Image: Francisco Villar gana el V Premio de Fotografía de El Cultural

Image: Francisco Villar gana el V Premio de Fotografía de El Cultural

Arte

Francisco Villar gana el V Premio de Fotografía de El Cultural

21 julio, 2005 02:00

Fotografía de Francisco Villar, de la serie Ellos permanecen en equilibrio

José Marín-Medina, Mariano Navarro, Guillermo Solana, Elena Vozmediano y Javier Hontoria, en un jurado presidido por Blanca Berasátegui, han elegido a Francisco Villar como ganador del V Premio de Fotografía de El Cultural. Aquí les presentamos al artista y damos algunas claves sobre su obra. Atención también a nuestros excelentes cinco finalistas cuyos proyectos presentamos brevemente en estas páginas.

Hasta ahora, todos nuestros premiados -Soledad Córdoba, Diana Larrea, Antón Cabaleiro y Daniel Vega Borrego-, que por supuesto cumplían con el requisito de no haber expuesto individualmente en una galería comercial, habían ya comparecido aquí y allá en colectivas de peso en el arte joven español: la Muestra de Arte Joven, Circuitos, Generaciones... A Francisco Villar es absolutamente imposible que le conocieran previamente a este premio: jamás una foto suya ha sido expuesta. Hacemos, por tanto, una apuesta un tanto arriesgada, en la confianza de que nuestro apoyo bastará para avalarlo y de que su talento hará el resto. Su formación artística se reduce a un cursillo práctico de fotografía y un muy bien aprovechado taller con el gran Duane Michals. Naturalmente, está muy al tanto de exposiciones y publicaciones, pero su posición en el mundo del arte ha sido hasta hoy la de espectador: ni siquiera tenía muy claro que quisiera entrar profesionalmente en él, ya que se gana la vida como diseñador gráfico. Y, sin embargo, su casi secreta dedicación a la fotografía denota una inquietud creativa que va mucho más allá de lo amateur. Si bien es cierto que, como cualquier aficionado, ha hecho fotografías de lugares que surgen más o menos del encuentro casual, las imágenes que ha presentado al Premio y que expondrá a mediados de octubre en la Galería Marlborough requieren una planificación y una puesta en escena que comporta una "voluntad artística" clarísima.

Si bien la deuda con Michals no puede ocultarse, ésta se limita a un "aire" de misterio, a una densidad significativa que no excluye la ambigöedad y que se transmite a través de la figura. Francisco Villar no utiliza la seriación narrativa del estadounidense, ni acompaña de textos las fotografías. Ni siquiera comparte iconografía, argumentos. El referente más claro del trabajo de Villar es el cine. Confiesa su admiración por las películas británicas de los 60, o por Bergman. Y hay algo de cinematográfico en sus fotografías, pero de cine "raro", de autor. No hay una ilación argumental en la serie; y, aun sin guión, hay tramas. Situaciones de las que podríamos decir que representan el "nudo" de una acción desconocida, de la que nunca conoceremos el desenlace. Suele haber un componente de amenaza o de angustia en las escenas, cuidadosamente compuestas y bien resueltas técnicamente (trabaja en 6 x 6 o 6 x 4,5), y casi siempre se insinúa algún elemento, sea en los personajes o en el escenario, que produce extrañeza, que desarma posibles interpretaciones. A menudo, por otra parte, vemos a personas solitarias, que no interactúan con otras -como excepción reseñable, unas gemelas que, al menos en cuestión de apariencia, son un solo personaje-, y que se muestran sin personalidades muy definidas, vestidos con trajes y camisas blancas que buscan la neutralidad en la caracterización. A esas figuras se confía la función de crear por ellas mismas la situación, en relación con un contexto espacial particular. Y en este sentido, es revelador el hecho de que Francisco Villar parte frecuentemente del escenario: es el lugar, por lo general un exterior, el que le pide la "historia". Una historia mínima que despierta inmediatamente el interés, que crea -de nuevo un término muy del cine- suspense. En la ambigöedad de esa historia juega un papel importante la inestabilidad de los personajes, que, cuando no los encontramos directamente en el suelo, están casi siempre en peligro de caer: suspendidos en un salto, en carrera desbocada, amenazados por un arma de fuego... En otras fotografías, esa inestabilidad parece tener un carácter más psicológico: en unos rostros desdibujados por el movimiento, o en la equívoca diferenciación de las mencionadas gemelas.

No es un tipo de fotografía "a la moda". Sus modestos formatos, su utilización del blanco y negro, las particularidades de su narrativa, le sitúan en una encrucijada inédita entre los caminos de Michals, Jeff Wall y el cine negro más atípico. Una indudable aportación a la escena de la joven fotografía española que, no siendo unívoca, prefiere otros derroteros (digital, performativo, documentalista, mestizo...). Recuerden: será en la Marlborough, en octubre.