Image: Trabajo para morir en paz

Image: "Trabajo para morir en paz"

Arte

"Trabajo para morir en paz"

Gran retrospectiva de Zush en el Reína Sofía

7 junio, 2000 02:00

Zush

Zush dará el próximo martes 13 "La Campanada" en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Es el título de su gran exposición retrospectiva, con 300 obras que se verán incrementadas con trabajos que realizará en el estudio que ha montado en las salas del museo. Artista multimedia e impredecible, se puede decir de él con justicia que es único e irrepetible. Generoso, pretende animar al espectador a despertar al artista que cada cual lleva dentro. En esta entrevista para EL CULTURAL analiza racionalmente la irracionalidad que está en la base de su trabajo y que reivindica de una manera profundamente positiva.

Zush trasciende cualquier aproximación; como persona y como artista, o las dos cosas a la vez, es inclasificable y desborda el fragmento que es siempre una entrevista. Zush es mucho más. Zush es un creador polifacético: pintor, músico, autor de libros de artista, además de trabajar con ordenador y en muchos otros registros. Zush escapa a la definición y a la escuela estética. Zush es el estado Evrugo, un territorio imaginario o de ficción individual con su idioma, bandera, moneda, himno, etcétera, que se expresa como una especie de paraíso artístico, el de Zush.

-En algunas ocasiones usted se ha referido a experiencias que han marcado su punto de partida como artista; algo así como una revelación o iluminación que señala su origen como artista. ¿Podría explicar la arqueología de su itinerario?
-Me resulta muy difícil sintetizarlo. Está desde luego mi familia, que poseía una industria de ropa interior. Cuando me preguntan por qué soy artista, respondo que el primer recuerdo que tengo es el de mi madre dibujando, recortando papeles, clavando agujas. Existen otras imágenes: los maniquíes, así como el poner ropa y cosas sobre el cuerpo, las revistas de moda con sostenes y fajas... En fin, el mundo de la metamorfosis, del disfraz, del fetichismo. A veces he contado que de niño iba a pintar al bosque; pintaba del natural. Pero un día, mientras se secaban las pinturas, un perro que merodeaba por el lugar se orinó encima de las obras. Esta anécdota posee un sentido simbólico, porque en ella se mezcla lo indigno con la creación. Expresa el paralelismo entre la miseria y lo divino, la vileza y lo maravilloso, lo escabroso y lo sublime del arte. Mi idioma de adulto es el inglés, que manifiesta esta similitud: fíjese en la proximidad entre las palabras God (dios) y dog (perro). Pero en esa anécdota existe otro mensaje. Es como si ese perro me hubiera dicho que lo que estaba haciendo, el pintar de una manera mimética el entorno, no me llevaba a ninguna parte. Que tenía que mirar en mi interior. Entrar en mí mismo -como le pasa a mucha gente que se dirige a mi obra- me producía miedo; pero ése fue el mensaje de aquel perro dirigido especialmente a mí. Aunque creo que el artista completo es aquel que mira fuera y que mira dentro, y el ideal es la armonía entre estos dos territorios, o, si me apura, el diálogo entre ambos; ser consciente del entorno y también de cómo ese entorno afecta a tu interior. A mí personalmente me interesa la dualidad, lo racional y lo irracional, lo oscuro y la luz, la locura y la cordura y, tal vez más que los dos polos, el recorrido entre ambos.

En el frenopático

-Pero existe otro aspecto muy importante que contribuyó a formar su manera de entender la creación; ha hablado de su fortuita reclusión en un frenopático...
-En 1968, acusado por consumo y posesión de drogas por haberme encontrado una pequeña cantidad de marihuana, me retuvieron trece días en la Cárcel Modelo y posteriormente me recluyeron tres meses en el Hospital Frenopático. Antes de ser Zush, yo me llamaba Albert Porta. Porta en catalán significa puerta; pues bien, esta experiencia me abrió las puertas de la vida. Siempre digo que fui muy afortunado por entrar en contacto con el frenopático; empecé a ver las cosas claras a partir de aquel momento. Tomé conciencia social y política, pero además me confirmó aquella historia del perro, que tenía que mirar dentro de mí mismo para alcanzar la paz y la armonía.

-Pero ¿cómo es ese mundo interior?
-Es algo muy difícil de explicar. Cuando trabajo soy completamente inconsciente, la mano corre por sí sola y me olvido de mí mismo y del entorno. Aunque en mi trabajo soy también muy racional, es como si las formas fueran independientes, no las domino, ellas vienen a mí. Yo soy el primer sorprendido. La idea de autor, o de imaginación, me resulta extraña. Más que lo que podríamos denominar mi propio mundo o mis propias ideas, tengo la convicción de que soy una persona que posee la capacidad de dirigir estas cosas. No le puedo decir que estén dentro de mí, igual están en otro territorio, pero tengo la capacidad de materializarlas en una imagen, un sonido, un libro... De hecho todos somos artistas y todos tenemos esta capacidad; piense en los niños, que poseen una especial creatividad. Todos los niños, mirando una nube, pueden ver un monstruo. Lo que pasa es que la educación va borrando esta capacidad, va anulando la multipersonalidad de cada individuo, porque todos tenemos diferentes yoes y uno de ellos es el artista. La diferencia es que yo soy un profesional del arte.

-Su mundo es inquietante, en ocasiones se ha dicho que da miedo.

