Arte

Anselm Reyle, escenificar la pintura

Caput Mortuum

12 octubre, 2006 02:00

Sin título, 2006

Heinrich Ehrhardt. San Lorenzo, 11. Madrid. Hasta el 30 de noviembre. De 5.300 a 33.700 euros.

Beatrix Ruf, autora del texto del catálogo de la muestra de Anselm Reyle la primavera pasada en la Kunsthalle de Zurich, que ha sido hasta la fecha su individual más importante, auguraba que ésta de Heinrich Herhardt, sería para los espectadores como sumergirse en un room painting. Y tal es la sensación que invade al visitante al caminar entre los muros pintados de caput mortuum de la galería. Le recibe no sólo una escenografía sino una escenificación de la pintura o de las posibilidades de destilación de la pintura en el momento actual. Curiosamente, hace un lustro, al escribir sobre su maestro Helmut Dorner, titulé mi crítica Tramoyas del tiempo. Ahora, el discípulo me ha sugerido Escenificar la pintura. Cambios de decoración o efectos prodigiosos el uno, interpretar o dar forma dramática, el otro.

Cuadros realizados con los materiales más diversos y ajenos a veces a la pintura -papel de plata de diferentes colores, espejos, cromados, tubos fluorescentes-, pero que remiten inexorablemente a su historia y, de algún modo, tan contradictoriamente como los términos ingleses y latinos de las frase mencionadas anteriormente, tanto la alaban como recuerdan su condición de cosa muerta. Materiales que se entremezclan con detritus y objetos encontrados en un ambiente artificioso que enfrenta los hitos del modernismo a su crítica contemporánea, a la vez que celebra su mera existencia. Contradictorio, como lo es también la tradición en la que voluntariamente se inscribe y para la que selecciona referentes igualmente discordantes.

Las pinturas en tiras de color rinden homenaje, como la exposición en su conjunto, a las bandas de color puro que caracterizaron las pinturas de los años veinte del artista Otto Freundlich, miembro de "Cercle et Carré" y de "Abstraction-Creation", incluido por los nazis en la lista negra de artistas degenerados, que murió en 1943 en el campo de concentración de Maidanek.

El caput mortuum es un pigmento -único, junto al bol rojo, al negro manganeso y al azul de París, que no se mezcla con el óleo-, pero también un término alquímico para el último de los principios pasivos, el residuo que subsiste después de la sublimación. En la enciclopedia de Diderot el signo de la calavera es teste morte, el cráneo del hombre muerto, caput mortuum; por último, como escribió Engels en su Dialéctica de la Naturaleza, significa, literalmente, "cabeza muerta", y él se refería así a nuestro planeta al que consideraba una isla cósmica.