Félix de Azúa: "Tendría una obra de Picasso para venderla de inmediato"
Félix de Azúa. Ilustración: Ulises Culebro
¿Qué libro tiene entre manos?
Como literatura, Los Virreyes, de Federico de Roberto. Como ensayo, La cara oscura de la imagen de Andalucía, de Alberto González Troyano.
¿Qué le hace abandonar la lectura de un libro?
El aburrimiento o la vulgaridad del autor.
¿Con qué personaje le gustaría tomarse un café mañana?
Con la Reina de Saba.
¿Recuerda el primer libro que leyó?
Vagamente, pero creo que era Miska la foca.
¿Cuáles son sus hábitos de lectura: es de tableta, de papel, lee por la mañana, por la noche...?
De papel y a todas horas.
Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambiara su manera de ver la vida.
Ha habido más de una, pero pongamos que fue decisivo el magisterio de Juan Benet.
¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
Depende de lo que se entienda por “contemporáneo”. Hay buena parte de la producción de la segunda mitad del siglo XX que me interesa. A lo propiamente actual, en cambio, se le ve la subvención.
De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
De Picasso, para venderla de inmediato. O bien, si no, de Goya para llevármela a la tumba.
¿Qué ganan estos ensayos al reunirse en un libro?
Todos menos dos son inéditos, de modo que es un libro nuevo de principio a fin y aún lo tiene todo por ganar. Hasta ahora sólo ha perdido.
¿Hacia dónde debería “volver la mirada” el arte español?
Es demasiado tarde. El arte ya no tiene ojos. En el mejor de los casos, a los libros de filosofía.
¿Y la cultura europea?
Debería imponer el latín como asignatura obligatoria para acceder a un puesto de burócrata. Sólo son eficaces los funcionarios capaces de traducir a Tácito.
¿Y el nacionalismo excluyente, que tanto le ha atacado?
No tienen dónde mirar. El mundo entero es su ombligo.
¿Qué espera de la próxima edición de ARCO?
Buenas fotos de gente hermosa comprando trivialidades.
¿Quién manda en el mundo del arte?
El dinero, como siempre. Y no hay que escandalizarse. Era exactamente igual en tiempos de Miguel Ángel. Quizás entonces la clientela tenía más educación, pero no había mucha diferencia. Por cierto, el dinero está muy sobrevalorado por la izquierda. Están obsesionados. Pero hay otros valores que antes interesaban a la izquierda y que ahora han desaparecido.
A un crítico como usted, ¿le importa la crítica que le puedan hacer a sus libros, le sirve para algo?
A mi edad sólo importa la crítica, buena o mala, de mis iguales. Aquellos a quienes hemos elegido como los más lúcidos en las actuales circunstancias son los que nos pueden orientar para el próximo libro, si lo hay o lo puede haber. Y siempre hay una gota de curiosidad. ¿Qué pensarán del recién nacido?
¿Cuál ha sido la última exposición que ha visitado?
Ha sido la de Bartolomé Bermejo en el Museo del Prado y es fabulosa. He aquí una exposición que nos permite descubrir a un pintor de la altura de Memling o de Van der Weyden, perfectamente desconocido por el público. Un acontecimiento.
¿No cree que el intelectual español tiene demasiado miedo a las redes?
No tengo ni idea. No participo en ninguna.
¿Qué libro le recomendaría al presidente del Gobierno?
Los orígenes del totalitarismo, de Hannah Arendt. La primera parte especialmente, sobre el nacionalismo.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
Me gusta mucho. He viajado por todo Europa, menos Irlanda, y en comparación nuestro país es notablemente más insoportable. A mí me gusta lo difícil.
Déjenos una idea para mejorar la situación cultural de nuestro país.
¿Mejorar? Sólo es mejorable lo bueno. No es el caso.