Aceptar las pesadillas

-En mi obra hay una suerte de miedo y fascinación. A los niños les gusta mi trabajo incluso más que a los adultos, porque en el mundo de los niños también hay monstruos y están acostumbrados a ellos. Con los años, me he habituado a su presencia, me he hecho amigo de ellos y me siento bien entre mis personajes y mis monstruos. Y cuando la gente me dice que mis cuadros les provocan miedo, les replico que si consiguen hacerse amigos de mis monstruos algún día conseguirán hacerse amigos de sus propias pesadillas. Es algo que aconsejo como terapia. La mayoría de personas rechaza las pesadillas, yo sigo el camino inverso. Un amigo mío escultor que trabajaba en un registro místico e interior, buscando a Dios, tuvo un sueño terrible: un gusano le comía el cerebro. A raíz de aquella pesadilla decidió que a partir de aquel momento finalizaría aquel trabajo de interiorización porque, según él, acabaría loco. Yo le contesté que habría tenido de dejar que el gusano devorase todo su cerebro; tal vez ahora sería otro tipo de artista y no haría el trabajo anodino que esta realizando. No hay que tener miedo de los monstruos. Si huyes de ellos, si los rechazas, nunca llegarás a ningún sitio, tan sólo tienes miedo, tan sólo corres en contra de algo que forma parte de todos nosotros; es mejor hacerse amigo de ellos que tenerlos como enemigos; hay que dejar que te coman, que te destrocen. Luego es posible que te liberes de ellos. Siempre digo que hay que tomar posturas abismales. Es lo único que me interesa en la vida. Cuando transgredes el límite es un momento traumático, pero cuando superas este punto puede que sea una maravilla. Es como cuando después de vomitar sobreviene la paz, la tranquilidad: necesitabas vomitar para expulsar toda la suciedad que tenías dentro. El arte, la creación, es como mear, es excretar las toxinas mentales para encontrar la paz y la luz. Cuando pinto estoy en tensión: es entonces cuando el arte se hace excitante y cuando encuentro cosas. Estoy investigando y buscando constantemente. Estoy en el mundo de la pintura, y con los ordenadores, pero para lo que estoy realmente trabajando, y además profundamente, es para poder morir en armonía conmigo mismo y con mi entorno; ésta, creo, es la gran obra maestra de todo hombre.

-En su obra existe una recurrencia a las vísceras, a los coitos, a los ojos, a los cerebros, todo aquello que secreta mucosidades o fluidos corporales...
-Puede que haya (aunque no estoy seguro) la intención de provocar miedo o una especie de sorpresa para conocer la reacción del otro. Si el arte es un espejo donde te reflejas a tí mismo, al observar las reacciones de los demás al mirarse en este espejo puedes reconocerte y conocerte a ti mismo. Le diré que me fascina el sexo porque pone nerviosa a la gente, incluso a aquellas personas que se creen liberales. Si muestro una cosa simplemente agradable no consigo nada; en cambio, de la otra manera consigo una retorno más profundo. Sea como sea, en todos los humanos -y no sólo en mí- hay una atracción y a la vez un rechazo por las vísceras y por todo aquello que tenemos dentro. Una autopsia puede ser muy desagradable, pero los accidentes y la sangre atraen a la gente. Siempre me ha cautivado tocar el hígado, los riñones, o la carne, incluso poderla cortar o comer cruda. El mundo de los niños es en este sentido fascinante: la saliva, los mocos, el pis. Cuando mi hijo se levantaba por la mañana hacía murales con sus propias heces. Para mí era muy seductor y sentía envidia, con su propia materia hacía dibujos y no tenía ni que comprar pintura. Si le cuento estas cosas es porque están en cada uno de nosotros.

-Todos estos aspectos son muy complejos, pero cuando se alude a ello se habla de metáforas y connotaciones sexuales.
-Sí, efectivamente, para tranquilizarse se ponen etiquetas, pero en realidad es un mundo inexplicable y misterioso.

-Hasta ahora hemos hablado de su obra como una suerte de pacto con el diablo, como un mundo inquietante, de una fascinación por lo escatológico, pero paralelamente también existe un discurso humanista, y de la positividad. Incluso ha hablado del arte como terapia.

Un arte positivo

-Por lo menos lo intento. Desde hace tiempo estoy trabajando en un proyecto (una especie de máquina o dispositivo) para despertar al artista escondido que hay en cada uno de nosotros. Se trata de que el espectador no adopte una posición pasiva, sino de que cree también su propia obra de arte. Una de las razones que da sentido mi existencia es despertar la creatividad en los demás. Si a esto se le dice humanismo, pues sí.

-En un principio había interpretado su trayectoria como la expresión de un mundo angustioso, muy a la manera de Joan Ponç, por ejemplo, con el que me parecía observar ciertas similitudes. Sin embargo a medida que voy entrando en su obra percibo que es mucho más compleja.
-En muchas ocasiones, bromeando, he dicho que Joan Ponç es mi abuelo artístico. Con ello quiero decir que, a pesar de que me interesa, me siento distante de él y que he llegado, sin ánimo de ser presuntuoso, a territorios mucho más profundos. Me siento incluso opuesto a Ponç; lo pienso como una persona profundamente limitada: Ponç sufrió muchísimo. Yo no rindo culto al sufrimiento ni a la angustia. Al contrario, esta dimensión humanística que decíamos antes, o la "iluminación", es muy importante para mí. Rehuyo lo que usted ha intentado buscar en mi trabajo: lo triste, lo deprimente, lo oscuro... el mundo de Ponç. En cambio, procuro llevar la paz, la alegría, la armonía. Es posible que no lo haya conseguido, pero es uno de mis objetivos. Le diré que coincidí con Ponç, pero no quise profundizar en la relación. En una ocasión fui testimonio de una pelea entre el pintor y su esposa cuando me llevaban casualmente en su coche haciendo eses por las calles. Fue realmente horrible y muy desagradable. Me dije a mí mismo que si esto era un buen artista, yo no quería ser como aquella persona.