Arte

59 maestros de hoy

Arte español del siglo xx en la colección BBVA

4 mayo, 2006 02:00

Luis Gordillo: Mouse-Paisaje-Globo, 1986

Comisario: F. Calvo Serraller. Palacio del Marqués de Salamanca. Paseo de Recoletos, 10. Madrid. Hasta el 4 de junio

La buena noticia es que también la Fundación BBVA, como anunció hace poco la FSCH (El Cultural, 2-2-2006), está decidida a redoblar sus esfuerzos en arte contemporáneo. Y será el mismo equipo asesor del programa bienal Contemporáneos de revisión de la creación actual, formado por Carmen Giménez, Rosa M. Malet y Miguel Zugaza, el encargado de rellenar los huecos en su colección de arte del siglo XX. Como anticipo, en esta muestra se presentan ya dos adquisiciones recientes: el dibujo intimista Mano y cabello de Julio González, de 1941, un año antes de la muerte del autor, y una arpillera casi negra de Millares, completando la mirada al grupo El Paso, movimiento central del arte español del siglo XX representado ya en su conjunto en esta colección.

Y la excelente noticia es que al menos un tercio de las 59 obras mostradas deben considerarse obras mayores de nuestros maestros y artistas destacados desde la posguerra hasta 1995, fecha de la obra expuesta producida más recientemente: la maravillosa ventana abstracta de Soledad Sevilla. Lo cual asegura el disfrute del previsible público mayoritario que acudirá a esta exposición. Entre las inolvidables, mencionaría la Forme gris bleuâtre (1955) de Tàpies; Utsgoikoa, una de las piezas de la serie Cajas metafísicas (1958) de Jorge Oteiza; el inquietante bajorrelieve en bronce Mujer dormida (1960) de Antonio López; la Marina (1981) onírica de Gonzalo Chillida junto a uno de los papeles de su hermano (Aundi II, 1970), la tabla excavada Blanco fin (1981) de Lucio Muñoz, el collage del mismo año de Esteban Vicente y el muy próximo Comienzo rosa y amarillo de José Guerrero. También de esta década de los ochenta extensamente representada, además del tótem en granito embadurnado de ceras negras (Piedra, 1982) de Schlosser, la tela de Broto, el retrato de Dora Maar de Antonio Saura, la Yantra III de Pablo Palazuelo, el acrílico Mouse-paisaje-globo del maestro Luis Gordillo, la Terna caliza de Andreu Alfaro, la tela mayor y resultona Les baigneuses de Frederic Amat, el Tulip I de la decisiva y depurativa serie que llevaría a José Mª Sicilia a la abstracción, el inflamado lienzo en rojos de Darío Urzay y la gran pintura casi blanca Pysage pour aveugles sur fond vert de Barceló. Y ya en los noventa, la inmersión en remolino amarillo matérico de Heliogabalus y el mar de álvarez Basso, junto a la escurrida y mística telita Cementerio sufí de Juan Carlos Savater. Obras todas ellas que detienen e interrogan por su potencia y excelencia específica, e incluso independientemente de nuestra mayor o menor afinidad con sus creadores y tendencias. De ahí el acierto de los detallados comentarios en cada una de sus fichas para el catálogo -a cargo de Carmen Bernárdez, Didier Gasc y Alberto Pancorbo, junto al propio comisario, Calvo Serraller- que dan la oportunidad de situar la obra en la trayectoria de los artistas y de acercarnos al momento en que estas piezas fueron concebidas.

Al margen, pues, de la acertada selección de obras, sólo tristemente desfavorecida por el inadecuado y escaso espacio que no permite su óptima contemplación, otra cuestión es si lo exhibido da cuenta del arte español en el período acotado, en torno a la segunda mitad del siglo XX. Ante tal encargo, es lógico que el comisario, reputado crítico y catedrático de historia del arte, intente ajustar mediante cruces cronológicos y estilísticos lo coleccionado a un panorama comprensivo de este período; siendo importante, además, su valoración de las dificultades del coleccionismo de arte contemporáneo en nuestro país hasta hace bien poco, y destacando la apuesta que Argentaria, hoy en el grupo BBVA, hizo durante la década de los ochenta por el arte español contemporáneo, cuando esta opción era considerada arriesgada por otras entidades bancarias. Pero las carencias que todavía arrastra esta colección no son sólo de algunos nombres; sino auténticas calvas, como, por ejemplo, la que F.C.S. denomina "hipervanguardia radicalizada" de los grupos de artistas españoles conceptuales de los setenta y su larga herencia. Lo que supone una distorsión absoluta de nuestra historia. Dado que las coordenadas mercantiles e historiográficas han cambiado sustancialmente, sería deseable que el nuevo rumbo de esta colección tomara en consideración otras tendencias y sensibilidades, acogiendo también la apertura en medios y soportes característica de las últimas décadas, más allá de pintura y escultura.