Laetitia Colombani: "Las mujeres de hoy luchan por las del mañana"
La escritora francesa publica 'Las vencedoras', una novela inspirada en un hogar de acogida de mujeres en riesgo de exclusión social de París
6 marzo, 2020 18:39Laetitia Colombani (Burdeos, 1976), conocida mundialmente tras la publicación de su exitosa primera novela La trenza, llevaba ya unos años imaginando historias. Actriz, guionista y directora de cine, dio el salto a la literatura cuando sintió el deseo de explorar el mundo interior de sus personajes. Estos días ha estado viajando por España, acompañando a las dos heroínas de su último libro, Las vencedoras (Salamandra) que, como La trenza (premio Domitys 2018), explora el universo del feminismo. Esta vez no se va ni a la India ni a Canadá, como en su anterior título, sino a un inmenso edificio en pleno corazón de París que ostenta el nombre de Palacio de la Mujer.
Pregunta. ¿Cómo surge la idea de Las vencedoras?
Respuesta. Mi punto de partida para Las vencedoras surgió mientras escribía La trenza. Un día descubrí por casualidad la existencia de este Palacio de la Mujer, al salir del metro en el distrito XI de París, donde tenía una cita profesional. No es mi barrio habitual y debo reconocer que, al no conocerlo bien, me perdí. Hasta que, de repente, me encontré delante de este inmenso edificio cuyo nombre evoca algo de grandeza real, con una placa que no tenía nada que ver y que ponía L’Armée du Salut. En Francia, este ejército se ocupa de las personas que viven en total precariedad. Esta diferencia lexical fue lo primero que me llamó la atención. Cuando empecé a investigar sobre el edificio, me di cuenta de que era uno de los albergues de acogida de mujeres más grandes de Europa. Enseguida tuve ganas de entrar en el palacio y contacté con la directora, que me propuso una visita. Cuando la conocí, me contó la historia de este lugar y pensé que entre estas paredes repletas de mujeres, también habitaba mi próxima novela.
P. Una vez dentro, usted aborda la condición de las mujeres hoy en día. Solène, exitosa abogada, se siente quemada profesionalmente durante las primeras páginas de su obra y, tras una larga depresión, su psicólogo le aconseja salir de sí misma ayudando a los demás. Así es como entra a trabajar como voluntaria escribiente, al principio una hora por semana, luego más tiempo, en este palacio. ¿Esta profesión existe realmente, una persona que va a los albergues de acogida para ayudar a sus residentes a escribir?
R. Por supuesto. Para escribir la novela, primero tuve que hacer investigaciones, iba al palacio a menudo, pude conocer a algunas residentes, hay cientos de mujeres viviendo allí, a asistentes sociales, etc., hasta que me presentaron al escribiente público. En este caso era un hombre que va cada semana al albergue y que me propuso acompañarle en sus estancias en el palacio. Me entrevisté con otros escribientes públicos también y, con todo ese material, pude escribir mi novela, unos meses más tarde.
P. La segunda historia de Las vencedoras es la vida y obra de Blanche Peyron, la creadora del Palacio de la Mujer en el siglo XIX. ¿Su memoria sigue vigente o tuvo usted que ir a rescatarla?
R. Tuve que hacer muchas investigaciones porque no quedan apenas huellas de Blanche Peyron en el palacio, tan solo una foto en el despacho de la directora. No se menciona su nombre por ningún sitio. Me parecía muy injusto que se hubiese borrado de la Historia a una mujer tan luchadora, que había hecho tanto por la sociedad y cuya principal labor, la creación de este centro de acogida, siguiera operando y fiel a su primera vocación: la de albergar a toda mujer necesitada.
P. Las vidas paralelas de varias mujeres crean una cierta continuidad entre el trabajo de una y la responsabilidad de la otra, un siglo y medio después. ¿No le parece?
R. Me interesa mostrar esa continuidad. Cómo las mujeres de hoy están luchando por las mujeres del mañana. Me interesaba mostrar cómo este edificio sigue obrando para las mujeres en dificultad gracias a Blanche Peyron. Su acción perdura en el tiempo. Lo otro que quería resaltar era que esta mujer encontró una libertad en una época en la que las mujeres no la tenían. Desde muy joven supo hallar el camino que le permitió ser útil, viajar y tener un sitio en la sociedad. No hubiera podido desarrollar esa vocación quedándose encerrada en su casa, por ejemplo, ocupándose de sus hijos. Y, sin embargo, fue una mujer que no renunció a nada, que tuvo familia, hijos, un marido extraordinario y que logró grandes hazañas. Su recorrido es realmente ejemplar y quería rescatar esta figura femenina tan heroica.
