es la mía, que ha pasado de los 25 años hace ya bastante tiempo. Pero también veo que la gente joven se acerca con interés, y, como dicen ellos, con una expresión horrible, les mola mucho.

P.- El éxito de Amadeu, proyecto en el que también participó como director musical, le puede dar impulso, ¿no?
R.- Amadeu ha sido una vuelta de tuerca muy interesante. Anoche veía en el DVD la cantidad de posibilidades que tiene para el público, en particular para los jóvenes, porque el protagonista habla como ellos y tiene muchos de sus tics, como la afición por los aparatos electrónicos. Fue un montaje complicadísimo, en el que Boadella consiguió exprimirnos a todos, con una paciencia de santo. Él consigue lo que quiere de la gente sin alzar siquiera las cejas.

P.-¿Cómo ve la organización de un concurso para elegir al nuevo director musical del Teatro de la Zarzuela?
R.- Yo veo bien todos los modos de elección que sean imponer por narices las cosas. Luego hay que ver los resultados.

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