Norberto Dotor
"Hace falta un programa institucional que ponga en valor el arte español"
28 enero, 2012 01:00Norberto Dotor
Celebra veinticinco años de su galería Fucares en Madrid
Pregunta.- ¿Qué se encontró un galerista de Almagro en el Madrid de 1987?
Respuesta.- Era un panorama muy dinámico. Pasaban muchas cosas, o al menos eso parecía, luego vino la gran depresión… Pero entonces surgía una nueva escena, una renovación de las galerías pero también de los lenguajes artísticos, libertades, democracia, hacía falta un nuevo arte y nueva cultura. Entonces, ARCO era esencial y Madrid estaba en el punto de mira exterior.
P.- Llega a Madrid con su nómina de artistas de Almagro pero, ¿recuerda algún fichaje clave de aquellos primeros años en Madrid?
R.- Inauguré con una exposición de Markus Oehlen. Yo entonces miraba mucho a Alemania. Recuerdo una exposición muy interesante que comisarió José Lebrero de tres artistas alemanes, Thomas Locher, Thomas Grünfeld y Rolf Wolf. Fue un momento importante también para el debate interno de la propia galería, tanto por la aportación intelectual del comisario como por la propia exposición y los nuevos lenguajes que introdujo. Era otra manera de resolver el pensamiento y fue maravilloso trabajar con Lebrero, me enseñó a mirar de otra manera, a mí y a los artistas de la galería. Y es que esa es la principal labor de una galería: que genere un debate con los trabajos de los demás; las exposiciones y los artistas no pueden ser departamentos estancos, no pueden estar aislados, deben interrelacionarse, convivir. Para los artistas jóvenes es esencial y yo me preocupo bastante de que esto suceda.
P.- ¿Cómo se logra sobrevivir 25 años con una galería en Madrid?
R.- Es muy complicado, ha habido momentos muy duros. Yo nunca he pensado en la rentabilidad, pienso en el arte. La función económica es consecuencia de lo que expones y de lo que eres capaz de hacerte entender. No he generado un gran patrimonio y vivo austeramente.
P.- ¿Es éste un mal momento para las galerías españolas, para el arte español?
R.- La crisis es grave en las galerías pero, sobre todo, se echa en falta la revisión del arte español por parte de las instituciones. La misión del centro de arte contemporáneo debe ser poner en valor el arte español y organizar un programa para contextualizarlo. Conocer el minimal está bien pero ¿cuál es su relación con el español? Está bien traer a Sol LeWitt pero hay que poner en frente a Palazuelo, a Equipo 57, esto es lo que justificaría su presencia. Hay que mirar hacia fuera pero sin perder de vista nuestro ombligo. Y el apoyo institucional que reclamo no sólo se traduce en dinero, hay que dar juego a los comisarios españoles para que entren en los museos y les den frescura y sentido. No nos podemos permitir que nuestros mejores artistas se vayan fuera. Un país sin artistas es un país muerto".
P.- ¿Y esto se cumple en la galería?
R.- Yo lo intento desde la mía. Los artistas que traigo de fuera son para relacionarlos o para poner en valor a los españoles, con los que me reconozco. No es cuestión de traer un extranjero más. Seguimos teniendo complejo, pero el arte español no es peor que cualquiera. Está claro que el poder lo tiene el mundo anglosajón, pero eso debe ser acicate para tomar determinaciones. También el arte podría ser una industria cultural exportable. Hay que tener en cuenta que los artistas españoles, los de la generación más joven, están en este momento malviviendo.
P.- Hoy cualquiera puede ver las obras de un artista a través de internet, las ferias pueden ser virtuales como se ha demostrado ya, por lo que el papel de la galería queda, de algún modo en entredicho. ¿Está en crisis el modelo actual de galería? ¿Cuál es hoy el papel del galerista?
R.- Hoy el deber es resistir. Resistir manteniendo tu programa.
P.- El perfil del coleccionista también ha cambiado en estos años, hoy sabe más y le gusta relacionarse con el artista, ¿no va eso también en detrimento de la galería?
R.- Posiblemente hoy haya más información pero falta pasión. En realidad no hay un coleccionista que se mueva por el arte joven. No hay seguimiento por artistas concretos. Ahora en la colecciones es mejor tener 200 piezas de 200 nombres que 200 obras que demuestren un seguimiento constante de 15 o 20 artistas. Es muy común escuchar "a ese ya lo tengo", como si fueran cromos. Muchas colecciones españolas son surtidos copiados de lo que ofrece el panorama internacional. Hay compradores estupendos pero hay también mucho de compra coyuntural. Para mí una obra de arte es como un libro o una sinfonía, te tiene que entusiasmar y cantar cada día, no es sólo para tapar una pared vacía.
P.- ¿Qué le lleva a elegir a un artista?
R.- Yo traigo a la galería lo que me emociona. Para elegir a un artista tengo que encontrar coherencia entre lo que hace y lo que me cuenta y necesito un tiempo para creérmelo. Me interesa mucho la parte emocional, esa dimensión social que hay cuando el artista se implica y trasciende respecto a lo que sucede a su alrededor. El arte, como el cante, me tiene que mover las tripas.
P.- ¿Se ha equivocado alguna vez?
R.- Afortunadamente muchas, he trabajado con alguien y luego he dicho "esto no es para mí". A veces me tiro a la piscina con arrojo y tengo que echar marcha atrás, pero otras muchas veces he acertado.
P.- Coincidiendo con el aniversario inaugura exposición de Rubén Ramos Balsa, que es también artista destacado en su stand de ARCO 2012, ¿cómo nos lo vende? ¿Por qué hay que tener una pieza suya?
R.- Es uno de los artistas más jóvenes de la galería. Hay que tener una obra suya, sin más. Hay que leer más allá de los propios objetos y obras que conforman la exposición. Es el mismo artista que hace diez años pero más maduro, que ha encontrado soluciones y tiene un camino propio.
Concluye Norberto Dotor esta conversación como ha empezado, hablando del artista: "Un ser muy especial al que le debo mucho, que me ha enseñado a ver el mundo de otra manera. Si tuviera que elegir dónde acabar mis días, diría que en la galería... o en un estudio". Trabajando. Así le dejamos en su espacio madrileño de Conde de Xiquena, un piso luminoso y amplio donde las fotografías y objetos de Rubén Ramos Balsa se funden con el recuerdo de las esculturas de madera de José María Guijarro de la exposición anterior, y donde todavía resuena el eco de la especial poética de los lienzos y objetos de Andrei Roiter. Como a él le gusta.