El Cultural

SEFF: concéntrico y centrífugo

8 noviembre, 2013 09:21

[caption id="attachment_237" width="150"] Tres bodas de más, de Javier Ruiz Caldera[/caption]

El fenómeno es aparentemente paradójico, pero también muy natural. Nunca se ha acumulado tanto cine español en la recámara de las distribuidoras y productoras independientes. Nunca ha sido tan laborioso (prácticamente imposible), para un informador profesional, dar cuenta de todo lo que el cine patrio tiene hoy que ofrecernos. Cuanto menos son los medios, mayor es la producción, básicamente porque la inmensa mayoría de dicha producción se gesta fuera de los circuitos tradicionales. El Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF), que arranca hoy, es un magnífico barómetro de este fenómeno. Tras el cambio de ciclo –José Luis Cienfuegos tomó las riendas del certamen en la pasada edición–, el SEFF muestra en su décimo aniversario un fuerte compromiso con las creaciones españolas más vanguardistas. Nada menos que dieciséis propuestas repartidas entre las secciones principales del certamen.

Las películas de carácter más industrial, en todo caso, han ido a parar a la sección a concurso –el musical ambulante 10.000 noches en ninguna parte, de Ramón Salazar, y la comedia Tres bodas de más, de Javier Ruiz Caldera–, mientras que las producciones más pequeñas y/o arriesgadas tienen su hueco en “Nuevas Olas” y en “Resistencias”, epígrafes que se antojan pertinentes. Cabe preguntarse por qué, coincidiendo con su estreno en salas, no ha entrado en la programación el regreso del sevillano Santi Amodeo, ¿Quién mató a Bambí?, una comedia “coeniana” rodada precisamente en Sevilla, y en su lugar encontramos el simpático largometraje de Ruiz Caldera, que trata de traer con más gloria que frustración el tono de los hermanos Farrelly a nuestros lares. Ambas comedias son muy disfrutables y solventes, pero considero que la película de Amodeo tiene más calibre cinematográfico en sus entrañas. La cuota local parece cubrirla el ciclo que se dedica a la muy interesante filmografía de María Cañas, realizadora conocida como la “archivera de Sevilla”, quien trabaja sobre todo con found footage, y que ganó el año pasado el Festival Márgenes con la heterodoxa Se villana. La Sevilla del diablo, una de las propuestas más fascinantes del reciente cine español (puede verse aquí).

En las secciones periféricas, como el propio cine al que alude, se verán otros catorce filmes españoles. Entre ellos, dos de los que compitieron y triunfaron en Locarno: Costa da Morte, de Lois Patiño, que ya tiene una nueva película terminada, y El futuro, de Luis López Carrasco, miembro del colectivo Los Hijos, que estrena también en el festival andaluz su último trabajo, Árboles. El tercero de los títulos galardonados en el prestigioso festival suizo, Historia de meva mort, de Albert Serra, podrá verse la semana que viene en el MUCES de Segovia. La nómina del “otro” cine español es libre y variada: De Occulta Philosophia, de Daniel V. Villamediana; La jungla interior, de Juan Barrero; Los chicos del puerto, de Alberto Morais; O quinto evanxeo de Gaspar Hauser, de Alberto García; Pettring, de Eloy Domínguez Serán; Dos amigos, de Polo Menárguez; El triste olor de la carne, de Cristóbal Arteaga Rozas; La partida, de Antonio Hens; Las aventuras de Lily ojos de gato, de Yonai Boiz; Taller de flamenco, de Alfonso Camacho, y Un ramo de cactus, del incombustible Pablo Llorca. No podemos negar que nuestra cinematografía, sobrellevando descréditos y operando en los límites (no solo financieros, también estéticos y narrativos), vive un momento apasionante.

[caption id="attachment_243" width="450"] Camille Claudel 1915 de Bruno Dumont[/caption]

Sevilla no es en todo caso el destino natural de un cine español sin complejos, capaz de sintonizar con las vanguardias del momento, aunque haga méritos para ello, sino que su objetivo mayor pasa por ofrecerse como plataforma del cine europeo de producción reciente más vigoroso. En esta labor, tienen un papel destacado los trabajos presentados en Cannes, como las últimas y excelentes obras de Arnaud Desplechin (Jimmy P.), rodada en Estados Unidos; Claire Denis (Les salauds), que muestra una pulsión mórbida hasta entonces desconocida en su filmografía; Paolo Sorrentino (La gran belleza), con el Ocho y medio del siglo XXI, o Alain Guiraudie (El desconocido del lago), un cineasta genuino y sorprendente, como ya demostró con El rey de la evasión, que lleva la filmación del sexo homosexual a un punto de liberación fílmica desprovisto de cualquier forma de pudor.

Procedentes de otros festivales importantes como Berlín, Venecia, Karlovy Vary o Locarno, se verán por primera vez en España también los nuevos trabajos del rumano Corneliu Porumboiu (When Evening Falls on Bucharest or Metabolism), el sueco Lukas Moodysson (We Are the Best!), el bosnio Danis Tanovic (Un episodio en la vida de un chatarrero), el húngaro János Szász (El gran cuaderno), y del galo Bruno Dumont, que en la extraordinaria Camille Claudel 1915 cuenta con la connivencia de Juliete Binoche, en una de sus interpretaciones más enérgicas y estremecedoras, dando vida a la hermana del poeta Paul Claudel y amante de Rodin, para entregarnos una desgarradora reflexión sobre los misterios del arte, el amor y la locura. El gran acontecimiento cinematográfico del SEFF será en todo caso la visita de Claude Lanzmann con Le Dernier de les injustes, una nueva entrega de la monumental Shoah, de la que escribe hoy Carlos F. Heredero en las páginas de El Cultural.

[caption id="attachment_239" width="450"] The Inmigrant, de James Gray[/caption]

Hay dos películas a competición cuya inclusión considero especialmente significativa: Stray Dogs, de Tsai-Ming Liang, y The Immigrant, de James Gray. Forman parte de la programación porque ambas coproducciones tienen una pequeña participación europea, pero en ningún caso podemos considerarlas como “cine europeo”. El taiwanés, autor de filmes cruciales en las estéticas asiáticas del nuevo siglo como Good Bye Dragon Inn o The Hole, ha regresado con un relato apocalíptico en Taipei, que se llevó el Gran Premio del Jurado en Venecia, considerada ya una de las apuestas más contundentes y necesarias del año. El norteamericano James Gray, heredero directo del linaje de Michael Cimino y Francis Ford Coppola, sitúa en el Nueva York de los años veinte una hermosa crónica de inmigración polaca, protagonizada por Joaquin Phoenix y Marion Cotillard (presencia europea), en la que el romance desbocado y el revés del sueño americano se dan la mano.

Estamos frente a un doble gesto, de ensimismamiento y de ensanche, de fuerzas concéntricas y centrífugas. Por un lado, el programa se contrae hacia dentro, y por el otro trata de escapar del marco continental. Da la sensación de que ambas opciones responden al deseo del SEFF de Cienfuegos de abrirse a otras cinematografías, flexibilzando y forzando los protocoles de selección. Así que, por un lado, mucho cine español y, por otro, la necesidad de ampliar los horizontes de la creación europea, y exponer así cómo los síntomas de la globalización también desdibujan las fronteras del cine contemporáneo. El festival de Sevilla se posiciona otra vez como una cita obligada para las cinefilias.