P. ¿Dónde se encuentra el punto de unión de estas dos mujeres?
R. Yo creo que su unión está en la empatía y en la acción. Contrariamente a Blanche, que desde muy pequeña tiene clara su vocación, su destino, Solène no es nada empática al principio de la novela. Está encerrada en sí misma. Poco a poco, y a través de sus encuentros en el palacio, empieza a nacer en ella cierta empatía. A través de la carta que le escribe al hijo de Binta, a través de los caramelos de la niña, acabará abriéndose a los demás. Es ese nacimiento empático lo que la va a hacer reaccionar. Pasará de ser una espectadora de su vida a actuar.
P. Pero Solène ya tiene cuarenta años y parece aún una niña. ¿Piensa que en nuestros días la madurez llega más tarde que en épocas pasadas?
R. No lo sé pero pienso que en nuestra época es común la crisis de los cuarenta en la que nos hacemos muchas preguntas y estamos dispuestos a volver hacía atrás o empezar de nuevo en la vida.
P. Estas dos vidas paralelas, la de Solène y la de Blanche Peyron, se entremezclan a lo largo de la novela. Es una estructura que ya utilizó en La Trenza. ¿Piensa que para contar una historia hay que compararla con otras?
R. Lo que pienso es que no hay reglas. A mí me encanta crear historias paralelas porque de ellas puede surgir un sentido. Es justo lo que imaginaba al poner el combate de Blanche Peyron en 1925 con el de Solène hoy en día que descubre el palacio. Quería interrogarme sobre estas dos historias, la de una vocación muy fuerte y la de una mujer que se busca y que va a encontrarse, al fin, en este palacio.
P. Usted empezó su carrera artística como cineasta. ¿La escritura de sus novelas tiene puntos en común con la de sus guiones?
R. Algunos, claro. Por ejemplo, en el cine, utilicé también este procedimiento de vidas paralelas en mi primera película À la folie… pas du tout (2002). Una puesta en perspectiva, dos puntos de vista diferentes sobre una misma realidad, es un juego que me interesa. El hecho de pasar de un personaje a otro otorga dinamismo al relato. Pero el trabajo de escritura tiene también diferencias. Similares en las grandes reglas narrativas, pero cuando se escribe una novela el escritor puede introducirse en la intimidad de sus personajes, en su inconsciente, mientras que en el cine, la cámara nos obliga a quedarnos fuera. A través de la literatura consigo entrar en mis personajes, estar más cerca de ellos. Por no hablar del trabajo del texto, del lenguaje, que es también más profundo. En el cine se escribe un guión pero ese texto no tiene ninguna finalidad, sino que es un instrumento para la película.
P. En el caso de Solène, para realizarse profesionalmente, debe renunciar a fundar una familia. ¿Piensa que es uno de los grandes males que viven las mujeres occidentales?
R. Sí, es un gran problema que estoy viendo y viviendo a mi alrededor. El equilibrio entre la vida profesional y personal no se consigue fácilmente. El deseo de realizarse profesionalmente que es tan natural hoy en día al tener acceso a todos los estudios y profesiones, no se compagina obligatoriamente con la responsabilidad del hogar familiar. Las mujeres somos las guardianas de nuestras casas, de nuestras funciones domésticas, de nuestros niños y el equilibrio entre los dos es sumamente difícil. Sobre todo con profesiones como la del derecho, un mundo muy exigente. Una abogada no podría decir que tiene que irse del despacho a las 5 de la tarde por ejemplo. Sería impensable y estaría muy mal visto. Por eso no es de extrañar que hoy en día haya muchas colaboradoras mientras que existen pocas asociadas de despachos de abogados. Veo muchas mujeres que acaban quemadas.
P. Como Solène. A partir de ahí, su mirada denunciará la vida de un sin fin de mujeres que a pesar de los grandes cambios sociales, siguen siendo las más perjudicadas. ¿De donde sacó esas historias?
R. Recreé los personajes a partir de los testimonios que recogí y de las historias que me contaron. Durante un tiempo dudé quién de ellas sería mi personaje principal hasta que me di cuenta de que mi hilo conductor debía de ser Solène, una mujer exterior al Palacio de la Mujer y en apariencia el opuesto de todas ellas. El palacio es un concentrado del mundo femenino precario. Las mujeres vienen de todas partes del mundo, han huido de todo tipo de situaciones dramáticas, y es de lo que quería escribir. Dar luz a cada una de esas historias pero sin detenerme en ninguna de ellas más de la cuenta. Todos los casos me interesaron. Cada personaje es de ficción pero su historia es real.