Il Pinchio II. 1999. üleo sobre lienzo, 97 * 195

De las obras que la galería Ansorena muestra en la exposición de Carlos Díez Bustos (Madrid, 1959), un conjunto de trípticos llama insistentemente nuestra atención. Se trata de una serie de vistas de las arquitecturas que el artista encuentra en su constante deambular por rincones de ciudades reconocibles por todos. Díez Bustos las contempla y al mismo tiempo se acuerda de su ciudad natal, la que recorre a diario observando sus monumentos, sus dovelas, su historia. Y hasta tal punto las compara que se le cruzan en la mirada y quedan así, inseparables, plasmadas en sus lienzos. A través de los arcos de conocidos edificios madrileños divisamos panorámicas de esos lugares. En sus obras anteriores, el pintor se concentraba en la concisa captación del monumento en sí. En esta ocasión sus ojos van más lejos. Miradas más distantes en las que asoma también la naturaleza. El recuerdo de la antigöedad y el gusto por el detalle permanecen visibles, pero ahora se intercala en sus obras una mayor amplitud espacial en una pintura de resonancias tan clásicas unas veces como románticas otras.