Jorge Herralde: "Leo las reseñas minuciosamente"
¿Qué libro tiene entre manos?
El roce del tiempo de Martin Amis, un libro de ensayos que es un festín de la inteligencia.
¿Qué le hace abandonar la lectura de un libro?
En el decálogo de Pennac (Como una novela) figura: “el derecho a no terminar el libro”, las razones son obvias.
¿Con qué personaje le gustaría tomarse un café mañana?
Con Lali Gubern. Lo creo factible.
¿Recuerda el primer libro que leyó?
No. Recuerdo leer en La Vanguardia, de niño, las noticias sobre la Segunda Guerra Mundial: el Eje, la Guerra Relámpago, el Imperio Nipón, los Aliados, etc.
La historia de Anagrama, además de una historia de éxito, ha resultado ser una historia placentera, ¿verdad?
Fundamentalmente, muy, muy placentera, aunque no han escaseado los episodios incómodos, por decirlo suavemente. Entre otros, el encargarse de las “enfermedades profesionales” de diversos actores del gremio de la letra puede ser arduo.
¿Qué le gustaría que aprendieran los jóvenes editores de la lectura de Un día en la vida de un editor?
Que la edición puede ayudarte a ser feliz. Pero los jóvenes editores ya lo saben.
¿Es más fácil editar ahora que hace 40 años? ¿Por qué?
Nunca fue fácil, pero ser editor no es obligatorio. Es una decisión personal con la que hay que apechugar.
Háganos un diagnóstico de los rasgos fundamentales del mundo de la edición hoy en España.
La edición que me interesa todavía existe y resiste, pese a las acechanzas y dificultades demasiado bien sabidas. Lo que el gran Einaudi llamaba la edición “sí”, es decir, la que investiga, se arriesga, busca la parte oculta, lo prohibido, desvela los intereses profundos. Enfrente, la edición “no”, a favor de lo obvio, del mercado, del caballo ganador, sin más preocupaciones que la cuenta de resultados.
Autores, agentes, editores, críticos..., ¿quiénes le han ocasionado más quebraderos de cabeza?
Pocas y muy concretas personas, acaso cinco o seis en cincuenta años.
¿Qué libros de los publicados por Anagrama le ha proporcionado más satisfacciones?
Los Ripley de Patricia Highsmith, La conjura de los necios de John Kennedy Toole y varios centenares más.
¿Entiende, le emociona el arte contemporáneo?
Durante años, el arte me apasionó, era visitante asiduo de museos y galerías en cada ciudad que visitaba (y desde luego en Barcelona). Y emociones de muy diversos tipos, desde Bacon a Morandi. Y extraordinariamente estimulante Duchamp a quien le hemos dedicado varios libros.
¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
Tengo dos litografías, para mí dos fetiches, de Duchamp y de Louise Bourgeois. Y hermosos cuadros del gran pintor (y editor) mexicano Vicente Rojo. Me considero saciado, aunque adquirí recientemente un cuadro de Tomás Maldonado, pintor y teórico del arte (pareja de Inge Feltrinelli durante años) que me alegra la vista cada mañana. Como deseo imposible, una pequeña escultura de Plensa.
¿Le importan las críticas? ¿De qué manera afectan a la promoción de un libro?
Todo lo que puede perjudicar o beneficiar a un libro en el que creo me afecta y mucho. Leo las reseñas minuciosamente, a menudo felicito a los críticos y, en otras ocasiones, expreso mi disgusto (intentando parecer civilizado). La crítica acaso carezca del peso tan determinante que tuvo en los pasados años 80 y 90.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
En mi pack de patria están amigos, risas, libros, ciudades, paisajes, bebidas y así. Fachas, curas y similares: (muy) reservado el derecho de admisión. Me temo que mi visión es menos enfática que esencialista (y más aireada).
Déjenos una idea para mejorar nuestra situación cultural.
El interés y los recursos correspondientes para la cultura de forma consistente y creativa. Un tema que, me temo, importe poquísimo a nuestros políticos: una utopía, pues.