Ignacio Morgado en Tenochtitlan
El psicobiólogo propone un paseo por la gran ciudad azteca
30 julio, 2016 02:00De incógnito, sí, vestido a la usanza de aquel tiempo y de aquel lugar para pasar completamente desapercibido. Apreciando en mi lento caminar las maravillas arquitectónicas y la organización urbana y social de tan imponente y sofisticada ciudad. Recreándome en la contemplación de sus calzadas y canales, y en sus pintorescos, curiosos y hasta elegantes personajes de toda condición y edad. Visitar el gran palacio, cerca del Recinto Sagrado, con su centenar de habitaciones y sus impresionantes jardines. Qué decir de su mercado principal, dos veces más grande que el de Sevilla, con más de 60.000 personas desenvolviéndose en un ambiente jubiloso y festivo. Buscando también la ocasión para encontrar al gran orador, el tlatoani, y a la mujer serpiente, la cihuacóatl, esa fuerza dual del poder local, hombre-mujer, llamada siempre a gobernar cualquier lugar del universo.
Menos grato me resultaría contemplar la llegada de prisioneros a la ciudad, quizá de todas las edades, y tendría que apartar mi vista y mi pensamiento para soportar la celebración de algún sacrificio humano múltiple, donde los calientes corazones recién extraídos de las víctimas seguirían latiendo en las manos elevadas al cielo de los sacerdotes. Dicen que era un medio de controlar un crecimiento demográfico para el que empezaba a escasear la comida. Yo sería el único en medio de la ciudad que sabría que ese mundo de 1521 estaría a punto de derrumbarse con la llegada de un puñado de malolientes soldados encabezados por un aventurero extremeño, un ancestral paisano mío, llamado a convertirse en uno de esos héroes de una historia que nunca desearíamos que volviera a repetirse. Sí, este verano me gustaría viajar, de incógnito, completamente de incógnito, al Tenochtitlan del libro de Juan Miralles Hernán Cortés. Inventor de México (Tusquets).