¿Es arte la música popular?: términos que superar
This Is Not a Love Song es una interesante exposición que puede visitarse hasta finales de septiembre en La Virreina Centre de la Imatge de Barcelona. Trata de descubrir pistas que permitan seguir las relaciones entre música pop y videocreación desde los años 60 hasta hoy, fijándose especialmente en los momentos y áreas en que ha habido contacto y retroalimentación entre ambas manifestaciones culturales. Pero casi mejor que lo explique su comisario, Javier Panera:
Como aderezo de esa muestra, esta tarde a eso de las siete tendrá lugar un coloquio bajo el humorístico título Sóc un músic en el cos d'un artista o un artista en la ment d'un músic? El mismo Javier Panera, los periodistas Nando Cruz e Ignacio Juliá y un servidor daremos vueltas al término “Art rock” y a las relaciones entre música pop y creación visual. El propósito, me parece, es llegar a plantearse si la música popular surgida en el último medio siglo es o no una forma de arte contemporáneo.
Es cuanto menos inquietante que tengamos que hacernos esa pregunta a estas alturas y sintomático que algunos agradezcamos el mero hecho de que se formule. Eso significa que al menos ya no es un tabú hacérsela, que ya hay quién intuye que así puede ser o así pueden pensarlo algunos. También resulta digamos paradójico que las preguntas procedan de un lugar donde se cavila sobre la imagen y de parte de alguien que estudia y trabaja en el campo de las artes visuales y no de la música. Digamos que es como si nadie del mundo de la arquitectura sacara el tema de si tal disciplina puede ser considerada arte, si tiene unas condiciones estéticas o tan sólo una utilidad, y un crítico musical de repente abriera un debate sobre ello en su revista. Algo así. Sólo esto ya puede sin duda hacernos pensar un poco sobre lo descuidado que tenemos el asunto los que amamos la música popular.
¿Cómo empezar a pensar en esto? Da la sensación de que conviene empezar por la etiqueta art rock como sinónimo de ese rock con aspiraciones artísticas, más allá de lo comercial y del mero ejercicio musical o de estilo. Sólo hay que buscar en Internet información al respecto para darse cuenta de que la etiqueta está trasnochada y es tan imprecisa que aporta más confusión que otra cosa. Art rock significa diferentes cosas según quien lo defina. Para unos es simplemente una etiqueta para nombrar las derivaciones de ir más allá del rock desde finales de la década prodigiosa por parte de los grupos británicos. Prácticamente puede considerarse un sinónimo de estilos como el rock progresivo y sinfónico y sus orígenes (los discos psicodélicos de The Beatles en adelante). Bandas como King Crimson, Emerson, Lake and Palmer, Jethro Tull, Supertramp, Camel, Yes o Soft Machine acompañan a Genesis o Pink Floyd.
Para otros, el espectro es algo más amplio y contradictorio y comienza con las producciones de Andy Warhol con The Velvet Underground, cuya influencia afecta tanto a los primeros Pink Floyd con Syd Barrett, como al glam rock de Bowie o el synth pop de Roxy Music y que llegaría hasta los espectáculos teatrales de Genesis o los hipertrofiados, ambiciosos y pretenciosos shows multimedia para públicos gigantescos de los mismos Pink Floyd. Algo así contaba BBC en el segundo programa (Art Rock - White Light, White Heat) de su serie de documentales sobre la Historia del rock llamada Seven Ages Of Rock.
El art rock sería el correlato de la expansión de la mente provocada por las drogas, la ampliación de los conocimientos culturales tras la generalización de la educación superior y los viajes a otros países, la ambición de algunos estudiantes de arte e interpretación. En él se mezclarían la búsqueda de la diferencia como estrategia de mercado y la búsqueda creativa más allá de los corsés.
Lo que ocurre, claro está, es que tales características estiran los límites y permiten incluir muchísimas otras bandas y solistas. Así, hay quienes se refieren al término (a menudo prefieren el aún más resbaladizo y general de “art pop”) como la vía que ha recorrido la música popular contemporánea hacia la libertad expresiva, la multiplicidad, la experimentación, la conexión con otras formas creativas (poesía, filosofía, ciencia, tecnología, cine y audiovisual…). Aquí se incluyen todas las búsqueda intelectualmente activas e inquietas: desde Bob Dylan y su particular revolución del sentido de la canción popular hasta nuestros días. La entrada art rock de Wikipedia en castellano incluye una cantidad ingente de ejemplos y géneros que van del psicodélico al progresivo y el glam pasando por un ramillete de sub-estilos de lo que define como rock experimental incluyendo el folk ácido de Canterbury, Krautrock, No Wave, Math rock o el Post-rock.
Con semejantes miras, la etiqueta “arty” podría tener un pase, podría servir de adjetivo socorrido para definir de prisa y corriendo algo. El problema es que es tan amplia que apenas permite situar ni limitar. Pink Floyd, David Bowie, Suicide, The Velvet Underground, Talking Heads o Roxy Music no parecen más “arties” que Bob Dylan, Caetano Veloso, Pulp, Captain Beefheart, The Beach Boys, Sonic Youth, Laurie Anderson o Love. Ni menos que Kraftwerk, Bjork, John Lennon, Boards of Canada, Led Zeppelin, My Bloody Valentine, The Residents, PIL o Vainica Doble. ¿Y hasta dónde más se podría llegar? El art Rock no parece existir ni ser los padres y quizá habría que desterrar de una vez por todas el uso del término.
En lugar de eso quizá haríamos bien en preguntarnos si no es verdad que tal clase de aspiraciones son las propias de mucha de la música popular más interesante que se viene haciendo desde los años sesenta. O sea, una de las características propias y esenciales de la música pop. Entonces podremos volver a hacernos la dichosa pregunta: ¿es la música popular de los últimos cincuenta años una de las formas del arte? A ver si el coloquio de esta tarde nos alumbra y podemos responderla la próxima semana.