Arte

Vieira da Silva, recuperación necesaria

17 noviembre, 2005 01:00

Égypte, 1972. Litografía

Leandro Navarro. Amor de Dios, 1. Madrid. Hasta el 9 de diciembre. De 3.000 a 200.000 e

Con esta breve pero jugosa retrospectiva la galería Leandro Navarro propone la recuperación tardía y necesaria de la obra y figura de Maria Helena Vieira da Silva, una de las pintoras europeas más importantes y figura fundamental del arte portugués en la segunda mitad del siglo XX y muy olvidada en España. Y es que salvo la retrospectiva de la Fundación Juan March en 1992 y la muestra de la Sala de exposiciones BBK de Bilbao en 2000, apenas se recuerda exposición alguna desde hace al menos tres lustros.

Vieira da Silva nace en Lisboa en 1908, en el seno de una familia cultivada y acomodada. Con veinte años llega a París donde termina su aprendizaje pictórico con Léger y Bissière. Allí residirá toda su vida, exceptuando los años (1940-47) en que junto a su marido y cómplice, el pintor húngaro Arpad Szenes, se refugia en Brasil debido a la guerra.

La figura de la artista portuguesa debe encuadrarse dentro de la (muy internacional) Escuela de París, en comunión con esa tradición francesa postcubista en la que también se encuentra la obra de Bissière. Sin embargo, desde muy temprano puede verse la independencia plástica de Vieira da Silva en un planteamiento que toma el facetado del cubismo y lo aplica de un modo lírico que puede recordar a la artesanía portuguesa del azulejado. Sus obras rozan siempre la abstracción pero manteniendo un punto de apoyo (a veces merced a detalles bastante gráficos) en lo figurativo. Desde los primeros años 50 cultivó las visiones, tanto exteriores como interiores, de los esquemas arquitectónicos e ingenieriles de las nuevas ciudades post-industriales, por los que la artista sentía fascinación así como los paisajes áridos y desérticos, casi lunares. Mediante un uso intencionadamente primitivo (a veces variable dentro de la misma obra) de la perspectiva, traza una serie de líneas sobre las que dispone diferentes espacios de color que pueden emparentarse con Stäel y naturalmente con su admirado amigo Torres-García. Esquemas de tapiz o diseño textil (disciplinas que estudió en París en su época de formación) brillan con la luminosidad cromática de las vidrieras, en una permanente fuga hacia el sueño, hacia una realidad algo fantasmal que parece flotar sobre el mundo que es representado.

Todo ello queda bien resumido en esta delicada retrospectiva que abarca de 1950 a 1991, año de su muerte. La galería Leandro Navarro ha querido, además, mostrar un amplio abanico de técnicas: desde las espléndidas litografías y aguatintas de los 60, 70 y 80, hasta la obra sobre papel (temple, acuarela o guache), todo ello pespunteado por algunos óleos de diferentes épocas.